II Crónicas  34 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1

Josías de Judá (640-609)
2 Re 22,1– 23,30

Cuando Josías subió al trono tenía ocho años y reinó en Jerusalén treinta y un años.
2 Hizo lo que el Señor aprueba. Imitó la conducta de su antepasado David, sin desviarse a derecha ni izquierda.
3 El año octavo de su reinado, cuando todavía era un muchacho, comenzó a servir al Dios de su antepasado David, y el año doce empezó a purificar a Judá y a Jerusalén de santuarios paganos, de postes sagrados, de estatuas e ídolos.
4 Destruyeron en su presencia los altares de los baales y derribó los incensarios que había sobre ellos; destrozó los postes sagrados, y a los ídolos y estatuas los trituró hasta reducirlos a polvo, y lo esparció sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó sobre sus altares los huesos de los sacerdotes. Así purificó a Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta de Neftalí, en todos sus lugares,
7 destruyó los altares, trituró hasta hacer polvo los postes sagrados y las estatuas y derribó los incensarios en todo el territorio de Israel. Luego volvió a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, cuando terminó de purificar el país y el templo, mandó a Safán, hijo de Asalías, al alcalde Maseyas y al canciller Yoaj, hijo de Joacaz, a reparar el templo del Señor, su Dios.
9 Se presentaron al sumo sacerdote, Jelcías, para recoger el dinero ingresado en el templo por las colectas de los porteros levitas en Manasés, Efraín, el resto de Israel, y en Judá, Benjamín y la población de Jerusalén.
10 Lo entregaron a los encargados de las obras del templo, y los maestros de obras que trabajaban en el templo lo dedicaron a reparar y restaurar el edificio,
11 entregándolo a los carpinteros y albañiles para comprar piedras talladas para los muros y madera para las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado arruinarse.
12 Aquellos hombres realizaron su trabajo con toda honradez. Estaban designados para dirigir las obras los levitas Yájat y Abdías, descendientes de Merarí, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Quehat. Los levitas, como sabían tocar diversos instrumentos,
13 acompañaban a los acarreadores y dirigían a todos los obreros, cualquiera que fuese su tarea. Otros levitas eran secretarios, inspectores y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero ingresado en el templo, el sacerdote Jelcías encontró el libro de la ley del Señor escrito por Moisés.
15 Entonces Jelcías dijo al cronista Safán:
– He encontrado en el templo el libro de la ley.
Y se lo entregó a Safán.
16 Éste se lo llevó al rey cuando fue a darle cuenta de su tarea.
– Tus siervos ya han hecho todo lo que les mandaste.
17 Recogieron el dinero que había en el templo y se lo entregaron a los encargados y a los obreros.
18 Y le comunicó la noticia:
– El sacerdote Jelcías me ha dado un libro.
Safán lo leyó ante el rey,
19 y cuando éste oyó el contenido de la ley se rasgó los vestidos
20 y ordenó a Jelcías, a Ajicán, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miqueas, al cronista Safán y al funcionario real Asayas:
21 – Vayan a consultar al Señor por mí, por el resto de Israel y por Judá a propósito del libro encontrado; porque el Señor está enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron la Palabra del Señor, cumpliendo lo prescrito en este libro.
22 Jelcías y los designados por el rey fueron a ver a la profetisa Julda, esposa del guardarropa Salún, hijo de Ticua, de Jasrá, que vivía en Jerusalén, en el Barrio Nuevo. Le expusieron el caso
23 y ella les respondió:
– Así dice el Señor, Dios de Israel: Díganle al que los ha enviado:
24 Así dice el Señor: Yo voy a traer la desgracia sobre este lugar y sus habitantes, todas las maldiciones escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá.
25 Por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, irritándome con sus ídolos, está ardiendo mi cólera contra este lugar, y no se apagará.
26 Y al rey de Judá, que los ha enviado a consultar al Señor, díganle: Así dice el Señor, Dios de Israel:
27 Por haber escuchado estas palabras con dolor de corazón, humillándote ante Dios al oír sus amenazas contra este lugar y sus habitantes, porque te has humillado ante mí, te has rasgado los vestidos y llorado en mi presencia, también yo te escucho – oráculo del Señor– .
28 Cuando yo te reúna con tus padres te enterrarán en paz, sin que lleguen a ver tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar y a sus habitantes.
Ellos llevaron la respuesta al rey,
29 y éste dio órdenes para que se presentasen los ancianos de Judá y de Jerusalén.
30 Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo.
31 Después, de pie sobre su estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo su corazón y con toda su alma, poniendo en práctica las cláusulas de la alianza escritas en este libro.
32 Hizo suscribir la alianza a todos los que se encontraban en Jerusalén. La población de Jerusalén actuó según la alianza del Dios de sus padres.
33 Josías suprimió las infames prácticas que había en todos los territorios israelitas e hizo que todos los residentes en Israel diesen culto al Señor, su Dios. Durante su vida no se apartaron del Señor, Dios de sus padres.

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Introducción a II Crónicas 

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Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Crónicas  34,1-33Josías de Judá. El relato se basa 2Re_22:1-23, 30. El Cronista presenta la reforma de Josías de manera distinta que el Libro de los Reyes. Coloca al comienzo la reforma como acto de limpieza radical de cualquier forma de idolatría, limpieza que incluso va más allá de los límites del reino de Judá. Posteriormente relata el descubrimiento del Libro de la Ley (2Re_34:14-21) que motivaría una nueva reforma religiosa (33). El relato de la Pascua de Josías es mucho más extenso que el narrado en 2Re_23:21-23. En este relato pone de relieve el papel de los levitas sobre el de los sacerdotes (2Re_35:3-6). Los versículos. 35,7-9 muestran que la celebración familiar de la Pascua se ha transformado en una fiesta nacional, donde además de la inmolación de los corderos, se incluyen holocaustos de comunión en los que el pueblo está llamado a participar (35,10-17). El relato de la muerte de Josías (35,20-27) muestra que, si bien Josías fue un monarca piadoso y gran reformador, éste murió trágicamente en una batalla inútil contra el faraón Necó, que no estaba en guerra contra Judá (35,21). Esto supuso un escándalo o un misterio para el pueblo. El Cronista interpreta la muerte de Josías, de algún modo, como signo de la desaprobación divina a un pecado personal. De manera sorprendente el pecado es descrito como un rechazo a escuchar la Palabra de Dios pronunciada por el faraón Necó (35,22). Desconocemos el texto de las Lamentaciones que se refiere el autor en 35,25.