Ester  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
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Edicto real en contra de los judíos

Copia de la carta:
El emperador Artajerjes a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, y a los jefes de distrito bajo sus órdenes:
Jefe de muchas naciones y señor de toda la tierra, procuro no ensoberbecerme con la arrogancia que da el poder, sino gobernar siempre equitativa y benévolamente, para que mis súbditos disfruten siempre de una vida sin tormentas. Ofreciendo así una política humana, y dejando libertad dentro de nuestras fronteras, intento restablecer la paz tan deseada de todos.
Al consultar a mis consejeros cómo se podría conseguir esto, Amán, que se distingue por su prudencia, hombre de una dedicación sin igual, de una fidelidad inquebrantable y probada y que por eso ha recibido el honor de ocupar el segundo lugar en el reino,
nos ha informado de que entre todos los pueblos de la tierra hay un pueblo odioso, con un régimen jurídico opuesto al de todas las naciones, que desprecia continuamente las órdenes reales, hasta el punto de estorbar nuestra política irreprochable y recta.
Por eso, considerando que este pueblo singular, enemigo de todos y completamente aparte por su legislación, enemigo de nuestros intereses, comete los peores crímenes, hasta el punto de amenazar la estabilidad de nuestro reinado.
Ordenamos que el día catorce del mes duodécimo, el mes de marzo, del presente año todos los que se les indican en la carta de Amán, nuestro jefe de gobierno, que es como nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz, con sus mujeres y niños, por la espada de sus enemigos, sin compasión ni miramiento alguno,
para que, arrojados violentamente al sepulcro en un solo día estos enemigos de ayer y de hoy, nuestra política marche en el futuro con seguridad y orden perpetuos.

Tristeza de los judíos

Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal, se echó ceniza y salió por la ciudad lanzando gritos de dolor:
–¡Desaparece un pueblo inocente!
2 Y llegó hasta la puerta del palacio real, por la que nadie podía pasar vistiendo un sayal.
3 De provincia en provincia, según se iba publicando el decreto real, todo era un gran duelo, ayuno, llanto y luto para los judíos; muchos se acostaron sobre ceniza vestidos de penitencia.
4 Las esclavas y los eunucos de Ester fueron a decírselo, y la reina se llenó de angustia; mandó ropa a Mardoqueo para que se vistiera y se quitara el sayal, pero Mardoqueo no la aceptó.
5 Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos reales al servicio de la reina, y lo mandó a ver a Mardoqueo para informarse de lo que pasaba y por qué hacía aquello.
6 Hatac fue a hablar con Mardoqueo, que estaba en la plaza, ante la puerta de palacio.
7 Mardoqueo le comunicó lo que había pasado: le contó en detalle lo del dinero que Amán había prometido ingresar en el tesoro real a cambio del exterminio de los judíos;
8 y le dio una copia del decreto que había sido promulgado en Susa ordenando el exterminio de los judíos, para que se la enseñara a Ester y le informara, que mandase a la reina presentarse al rey intercediendo en favor de los suyos.
Súplica de Mardoqueo a Ester
Que le dijese:
Acuérdate de cuando eras pequeña y yo te daba de comer. El virrey Amán ha pedido nuestra muerte.
Invoca al Señor, habla al rey en favor nuestro, líbranos de la muerte.
9

