I Crónicas 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 43 versitos |
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Hijos de Judá II

Hijos de Judá: Fares, Jesrón, Carmí, Jur y Sobal.
2 Reayas, hijo de Sobal, engendró a Yájat; Yájat engendró a Ajumay y Láhad. Estos fueron los clanes de los soraítas.
3 Hijos de Etán: Yezrael, Yismá y Yidbás, que tenían una hermana llamada Haslelfoni.
4 También Penuel, que fundó Guedor, y Ezer, que fundó Jusá.
Hijos de Jur: Efrata, el primogénito, que fundó Belén.
5 Asjur, fundador de Tecua, tuvo dos mujeres: Jelá y Naará.
6 Naará le dio a Ajuzán, Jéfer, Temní y Ajastarí; éstos fueron los hijos de Naará.
7 Hijos de Jelá: Séret, Yesójar y Etnán.
8 Cos fue el padre de Anub, de Sobebá y de los clanes de Ajarjel, hijo de Harún.
9 Yabés fue más importante que sus hermanos; su madre le puso este nombre porque decía: Lo he dado a luz con dolores.
10 Yabés hizo esta petición al Dios de Israel: Bendíceme, ensancha mi territorio y ayúdame. Presérvame del mal para que no padezca. Dios le concedió lo que había pedido.
11 Quelub, hermano de Sujá, engendró a Mejir, que fue padre de Estón.
12 Estón engendró a Bet-Rafá, Pasej y Tejiná, fundador de Quiriat Najás. Éstos fueron los hombres de Recá.
13 Hijos de Quenaz: Otniel y Serayas. Hijo de Otniel: Jatat.
14 Meonotay engendró a Ofrá. Serayas engendró a Joab, fundador de Gue Harasim, porque eran herreros.
15 Hijos de Caleb, hijo de Jefoné: Iru, Elá y Naan. Hijo de Elá: Quenaz.
16 Hijos de Yehalelel: Zif, Zifá, Tiriá y Asarel.
17 Hijos de Esdras: Yéter, Méred, Efer y Yalón. Yéter engendró a Miriam, Samay y Yisbaj, fundador de Estemoa.
18 Méred se casó con Bitia, hija del Faraón. Ésta le dio a Yéred, fundador de Guedor; a Jéber, fundador de Socó, y a Yecutiel, fundador de Zanoj.
19 Los hijos que tuvo de su otra mujer, Odía, hermana de Najan, fueron: el padre de Queilá, el garmita, y Estemoa, el macateo.
20 Hijos de Simón: Amnón, Riná, Ben-Janán y Tilón. Hijos de Yiseí: Zojet y Ben-Zojet.
21 Hijos de Selá, hijo de Judá: Er, fundador de Lecá; Laedá, fundador de Maresa; los clanes que trabajan el lino en Bet-Asbé;
22 Joaquín, los hombres de Cozebá, Joás y Saraf, que dominaron en Moab; luego volvieron a Belén. – Estos datos son muy antiguos– .
23 Eran alfareros; habitaban en Netaim y en Guedera, junto al rey, y trabajaban para él.
24

SIMEÓN Y LAS TRIBUS TRASJORDÁNICAS
Descendientes de Simeón

Hijos de Simeón: Nemuel, Yamín, Yarib, Zéraj y Saúl. Descendientes de Saúl:
25 Salún; el hijo de éste, Mibsán, y el de éste, Mismá.
26 Descendientes de Mismá: su hijo Jamuel; el de éste, Zacur, y el de éste, Simeí.
27 Simeí tuvo dieciséis hijos y seis hijas. Sus hermanos no tuvieron muchos hijos y sus familias no se multiplicaron tanto como las de los hijos de Judá.
28 Habitaban en Berseba, Moladá y Jasar Sual,
29 Bilhá, Esen, Tolad,
30 Betuel, Jormá, Sicelag,
31 Bet Marcabot, Jasar Susim, Bet-Birí y Saaraim. Éstas fueron sus ciudades hasta que David subió al trono.
32 Sus pueblos eran Etán, Ayin, En Rimmón, Toquen y Asán: cinco.
33 Y los pueblos que rodeaban estas ciudades, hasta Baal.
34 Éstos son los sitios donde residían.
Registro de sus clanes: Mesobab, Yamlec; Yosá, hijo de Amasías;
35 Joel, Jehú, hijo de Yosibías, hijo de Serayas, hijo de Asiel.
36 Elioenay, Jacoba, Yesojayas, Asayas, Adiel, Yesimiel, Benayas,
37 Zizá, hijo de Sifeí, hijo de Alón, hijo de Yedayas, hijo de Simrí, hijo de Semayas.
38 Eran jefes de sus clanes; sus familias fueron muy numerosas.
39 Buscando pastos para sus ganados, llegaron a las inmediaciones de Guedor, hasta el oriente del valle.
40 Encontraron pastos abundantes y buenos en una región espaciosa, tranquila y apacible; antes la habitaban los camitas.
41 Éstos, cuyos nombres hemos consignado anteriormente, vinieron en tiempos de Ezequías de Judá, atacaron sus campamentos y a los meunitas que se encontraban allí y los destruyeron por completo hasta el día de hoy. Ocuparon su puesto, porque allí había pasto para el ganado.
42 Quinientos de ellos, de los descendientes de Simeón, se dirigieron a la montaña de Seír mandados por Felatías, Nearías, Refayas y Uziel, hijos de Yiseí.
43 Derrotaron a los supervivientes de Amalec y han habitado allí hasta el día de hoy.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Crónicas 4,1-23Hijos de Judá II. El Cronista añade complementos a las listas de descendientes de Judá del capítulo 2.


I Crónicas 4,24Simeón y las tribus transjordánicas. Después de Judá son presentadas las tribus de Simeón y de la trasjordania: Rubén, Gad y parte de Manasés, de las cuales resalta su infidelidad a Dios por lo cual fueron deportadas.
I Crónicas 4,25-43Descendientes de Simeón. Con respecto a Simeón, desde muy antiguo se le asoció a la tribu de Judá (Jos 15; 19,1-8) por la que será finalmente absorbido en tiempos de David según el Cronista (4,31).