I Crónicas 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 43 versitos |
1 Cuando el arca de la alianza del Señor entraba en la Ciudad de David, Mical, hija de Saúl, estaba mirando por la ventana, y al ver al rey David haciendo cabriolas y bailando lo despreció en su interior.
2

El Arca en la tienda
2 Sm 6,17-19

Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios,
3 y cuando David terminó de ofrecerlos bendijo al pueblo en nombre del Señor.
4 Luego repartió a todos los israelitas, hombres y mujeres, una porción de pan, una tajada de carne y un pastel de pasas de uva a cada uno.
5 A algunos levitas los puso al servicio del arca del Señor para que invocasen, dieran gracias y alabasen al Señor, Dios de Israel.
6 Asaf, jefe; Zacarías, segundo; luego Uziel, Semiramot, Yejiel, Matitías, Eliab, Benayas, Obededón y Yeguiel, con arpas y cítaras. Asaf tocaba los platillos.
7 Los sacerdotes Benayas y Yajziel tocaban las trompetas a diario delante del arca de la alianza de Dios.
8 Aquel día, David dispuso por primera vez que el Señor fuera alabado por Asaf y sus hermanos de esta manera:
9 Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
hagan conocer entre los pueblos
sus hazañas;
10 canten al Señor
al son de instrumentos,
comenten todas sus maravillas;
11 gloríense de su Nombre santo,
que se alegren
los que buscan al Señor.
12 Recurran al Señor y a su poder,
busquen siempre su presencia.
13 Recuerden las maravillas que hizo,
sus prodigios
y las sentencias de su boca.
14 ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
15 El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
16 Se acuerda siempre de su alianza,
de la palabra dada,
por mil generaciones;
17 de la alianza sellada con Abrahán,
y el juramento hecho a Isaac, confirmado como ley para Jacob,
como alianza eterna para Israel:
18 A ti te daré el país cananeo
como lote de tu herencia.
19 Cuando eran
un grupo muy pequeño,
y eran extranjeros
en aquellas regiones,
20 cuando andaban errantes
de pueblo en pueblo,
y pasaban de un reino a otra nación,
21 a nadie le permitió oprimirlos
y por ellos castigó a reyes:
22 No toquen a mis ungidos,
no maltraten a mis profetas.
23 Cante al Señor la tierra entera,
pregonen día tras día su victoria.
24 Cuenten a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
25 porque el Señor es grande
y muy digno de alabanza;
más temible que todos los dioses.
26 Porque los dioses de los paganos
son apariencia,
mientras que el Señor hizo los cielos;
27 honor y majestad
están en su presencia,
fuerza y belleza en su santuario.
28 Aclamen al Señor,
familias de los pueblos,
aclamen la gloria y poder del Señor,
29 aclamen la gloria
del nombre del Señor,
entren en sus atrios
trayéndole ofrendas;
póstrense ante el Señor
en el atrio sagrado,
30 tiemble en su presencia
la tierra entera.
Él afianzó el mundo y no vacilará.
31 Alégrense los cielos,
goce la tierra,
y digan los pueblos: El Señor es rey.
32 Retumbe el mar
y todo lo que hay en él,
regocíjese el campo
y todos sus frutos,
33 aclamen los árboles silvestres
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a gobernar la tierra.
34 Den gracias al Señor
porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
35 Digan:
Sálvanos, Señor Dios nuestro,
reúnenos y líbranos de las naciones,
para que demos gracias
a tu santo Nombre
y alabarte será nuestra gloria.
36 Bendito el Señor Dios de Israel,
desde siempre y por siempre.
Todo el pueblo respondió:
¡Amén! ¡Aleluya!
37 A Asaf y a sus hermanos los dejó al cuidado del arca de la alianza del Señor para que prestasen ante ella su servicio permanente, según los ritos de cada día.
38 A Obededón, hijo de Yedutún, a Josá y a sesenta y ocho de su familia los nombró porteros.
39 Al sacerdote Sadoc y a sus hermanos los sacerdotes los encargó del santuario del Señor, que se encontraba en el santuario de Guibeá,
40 para que diariamente ofreciesen al Señor en el altar el holocausto matutino y el vespertino, de acuerdo con todo lo escrito en la Ley que el Señor dictó a Israel.
41 Con ellos, Hemán, Yedutún y los demás escogidos y designados por su nombre para cantar al Señor: Es eterna su misericordia.
42 Éstos tenían trompetas, platillos y otros instrumentos para acompañar los cantos del Señor. Los hijos de Yedutún eran porteros.
43 Después se marcharon todos, cada cual a su casa, y David se dirigió para bendecir su casa.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

I Crónicas 16,1-43Traslado definitivo - El Arca en la tienda. A partir de los datos de 2Sa_6:12-16 el Cronista reconstruye toda una liturgia coral, con nombres y ceremonias perfectamente organizadas. El énfasis recae en el papel de los levitas quienes son los encargados de transportar el Arca. Sobresale la importancia del canto y la música, y la atmósfera de alegría y fiesta.
El Cronista construye en 16,8-36 un salmo de alabanza que pone de relieve el papel principal de los levitas: la alabanza a Dios que casi sustituye el culto sacrificial propio de los sacerdotes. En realidad es un poema compuesto por los Sal_105:1-15 (Sal_16:8-22), Sal_96:1-13 (Sal_16:23-33) y Sal_106:1.47-48 (Sal_16:34-36), que alaba al Señor por su obra salvadora.
Después de la inauguración del culto en Jerusalén se menciona el culto en Guibeá (Sal_16:39-42) relacionándolo con la Tienda del desierto (Éxo_29:38-42; Núm_28:3-8). De esta manera podrá justificarse más adelante la presencia de Salomón en este lugar (2Cr_1:1-13).