Job  38 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 41 versitos |
1

DISCURSOS DEL SEÑOR
Primer discurso del Señor

Entonces el Señor respondió a Job desde la tormenta:
2 ¿Quién es ése que pone en duda mi providencia
con palabras sin sentido?
3 Si eres hombre, demuestra tu valentía:
voy a interrogarte y tú responderás.
4 ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Dímelo, si es que sabes tanto.
5 ¿Quién señaló sus dimensiones? – si lo sabes– ,
¿o quién le aplicó la cinta de medir?
6 ¿Dónde se apoyan sus cimientos
o quién asentó su piedra angular
7 mientras cantaban a coro las estrellas del amanecer
y vitoreaban todos los ángeles?
8 ¿Quién cerró el mar con una puerta
cuando salía impetuoso del seno materno,
9 cuando le puse nubes por vestido
y niebla por pañales,
10 cuando le impuse un límite
con puertas y cerrojos
11 y le dije: Hasta aquí llegarás y no pasarás;
aquí acabará la arrogancia de tus olas?
12 ¿Has mandado en tu vida a la mañana
o has señalado su puesto a la aurora
13 para que agarre la tierra por los bordes
y sacuda de ella a los malvados,
14 para que le dé forma como el molde a la arcilla
y la tiña como la ropa,
15 para que se les niegue su luz a los malvados
y se quiebre el brazo de los rebeldes?
16 ¿Has entrado hasta la fuente de los mares
o paseado por la hondura del océano?
17 ¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?
18 ¿Has examinado la anchura de la tierra?
Cuéntamelo, si lo sabes todo.
19 ¿Por dónde se va a la casa de la luz
y dónde viven las tinieblas?
20 ¿Podrías conducirlas a su país
o enseñarles el camino de casa?
21 Lo sabrás, pues ya habías nacido entonces
y has cumplido tantísimos años.
22 ¿Has entrado en los depósitos de la nieve,
has observado los graneros del granizo,
23 que reservo para la hora del peligro,
para el día de la guerra y el combate?
24 ¿Por qué caminos se reparte la luz
y se difunde sobre la tierra el viento del desierto?
25 ¿Quién ha abierto un canal para el aguacero
y una ruta al relámpago y al trueno,
26 para que llueva en las tierras despobladas,
en la estepa que no habita el hombre,
27 para que se sacie el desierto desolado
y brote hierba en los arenales?
28 ¿Tiene padre la lluvia?,
¿quién engendra las gotas del rocío?,
29 ¿de qué seno nacen los hielos?
¿Quién da a luz la escarcha del cielo
30 para que el agua se cubra con una losa
aprisionando la superficie del lago?
31 ¿Puedes atar los lazos de las Pléyades
o desatar las ligaduras de Orión?
32 ¿Puedes hacer salir las constelaciones a su hora
o guiar a la Osa con sus hijos?
33 ¿Conoces las leyes del cielo
o determinas sus funciones sobre la tierra?
34 ¿Puedes levantar la voz hasta las nubes
para que te cubra el chaparrón?
35 ¿Despachas a los rayos, y ellos vienen
y te dicen: Aquí estamos?
36 ¿Quién le dio sabiduría al ibis
y al gallo inteligencia?
37 ¿Quién cuenta sabiamente las nubes
y vuelca los cántaros del cielo
38 cuando el polvo se funde en una masa
y los terrones se pegan entre sí?
39 ¿Le cazas tú la presa a la leona
o sacias el hambre de sus cachorros
40 cuando se resguardan en la guarida
o se esconden al acecho en la maleza?
41 ¿Quién provee al cuervo de sustento
cuando chillan sus pollitos a Dios
y vagan alocados por el hambre?

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Introducción a Job 

JOB

El libro. El libro de Job es un drama con muy poca acción pero con mucha pasión. Es la pasión que un autor genial, anticonformista, ha infundido en su protagonista. Disconforme con la doctrina tradicional de la retribución, ha opuesto a un principio un hecho, a una idea un hombre. Ya el salmo 73 (72) había opuesto la experiencia a la teoría de la retribución, y había encontrado la respuesta al entrar «en el misterio de Dios».
Nuestro autor extrema el caso: hace sufrir a su protagonista inocente, para que su grito brote «desde lo hondo». La pasión o el sufrimiento de Job enciende la pasión de su búsqueda y de su lenguaje; ante ella se van estrellando las olas concéntricas de los tres amigos, que repiten con variaciones y sin cansarse la doctrina tradicional de la retribución: el sufrimiento es consecuencia del pecado.
La acción es sencillísima: entre un prólogo y un epílogo, cuyas escenas se desarrollan en el cielo y en la tierra, se desenvuelven cuatro tandas de diálogo. Por tres veces habla cada uno de los amigos y Job responde; la cuarta vez Job dialoga a solas con Dios. En los diálogos con los amigos, más que un debate intelectual se produce una tensión de planos o direcciones: los amigos defienden la justicia de Dios como juez imparcial que premia a buenos y castiga a malos; a Job no le interesa esa justicia de Dios, que desmiente su propia experiencia, y apela a un juicio o pleito con Dios mismo, en el que aparecerá la justicia del hombre; por llegar a este pleito y por probar su inocencia frente a Dios, Job arriesga su propia vida. Dios, como instancia suprema, zanja la disputa entre Job y sus amigos; como parte interpelada, responde y pregunta a Job para encaminarlo hacia su misterio.

