I Reyes 20 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 43 versitos |
1

Batallas contra Ben-Adad de Siria

Ben-Adad, rey de Siria, concentró todas sus tropas, y acompañado de treinta y dos reyes vasallos, con caballería y carros, marchó a sitiar Samaría y asaltarla.
2 Mandó a la ciudad una embajada para Ajab de Israel
3 con este mensaje:
– Así dice Ben-Adad: Dame tu plata y tu oro; quédate con tus mujeres y niños.
4 El rey de Israel respondió:
– Como su majestad ordene. Soy suyo con todo lo que tengo.
5 Pero los embajadores volvieron con un nuevo mensaje:
– Así dice Ben-Adad: Mando a decirte que me des tu plata y tu oro, tus mujeres y niños.
6 Así que mañana, a estas horas te enviaré mis oficiales a registrar tu palacio y los de tus ministros; echarán mano a lo que más quieres y se lo llevarán.
7 El rey de Israel convocó a los ancianos del país y les dijo:
– Fíjense bien cómo ése busca mi mal. Me reclama mis mujeres e hijos, mi plata y mi oro, y eso que no me negué.
8 Todos los ancianos y el pueblo le respondieron:
– No le hagas caso, no le obedezcas.
9 Entonces dio esta respuesta a los embajadores de Ben-Adad:
– Digan a su majestad: Haré lo que me dijiste la primera vez; pero esto otro no puedo hacerlo.
Los embajadores marcharon a llevar la respuesta.
10 Entonces Ben-Adad le envió este mensaje:
– Que los dioses me castiguen si hay bastante polvo en Samaría para que cada uno de mis soldados pueda tomar un puñado.
11 Pero el rey de Israel contestó:
– Díganle que nadie canta victoria al ceñirse la espada, sino al quitársela.
12 Ben-Adad estaba bebiendo en las tiendas de campaña con los reyes, y en cuanto oyó la respuesta, ordenó a sus oficiales:
–¡A sus puestos!
Y tomaron posiciones frente a la ciudad.
13 Mientras tanto, a Ajab de Israel se le presentó un profeta, que le dijo:
– Así dice el Señor: ¿Ves todo ese ejército inmenso? Te lo entregaré hoy mismo para que sepas que yo soy el Señor.
14 Ajab preguntó:
–¿Por medio de quién?
Respondió el profeta:
– Así dice el Señor: Por medio de los jóvenes que ayudan a los gobernadores de las provincias.
Ajab preguntó:
–¿Y quién atacará primero?
Respondió el profeta:
– Tú.
15 Ajab pasó revista a los jóvenes que ayudaban a los gobernadores, que eran doscientos treinta y dos, y a continuación al ejército israelita que sumaban siete mil hombres.
16 A mediodía hicieron una salida, mientras Ben-Adad estaba emborrachándose en las tiendas con los treinta y dos aliados.
17 Abrían la marcha los jóvenes que ayudaban a los gobernadores, y a Ben-Adad le llegó este aviso:
– Ha salido gente de Samaría.
18 Ordenó:
– Si han salido en son de paz, captúrenlos vivos, y si han salido en plan de guerra, captúrenlos vivos también.
19 Decíamos que habían salido de la ciudad los jóvenes que ayudaban a los gobernadores, y el ejército tras ellos,
20 cada uno mató al que se le puso delante, y los sirios huyeron perseguidos por Israel; Ben-Adad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos jinetes.
21 Entonces salió el rey de Israel, se apoderó de los caballos y los carros y causó a los sirios una gran derrota.
22 El profeta se acercó al rey y le dijo:
– Refuerza tu ejército y piensa bien lo que vas a hacer, porque el año que viene el rey de Siria volverá a atacarte.
23 Por su parte, los ministros del rey de Siria propusieron:
