I Crónicas 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 55 versitos |
1 Hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón,
2 Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.
3

La tribu de Judá y la casa de David
Hijos de Judá I

Hijos de Judá: Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de una cananea llamada Súa. Er, el primogénito de Judá, no agradaba al Señor, y el Señor lo hizo morir.
4 Tamar, su nuera, tuvo de él dos hijos: Fares y Zéraj. En total, los hijos de Judá fueron cinco.
5 Hijos de Fares: Jesrón y Jamul.
6 Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Calcol y Dardá; cinco en total.
7 Hijo de Carmí: Acar, que trajo la desgracia sobre Israel, al tomar lo que Dios había ordenado que se destruyera por completo.
8 Hijo de Etán: Azarías.
9 Hijos que le nacieron a Jesrón: Yerajmeel, Ram y Qelubay.
10 Ram engendró a Aminadab. Aminadab engendró a Najsón, príncipe de los judíos.
11 Najsón engendró a Salmá. Salmá engendró a Booz.
12 Booz engendró a Obed. Obed engendró a Jesé.
13 Jesé engendró a Eliab, su primogénito; a Abinadab, el segundo; a Simeá, el tercero;
14 a Netanel, el cuarto; a Raday, el quinto;
15 a Osen, el sexto, y a David, el séptimo.
16 Sus hermanas fueron Seruyá y Abigaíl.
Hijos de Seruyá: Abisay, Joab y Asael, tres.
17 Abigaíl dio a luz a Amasá. El padre de Amasá fue Yéter, el ismaelita.
18 Caleb, hijo de Jesrón, tuvo hijos de Azubá, su mujer, y de Yeriot. Los hijos que tuvo de Azubá fueron: Yéser, Sobab y Ardón.
19 Cuando murió Azubá, Caleb se casó con Efrata, que le dio a Jur.
20 Jur engendró a Urí, y éste a Besalel.
21 Cuando Jesrón tenía sesenta años se unió a la hija de Maquir, padre de Galaad, y ella le dio a luz a Segub.
22 Segub engendró a Yaír, que tuvo veintitrés ciudades en la tierra de Galaad.
23 Los guesureos y los sirios les arrebataron los pueblos de Yaír y Quenat y sus campamentos, hasta un total de sesenta ciudades. Todos éstos eran hijos de Maquir, padre de Galaad.
24 Después de la muerte de Jesrón, Caleb se unió a Efrata, que le dio a Asjur, fundador de Tecua.
25 Los hijos de Yerajmeel, primogénito de Jesrón, fueron: Ram, el primogénito; Buná, Oren y Osen, sus hermanos.
26 Yerajmeel tuvo otra mujer, llamada Atará, que fue madre de Onán.
27 Los hijos de Ram, primogénito de Yerajmeel, fueron: Maas, Yamín y Equer.
28 Los hijos de Onán fueron: Samay y Yadá. Hijos de Samay: Nadab y Abisur.
29 La mujer de Abisur se llamaba Abijaíl; le dio a Ajbán y Molid.
30 Hijos de Nadab: Séled y Apaym. Séled murió sin hijos.
31 Hijo de Apaym: Yiseí. Hijo de Yiseí: Sesán. Hijo de Sesán: Ajlay.
32 Hijos de Yadá, hermano de Samay: Yéter y Jonatán. Yéter murió sin hijos.
33 Hijos de Jonatán: Pélet y Zazá. Éstos son los descendientes de Yerajmeel.
34 Sesán no tuvo hijos, pero sí hijas. Sesán tenía un esclavo egipcio llamado Yarjá,
35 y le dio a una de sus hijas por mujer; ésta dio a luz a Atay.
36 Atay engendró a Natán; Natán engendró a Zabad;
37 Zabad engendró a Eflal; Eflal engendró a Obed;
38 Obed engendró a Jehú; Jehú engendró a Azarías;
39 Azarías engendró a Jales; Jales engendró a Eleasá;
40 Eleasá engendró a Sismay; Sismay engendró a Salún;
41 Salún engendró a Yecamías; Yecamías engendró a Elisamá.
42 Hijos de Caleb, hermano de Yerajmeel: Mesá, el primogénito, que fue padre de Zif, y Maresá, padre de Hebrón.
43 Hijos de Hebrón: Córaj, Tapuj, Requen y Sama.
44 Sama engendró a Rajan, padre de Yorqueán. Requen engendró a Samay.
45 Hijo de Samay: Maón, fundador de Bet-Sur.
46 Efá, concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazez. Jarán engendró a Gazez.
47 Hijos de Yohday: Reguen, Yotán, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf.
48 Maacá, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjaná.
49 También parió a Sáaf, fundador de Macmená, y a Sevá, fundador de Macbená y Guibeá. Hija de Caleb fue Acsa.
50 Éstos fueron los descendientes de Caleb, descendiente de Jur, primogénito de Efrata: Sobal, fundador de Quiriat Yearim;
51 Salmá, fundador de Belén; Jaref, fundador de Bet-Gader.
52 Sobal, fundador de Quiriat Yearim, fue padre de Reayas y antepasado de la mitad de los manajteos.
53 Clanes de Quiriat Yearim: yetureos, futeos, sumateos y misraítas. De ellos salieron los soraítas y estaulitas.
54 Descendientes de Salmá: Belén y los netofateos, Atarot, Bet-Joab, la mitad de los manajteos y los soraítas.
55 Clanes de los sofritas que viven en Yabés: los tirateos, simateos y sucateos. Éstos eran los quenitas, descendientes de Jamat, antepasado de los recabitas.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Crónicas 2,3La tribu de Judá y la casa de David. El texto está divido en tres partes. En el centro contiene una genealogía de la casa de David (3,1-24) enmarcada por dos genealogías de la tribu de Judá (2,3-55 y 4,1-23). De esta manera el Cronista quiere expresar que la dinastía davídica está indisolublemente ligada a la historia de esta tribu (1Cr_28:4).


I Crónicas 2,4-55Hijos de Judá I. El capítulo se centra en los hijos de Judá, cuya línea principal sigue la descendencia de los dos hijos tenidos con Tamar: Fares y Zéraj, poniendo especial atención a los descendientes de Fares de los cuales nacerá David. Aparece discretamente el tema de la retribución inmediata, una constante teológica del Cronista (3).