I Crónicas 7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 40 versitos |
1

LAS DEMÁS TRIBUS
Descendientes de Isacar
Nm 26,23-25

Hijos de Isacar: Tolá, Puvá, Yasub y Simrón, cuatro.
2 Hijos de Tolá: Uzí, Refayas, Yeriel, Yajmay, Yibsán y Samuel, jefes de familia de Tolá, hombres de armas. En tiempos de David eran veintidós mil seiscientos.
3 Hijo de Uzí: Yizrajías. Hijos de Yizrajías: Miguel, Abdías, Joel, Yisías; cinco jefes en total.
4 Según su árbol genealógico por familias, contaban con un ejército de treinta y seis mil hombres de guerra, porque tenían muchas mujeres e hijos.
5 Sus parientes de todos los clanes de Isacar eran ochenta y siete mil hombres de armas; todos estaban registrados.
6

Descendientes de Benjamín
Nm 26,38-41

Hijos de Benjamín: Bela, Béquer y Yediael, tres.
7 Hijos de Bela: Esbón, Uzí, Uziel, Yerimot e Irí, cinco. Eran jefes de familia y hombres de armas. Estaban registrados veintidós mil treinta y cuatro.
8 Hijos de Béquer: Zemirá, Joás, Eliezer, Elioenay, Omrí, Yeremot, Abías, Anatot y Alémet; todos ellos eran hijos de Béquer, jefes de familia y hombres de armas, según consta en su árbol genealógico.
9 Estaban registrados veinte mil doscientos.
10 Hijo de Yediael: Bilhán. Hijos de Bilhán: Yeús, Benjamín, Ehud, Quenaná, Zetán, Tarsis y Ajisájar,
11 todos ellos eran descendientes de Yediael, jefes de familia y hombres de armas. Contaban con un ejército de diecisiete mil doscientos hombres.
12 Los sufitas y jufitas eran hijos de Irí; los jusitas, de Ajer.
13

Descendientes de Neftalí
Nm 26,48-50

Hijos de Neftalí: Yajsiel, Guní, Yéser y Salún. Éstos eran hijos de Bilhá.
14

Descendientes de la otra mitad de Manasés
Nm 26,29-33

Hijo de Manasés nacido de su concubina, una aramea: Maquir, padre de Galaad.
15 Maquir se casó con una mujer llamada Maacá. El segundo hijo se llamaba Selofjad; Selofjad tuvo hijas.
16 Maacá, esposa de Maquir, dio a luz un hijo y lo llamó Fares; su hermano se llamaba Seres, y fueron sus hijos Ulán y Requen.
17 Hijo de Ulán: Bedán. Éstos son los hijos de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés.
18 Su hermana Hamoléquet parió a Ishod, Abiézer y Majlá.
19 Hijos de Semidá: Ajián, Siquén, Licjí y Anián.
20

Descendientes de Efraín
Nm 26,35-37

Hijos de Efraín: Sutélaj, padre de Béred, padre de Tájat, padre de Eleadá, padre de Tájat,
21 padre de Zabad, padre de Sutélaj; a otros dos hijos, Ezer y Elead, los mataron los nativos de Gat cuando bajaron a recoger su ganado.
22 Su padre, Efraín, llevó luto por ellos durante mucho tiempo; sus parientes vinieron a consolarlo.
23 Luego se unió a su mujer, que concibió y dio a luz un hijo; lo llamó Beriá, por la desgracia que había afectado a la familia.
24 Tenía una hija llamada Será, que construyó Bet-Jorón Alta, Bet-Jorón Baja y Uzenserá.
25 Tenía un hijo llamado Réfaj, padre de Résef, padre de Télaj, padre de Tajan,
26 padre de Ladán, padre de Amihud, padre de Elisamá,
27 padre de Nun, padre de Josué.
28 Sus posesiones y lugares de residencia: Betel y sus poblados; a oriente, Naarán; a occidente, Guézer, Siquén y Ayá con sus poblados.
29 En poder de Manasés estaban Beisán, Tanac, Meguido y Dor con sus respectivos poblados. En ellas habitaron los descendientes de José, hijo de Israel.
30

Descendientes de Aser
Nm 26,44-47

Hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá y su hermana Séraj.
31 Hijos de Beriá: Jéber y Malquiel, padre de Birzait.
32 Jéber engendró a Yaflet, Somer, Yotán y a Suá, hermana de éstos.
33 Hijos de Yaflet: Pasac, Bimhal y Asvat. Éstos son los hijos de Yaflet.
34 Hijos de Somer: Ají, Rohgá, Yejubá y Aram.
35 Hijos de Elen, su hermano: Sofaj, Yimná, Seles y Amal.
36 Hijos de Sofaj: Suj, Jarnéfer, Sual, Berí, Yimrá,
37 Béser, Hod, Samá, Silsá, Yitrán y Beerá.
38 Hijos de Yéter: Jefoné, Fispá y Ará.
39 Hijos de Ulá: Araj, Janiel y Risiá.
40 Todos estos descendientes de Aser eran jefes de familia, hombres de armas selectos, jefes con mando. Estaban alistados en el ejército. Contaban veintiséis mil hombres.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Crónicas 7,1-40Las demás tribus. Estos capítulos contienen noticias muy cortas de las demás tribus de Israel: Isacar, Benjamín, Manasés, Efraín y Aser. Casi nos se dice nada de Neftalí, mientras que Dan y Zabulón no aparecen, pues ya no existen en época del Cronista. La reaparición de los benjaminitas en 8,1-32 tiene como objetivo enlazar con Jerusalén (8,28.32) y con el rey Saúl (8,33) protagonista del capítulo 10, del cual encontramos su árbol genealógico (8,33-40).