Instrucciones de Ester a Mardoqueo

Hatac transmitió a Ester la respuesta de Mardoqueo,
10 y Ester le dio este recado para Mardoqueo:
11 – Los funcionarios reales y la gente de las provincias del Imperio saben que, por decreto real, cualquier hombre o mujer que se presente al rey en el patio interior sin haber sido llamado es reo de muerte; a no ser que el rey, extendiendo su cetro de oro, le perdone la vida. En cuanto a mí, hace un mes que el rey no me ha llamado.
12 Cuando Mardoqueo recibió la respuesta de Ester,
13 ordenó que le contestaran:
– No creas que por estar en palacio vas a ser tú la única que quede con vida entre todos los judíos. ¡Ni mucho menos!
14 Si ahora te niegas a hablar, la liberación y la ayuda les vendrán a los judíos de otra parte, pero tú y tu familia desaparecerán. ¡Quién sabe si no has subido al trono para una ocasión como ésta!
15 Entonces Ester envió esta respuesta a Mardoqueo:
16 – Vete a reunir a todos los judíos que viven en Susa; ayunen por mí. No coman ni beban durante tres días con sus noches. Yo y mis esclavas haremos lo mismo, y al acabar me presentaré ante el rey, incluso contra su orden. Si hay que morir, moriré.
17 Mardoqueo se fue a cumplir las instrucciones de Ester.

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Introducción a Ester 

ESTER

Contexto histórico. Tres libros narrativos tardíos corresponden a la diáspora judía y están situados con coordenadas ficticias. Tobías entre los deportados israelitas de Asiria; Daniel, entre los deportados de Babilonia; y Ester entre la diáspora judía de Persia.
Los tres libros juntos nos dan una idea genérica de la vida de los judíos en la diáspora. El problema central es la identidad de un pueblo disperso y su relación con la cultura circundante. La diáspora es un hecho admitido con el cual se convive tranquilamente. No se siente el afán de volver a la patria ni se echa apenas de menos el templo y su culto. Solo al final de Tobías aparece Jerusalén como en un sueño glorioso y testamentario.
En general, todo les va bien a los exiliados; incluso algunos personajes judíos ocupan puestos importantes en la corte: Tobías, como proveedor del rey Salmanasar; Daniel por su saber sobrehumano; en el presente libro, Mardoqueo y Ester, hasta el punto que el judío delata una conjura contra el emperador.
Dos peligros, sin embargo, acechan a los exiliados, uno permanentemente: el peligro de diluirse como minoría en la inmensidad heterogénea del imperio; pero a pesar de la dispersión, los judíos conservan unidad e identidad gracias a su legislación, sus libros y su memoria histórica. El otro peligro son las persecuciones esporádicas. La religión pagana no parece ser peligrosa por su atracción, pero cuando intenta imponerse a la fuerza, los judíos resisten victoriosamente y se mantienen fieles a su Dios.

El libro de Ester. El libro de Ester es un relato construido con habilidad y desarrollado con bastante acierto, no exento de las inverosimilitudes que entonces se aceptaban sin dificultad. El tema y esquema general es un grave peligro del pueblo judío, del que se libra maravillosamente; no hace falta mencionar a Dios para saber quién es el liberador. El desenlace es un juicio histórico, fácilmente atribuible al Juez de la historia. La escenificación en tierra extranjera permite detalles pintorescos y deja más espacio a la ficción. La exaltación del humillado y la intervención decisiva de una mujer son motivos tradicionales, tratados con bastante originalidad.
Los personajes son figuras típicas, sin relieve individual; pero el juego de contrastes les da relieve y anima la trama. Mardoqueo es encarnación de lo mejor de los judíos: sensatez y valor, tenacidad y calma; es un poco la conciencia de los judíos e intenta ser la de los demás.
A su lado, Ester resulta una joven sumisa y discreta, que en un momento de valentía alcanza la grandeza y representa un nuevo triunfo femenino en la literatura bíblica, detrás de Rebeca, Tamar, Yael, Rut, Abigaíl, y Judit. Sobre un fondo de maridos asustados ante la posible rebelión de las mujeres (1) asistimos al triunfo liberador de la belleza y la valentía de una mujer (compañera en esto de Judit).
El relato tiene un marcado carácter sapiencial, enseña en forma de gran parábola: el israelita aprenderá confianza, solidaridad, acción cautelosa; el extranjero puede aprender que los judíos son empleados de fiar, que debe respetar sus costumbres; también pueden escarmentar en la figura de Amán, porque hay alguien más poderoso, que sale por el pueblo judío.