– Su Dios es un dios de montaña; por eso nos vencieron. A lo mejor, si les damos la batalla en el llano, los vencemos.
24 Actúa de esta manera: destituye a cada uno de esos reyes y sustitúyelos por gobernadores.
25 Junta luego un ejército como el que has perdido, otros tantos caballos y carros; les presentaremos batalla en el llano, y seguramente los venceremos.
Ben-Adad les hizo caso y actuó así.
26 Al año siguiente pasó revista a los sirios y marchó a Afec para luchar contra Israel.
27 Los israelitas, después de pasar revista y aprovisionarse, salieron a su encuentro y acamparon frente a ellos; parecían un hato de cabras, mientras que los sirios cubrían la llanura.
28 El profeta se acercó a decir al rey de Israel:
– Así dice el Señor: Por haber dicho los sirios que el Señor es un dios de montaña y no de llanura, te entrego ese ejército inmenso, para que sepan que yo soy el Señor.
29 Siete días estuvieron acampados frente a frente. El día séptimo trabaron batalla, y en un solo día los israelitas les mataron a los sirios cien mil de infantería.
30 Los supervivientes huyeron a Afec, pero la muralla se derrumbó sobre los veintisiete mil hombres que quedaban.
Mientras tanto, Ben-Adad, que había huido, se metió en la ciudad, de casa en casa.
31 Sus ministros le dijeron:
– Mira, hemos oído que los reyes de Israel son misericordiosos. Vamos a ceñirnos un sayal y atarnos una cuerda en la cabeza, y nos rendiremos al rey de Israel. A lo mejor te perdona la vida.
32 Se ciñeron un sayal, se ataron una cuerda a la cabeza y se presentaron al rey de Israel, diciendo:
– Tu siervo Ben-Adad pide que le perdones la vida.
El rey dijo:
–¿Vive todavía? ¡Es mi hermano!
33 Aquellos hombres vieron en esto un buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo:
–¡Ben-Adad es hermano tuyo!
Ajab dijo:
– Vayan a traerlo.
Cuando llegó, Ajab lo subió a su carroza, y
34 Ben-Adad le dijo:
– Te devolveré las poblaciones que mi padre arrebató al tuyo. Y en Damasco te cederé un barrio, como lo tenía mi padre en Samaría. Con este pacto déjame ir libre.
Ajab firmó un pacto con él y lo dejó en libertad.
35 Uno de la comunidad de profetas dijo a un compañero, por orden del Señor:
–¡Pégame!
El otro se negó,
36 y entonces le dijo:
– Por no haber obedecido la orden del Señor, te matará un león en cuanto te separes de mí.
Y cuando se alejaba, lo encontró un león y lo mató.
37 Aquel profeta encontró a otro hombre, y le dijo:
–¡Pégame!
El hombre le pegó y lo dejó maltrecho.
38 El profeta se puso a esperar al rey en el camino, disfrazado con una venda en los ojos.
39 Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:
– Tu servidor avanzaba hacia el centro de la batalla, cuando un hombre se acercó y me entregó otro hombre, diciéndome: Guarda a éste; si desaparece, lo pagarás con la vida o con dinero.
40 Pero, mientras yo estaba ocupado de acá para allá, el otro desapareció.
El rey de Israel le dijo:
–¡Está clara la sentencia! Tú mismo la has pronunciado.
41 Entonces el profeta se quitó de golpe la venda de los ojos y el rey de Israel se dio cuenta de que era un profeta.
42 Entonces dijo al rey:
– Así dice el Señor: Por haber dejado escapar al hombre que yo había consagrado al exterminio, pagarás su vida con tu vida y su ejército con tu ejército.
43 El rey de Israel marchó a casa triste y afligido, y entró en Samaría.

