II Reyes 13,1-9Joacaz rey de Israel. El primer descendiente de Jehú reina en Israel durante diecisiete años (1); según el narrador, también «hizo lo que el Señor reprueba» (2); esto es, mantuvo, como los demás reyes anteriores, los dos centros de culto en Dan y Betel, donde había sendos becerros de oro entronizados por Jeroboán cuando decidió que nadie en Israel debía ir a dar culto a Jerusalén (cfr. 1Re_12:25-33). Cuando el deuteronomista habla de «los pecados que Jeroboán, hijo de Nabat, hizo cometer a Israel» a lo largo de toda la historia de los reyes del norte, se refiere siempre a estos centros de culto. Según el versículo 3, durante el reinado de Joacaz se intensifica el hostigamiento de Siria contra Israel; pero ante la oración de súplica del rey, el Señor se compadece de Israel y le da un salvador que lo libra de la opresión siria (4s). Al no especificar quién fue ese salvador, se debe concluir que fue el mismo Joacaz el que hizo frente a Siria y la mantuvo alejada por un tiempo. Israel se sacudió brevemente la opresión extranjera, lo cual se entendía como una acción de Dios a favor del pueblo; pero no por eso abandonaron el rey o el pueblo los pecados heredados de Jeroboán, ni se convirtieron al Señor.
II Reyes 13,10-13Joás de Israel. Es el segundo descendiente de la dinastía de Jehú. El cronista anticipa aquí los datos ya estereotipados sobre los monarcas del norte: fecha de ascenso al trono, años que gobernó y, a pesar de sus relaciones con Eliseo, el ya conocido juicio de valor
«hizo lo que el Señor reprueba
» (11); finalmente, el dato sobre su muerte y la noticia de que fue enterrado en Samaría junto a los demás reyes de Israel.
II Reyes 13,14-25Muerte de Eliseo. Ya en su lecho de muerte, Eliseo recibe la visita de Joás, quien lo llama
«padre... carro de Israel y su caballería
» (14). Hasta el último momento de su vida, Eliseo está dispuesto a actuar a favor de su pueblo, de ahí las órdenes que da al rey y cuya ejecución se convierten en signos para Israel: le hace disparar algunas flechas y luego le ordena golpear el suelo (15-18), para vaticinarle luego las victorias parciales que tendrá sobre Siria (19). Con una breve frase se narra la muerte de Eliseo:
«murió y lo enterraron
» (20); sin embargo, para resaltar el papel trascendente del profeta, se narra a continuación el extraño caso de un hombre muerto que hubo de ser dejado en la misma tumba de Eliseo para huir de las guerrillas moabitas; el muerto resucita al contacto con los huesos de Eliseo (21). Es una manera de describir la acción vivificante del profeta para el pueblo.