El doble texto. Es muy posible que el libro conserve recuerdos de persecuciones y liberaciones de los judíos durante el dominio persa. Esto no quiere decir que el libro sea historia; es más bien una ficción bien ambientada y ejemplar; pudo haber sido escrita en la primera época helenística o durante la persecución de Antíoco IV. El libro se leyó después en zonas y épocas más tranquilas; entonces un autor griego recogió la obra y le añadió elementos para hacer explícita la acción de Dios: sueño y explicación, plegarias, aclaraciones; sustituyó la defensa armada por un edicto de tolerancia para los judíos.
Éste es el texto griego, que introducimos en el puesto correspondiente de la narración, distinguiéndolo con letra cursiva (Su numeración es la continuación al texto hebreo, así, el capítulo 1 del texto griego, es el capítulo 11 en nuestra versión). Se puede hacer una primera lectura saltándose dichos pasajes y una segunda incluyéndolos.

Mensaje religioso. Ester no es una novela de tesis, es un relato didáctico; sus enseñanzas se ofrecen sabiamente distribuidas a lo largo del libro. En la superficie, el relato hebreo original es llamativamente laico. Dios no interviene ni con milagros ni de otra manera patente. Pero no hace falta nombrarlo para descubrirlo en la trama y en lo inesperado del desenlace de los acontecimientos.
La victoria de los judíos es un gran juicio en el que los malvados reciben su merecido: se aplica la ley del Talión: «caen en la fosa que cavaron». El desenlace es, por tanto, un juicio histórico y no hace falta mucha profundización para que cualquier israelita sepa que el autor de dicha sentencia es Dios. Al traductor griego no le basta un Dios entre bastidores, y lo sacó a escena repetidas veces.
Hay algo, sin embargo, en el libro que nos turba, y es la complacencia en la venganza. La caída de Amán se retrata con detalles crueles, la victoria final desborda los presupuestos; los judíos se vengan de sus enemigos, cuentan las víctimas, alargan el plazo de la venganza, ponen gran empeño en recordar ese día. La justicia vindicativa podía cumplirse con moderación. Esta dificultad nos invita a leer el libro como cifra de la crueldad humana. Aún estamos lejos de Aquel que sustituyó la ley del Talión por la ley del amor, incluso a los enemigos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ester  4,1-812:1-7 Edicto real en contra de los judíos. El autor griego ha compuesto un texto; con él ha querido analizar y denunciar los motivos de esa razón de estado que conduce al genocidio. De ese modo, ha escrito un documento de perenne actualidad. En manos del autor griego, el decreto se convierte en denuncia indignada y sarcástica de muchas situaciones semejantes: de las que sufrieron los hebreos bajo los diadocos y epígonos, de las que sufrirán bajo los romanos y de otras más a lo largo de la historia.

4:1-8 Tristeza de los judíos. El decreto, promulgado por todo el imperio, provoca el dolor y la consternación de todos los judíos. La manera tradicional externa en la que se manifiesta esta tristeza y angustia es vistiendo saco y cubriéndose de ceniza. Es de suponer que la tristeza y las lamentaciones de los judíos de Susa es el reflejo de todos los judíos del imperio.


Ester  4,9-1712:8-10 Súplica de Mardoqueo a Ester. La reina Ester ha sido informada de la suerte que se cierne sobre su pueblo. El redactor que ha insertado ampliaciones al texto hebreo, incluyendo aquí la petición que hace Mardoqueo a la reina: invocar al Señor e interceder ante el rey.

4:9-17 Instrucciones de Ester a Mardoqueo. La reina es consciente de lo poco que ella puede hacer por sí misma. De ahí que la única esperanza sea una intervención divina, intervención que se espera mediante el ayuno y la penitencia. Por otra parte, el autor va dejando consignada una enseñanza importante: la elección de Ester no ha sido para privilegio alguno, sino, para el servicio. Es poco ser la reina del imperio persa, es mucho ser la mediadora en la obra de la liberación del pueblo de Dios aun con riesgo de perder la propia vida (16).