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Introducción a I Reyes

1 REYES

Tema. Por el tema, los dos libros de los Reyes continúan la historia de la monarquía y la conducen en movimiento paralelo de dos reinos a la catástrofe sucesiva de ambos. Se diría una historia trágica o la crónica de una decadencia. El paralelismo de los dos reinos determina la composición del libro y hace resaltar una divergencia importante. Conspiraciones las hay en ambos reinos: al norte una conspiración produce cambio de dinastía; al sur produce cambio de monarca de la misma dinastía. Ataques externos los sufren ambos reinos: al norte favorecen los cambios dinásticos, al sur incluso los monarcas impuestos pertenecen a la dinastía de David. ¿Por qué sucede así? Porque la dinastía davídica tiene una promesa del Señor, perdura por la fidelidad de su Dios.

Horizonte histórico.
El autor tiene como horizonte de su libro el pueblo de Israel, unido o dividido. Si cruza la frontera nacional es porque algún personaje extranjero se ha metido en el espacio o el tiempo de los israelitas. Le falta, sin embargo, la visión de conjunto, la capacidad de situar la historia nacional en el cuadro de la historia internacional. Quizás por falta de información, o por falta de interés, o por principio. Los profetas escritores de aquella época tuvieron un horizonte más amplio.
Al faltar dicho horizonte amplio, falta la motivación compleja de muchos hechos que el autor cuenta o recoge. Esto se puede suplir en bastantes casos con datos sacados de los libros proféticos.

El principio teológico. La historia del pueblo y de la monarquía se desarrolla bajo el signo de la alianza, que constituye a Israel como pueblo de Dios y le exige fidelidad exclusiva y cumplimiento de los mandatos; cumplimiento e incumplimiento se sancionan con bendiciones y maldiciones. Es un código de retribución basado en la relación personal del pueblo con su Dios.
La fidelidad exclusiva toma al principio la forma de veneración y culto exclusivos al Señor, eliminando todo politeísmo, idolatría o sincretismo; los lugares de culto están diseminados por el país, aunque existe un santuario central para la corte y las grandes ocasiones.
Muy pronto la fidelidad exclusiva se encuentra amenazada en los santuarios locales: dioses y cultos de fertilidad, introducción de dioses extranjeros, imágenes prohibidas; entonces surgió la idea de atacar el mal en su raíz, purificando constantemente los cultos locales, hasta extirparlos con una fuerte centralización del culto. En ese momento la fidelidad exclusiva al Señor toma la forma de culto en un solo templo.

Mensaje religioso. Se puede resumir en dos palabras: conversión y esperanza. El tema de la conversión del pueblo y el perdón de Dios está presente a lo largo de toda esta historia. La fidelidad del pueblo no es lo último, la fidelidad de Dios la abarca y la desborda. La destrucción no es lo último, la historia continúa. No solo la historia universal -que continúa cuando desaparece Siria- sino la historia de Israel como pueblo de Dios.
El autor no quiere contar la historia de un pueblo desaparecido, sino que habla a los hijos y a los nietos, llamados a continuar la historia dramática. No por méritos del pueblo, sino por la fidelidad de Dios, quedan más capítulos por vivir en la esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Reyes 20,1-43Batallas contra Ben,Adad de Siria. En este capítulo parece tratarse simplemente de guerras entre Israel y Damasco; pero el capítulo 22 continúa la serie con un dato importante, la alianza militar de Israel con Judá. Tenemos que contemplar un panorama más amplio para comprender los cambios de situación y de alianzas.
El interés primordial de Damasco es el comercio. Dentro de casa, una monarquía establecida en el gran oasis procura unificar bajo su dominio una multitud de reyes o jeques del ancho territorio de Siria. Hacia fuera, le conviene la sumisión de Israel, o al menos un tratado ventajoso. Mientras Judá e Israel se pateaban, hemos visto que Damasco podía alterar la balanza. Si apoyaba a Israel, éste podía poner en grave peligro al reino hermano; si retiraba su apoyo, Judá podía liberarse del vecino septentrional. Era un juego político bastante simple.
Bajo Ajab de Israel y Josafat de Judá se realiza por fin la reconciliación: el hijo de Josafat se casa con una hija de Ajab, se firma un tratado algo desigual, por el que Judá se obliga a prestaciones militares, mientras Israel se reserva la iniciativa. Ahora están Israel y Judá contra Damasco. Y el esquema se repite a mayor escala: por encima de ellos crece otro poder que pretende imponer su hegemonía aprovechando las divisiones, es Asiria. Cuando ésta aprieta en Damasco, Israel y Judá pueden respirar tranquilos y recobrar posiciones; cuando Asiria cede, Damasco puede reanudar su expansión con miras comerciales.
Los hermanos hacen las paces: ¿hasta cuándo?