I Crónicas 21 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO Y ORGANIZACIÓN DEL REINO
Censo de Israel
2 Sm 24,1-25

Satán se alzó contra Israel e instigó a David a hacer un censo de Israel.
2 David ordenó a Joab y a los jefes de la tropa:
– Vayan a hacer el censo de Israel, desde Berseba hasta Dan, y tráiganme el resultado para que yo sepa cuánta gente tengo.
3 Joab respondió:
– Que el Señor multiplique a su pueblo por cien. Pero si todos están sometidos a su majestad, ¿qué pretende mi señor con este censo? Va a acarrear una culpa a Israel.
4 Pero la orden del rey se impuso al parecer de Joab, que se puso en camino y recorrió todo Israel.
5 Cuando volvió a Jerusalén entregó a David los resultados del censo: en Israel había un millón cien mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá, cuatrocientos setenta mil.
6 A Leví y Benjamín Joab no los incluyó en el censo porque detestaba la orden del rey.
7 Dios lo desaprobó y castigó a Israel.
8 Entonces David dijo a Dios:
– He cometido un grave error al hacer este censo. Ahora, perdona la culpa de tu servidor, porque he hecho una locura.
9 El Señor dijo a Gad, vidente de David:
10 – Ve a decir a David: Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno y yo lo ejecutaré.
11 Gad se presentó a David y le comunicó:
– Así dice el Señor: Escoge o
12 tres años de hambre, o tres meses huyendo de tus enemigos y perseguido por la espada de tus adversarios, o tres días de espada del Señor, es decir, de peste en el país, mientras el ángel del Señor hace estragos en todo el territorio de Israel. ¿Qué le respondes al que me ha enviado?
13 David contestó a Gad:
– Estoy en un gran apuro. Mejor es caer en manos de Dios, que es muy compasivo, que caer en manos de hombres.
14 El Señor mandó entonces la peste a Israel y murieron setenta mil israelitas.
15 Luego envió Dios un ángel a Jerusalén para asolarla. Pero apenas había comenzado lo vio el Señor, se arrepintió del castigo y dijo al ángel exterminador:
– Basta, detén tu mano.
El ángel del Señor se encontraba junto a la era de Ornán, el jebuseo.
16 David alzó los ojos y vio al ángel del Señor erguido entre tierra y cielo, con la espada desnuda en su mano, apuntando hacia Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de saco, cayeron rostro en tierra.
17 Entonces David dijo a Dios:
– Soy yo quien ordenó el censo del pueblo. Soy yo el que ha pecado. Soy yo el culpable. ¿Qué han hecho estas ovejas? Señor, Dios mío, descarga la mano sobre mí y sobre mi familia, pero no hieras a tu pueblo.
18 Entonces Gad, por orden del ángel del Señor, le dijo a David que fuese a edificar un altar al Señor en la era de Ornán, el jebuseo.
19 Fue David, según le había dicho Gad en nombre del Señor.
20 Ornán se hallaba trillando el trigo y sus cuatro hijos se habían escondido; se volvió y vio al ángel.
21 David se acercó a Ornán y éste, al ver a David, salió de la era y se postró ante él rostro en tierra.
22 David dijo a Ornán:
– Dame la era para construir un altar al Señor. Es para que cese la mortandad en el pueblo. Te pagaré su precio exacto.
23 Ornán le respondió:
– Tómela su majestad, y haga lo que le parezca. Le doy también los bueyes para los holocaustos, los trillos para leña y el trigo como ofrenda. Se lo doy todo.
24 Pero el rey David le dijo:
– No, no. Lo compraré por su justo precio. No voy a tomar lo tuyo para ofrecer al Señor víctimas que no me cuestan.
25 David le dio a Ornán seiscientos gramos de oro por la era.
26 Construyó allí un altar al Señor. Ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, invocó al Señor, que le respondió enviando fuego del cielo sobre el altar de los holocaustos.
27 Y el Señor ordenó al ángel que envainase la espada.
28 Entonces, al ver David que el Señor le respondía en la era de Ornán, el jebuseo, ofreció allí sacrificios.
29 El santuario del Señor que hizo Moisés en el desierto y el altar de los holocaustos se encontraban por entonces en el santuario de Guibeá.
30 Pero David no se atrevió a ir allá a consultar a Dios porque lo aterraba la espada del ángel del Señor.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Crónicas 21,1Construcción del Templo y organización del reino (Cap. 21-29). Estos capítulos están dedicados a la organización del culto y del clero. El relato del censo depende de 2 Sm 24, mientras que los capítulos 22-29 son propios del Cronista. Se suele pensar que los capítulos 22-27 fueron incluidos posteriormente dado que cortan el ritmo de la narración en 21,30 que posteriormente se vuelve a retomar en 28,1.


I Crónicas 21,2-30Censo de Israel. El episodio del censo y de la peste son importantes porque justifican la compra del terreno donde se alzará el nuevo Templo (18). En los dos episodios, a través de un pecado, un castigo y una expiación, se llega a la feliz elección del lugar. Dios queda más remoto, aunque su soberanía domina todo el proceso. El lugar más próximo al hombre lo ocupan el ángel y el personaje nuevo, Satán. Son dos figuras sobrehumanas que se oponen en su actividad, no en confrontación directa sino en un proceso referido al hombre. Este Satán es el espíritu tentador que se insinúa en la mente del hombre (1Re_22:22; Job_1:6; Zac_3:1s; Sal_36:2). De este personaje procede el mal deseo y proyecto de David, el Señor queda libre de responsabilidad. El otro personaje es un ángel exterminador, como el de Éxo_13:23, solo que ejecuta la sentencia divina contra Israel. El rey no debía contar súbditos para gloriarse de su fuerza porque eso sería tentar a Dios.