Dios y el ser humano en el libro de Job. A través de los diálogos, del hombre bueno convencional, que da gracias a Dios porque todo le sale bien, surge un hombre profundo, capaz de asumir y representar la humanidad doliente que busca audazmente a Dios. De un Dios sabido y hasta encasillado surge un Dios imprevisible, difícil y misterioso. En el espacio de un solo libro, nuestro conocimiento de Dios, del ser humano y de sus relaciones ha crecido. Porque Job, como otro Jacob en su visión nocturna, ha luchado con Dios; porque el autor ha empeñado su genio literario y religioso en sacudir viejos esquemas explorando en profundidad.
El libro de Job es un libro singularmente moderno, provocativo, no apto para conformistas. Es difícil leerlo sin sentirse interpelado y es difícil comprenderlo si no se toma partido. El autor es un genio anónimo, que vivió probablemente después del destierro, que se ha alimentado en el rezo de los Salmos y ha conocido la obra de Jeremías y Ezequiel.
La sacra representación de Job es demasiado poderosa como para admitir lectores indiferentes, sean de ayer o de hoy. El que no entre en la acción con sus preguntas y respuestas internas, el que no tome partido apasionado, no comprenderá el drama; pero si entra y toma partido, se hallará bajo la mirada de Dios, sometido a prueba por la representación del drama eterno del hombre Job.

Significado del libro de Job. El problema del sufrimiento del inocente. Este tema importante constituye la sustancia del debate entre Job y sus amigos. El sufrimiento, dicen ellos, es el castigo que produce el pecado (4,7; 8,20; 11,4-6; 22,4s). Cuando Job, basado en su propia experiencia, rechaza semejante aseveración, los amigos responden que todos los humanos son pecadores (14,1-4; 15, 14; 25,4-6). Niegan la posibilidad de que exista alguien que sufra siendo inocente.
La situación, sin embargo, es más complicada y da paso a otras respuestas. El sufrimiento es un misterio, y nosotros no podemos comprender los caminos de Dios (11,7-10; 15,8s.28; 42,3). El sufrimiento es el método utilizado por Dios para imponernos disciplina y hacernos mejores (5,17s; 36,15). El sufrimiento es permitido por Dios para probar la virtud de los justos (1-2). Todas estas respuestas nos permiten salvaguardar tanto la justicia divina como la inocencia humana.
Sin embargo, por más dominante que aparezca el tema, no parece que sea éste el propósito principal del libro. Por una parte, nosotros los lectores conocemos desde el principio la respuesta al caso que Job plantea: sus sufrimientos son una prueba (1,9). Por otra, el problema no tiene respuesta en el contexto del libro. Si la finalidad del escrito fuera solamente ésta, podríamos considerar el libro como un fracaso.

El misterio del sufrimiento y la relación con Dios. Un primer enfoque nos lleva a ver el sufrimiento como un problema que debe ser tratado a nivel intelectual. Un problema es algo que está ahí, frente a nosotros. Podemos ver todos sus componentes, todas sus dimensiones. La cuestión consiste en poner todas las piezas juntas, en dar un sentido a ese rompecabezas. Por el contrario, el misterio es una situación en la que «yo», en tanto que persona humana irrepetible y única, me encuentro tan sumergido que no puedo distanciarme de él lo suficiente como para contemplarlo «ahí, fuera de mí». El amor es un misterio, como lo es la muerte, como lo es el sufrimiento. Los problemas están para ser resueltos; los misterios son para ser vividos, y vividos en relación con otros.
La pena más grande de Job surge de la confusión acerca de su relación con Dios. ¿Es Dios realmente su enemigo? (13,24). Desde esta perspectiva, los discursos del Señor ofrecen realmente una respuesta. El mero hecho de que el Señor responda muestra claramente que ha estado presente, escuchando todo el tiempo, es decir, manteniendo y afirmando una relación. Job no sabrá nunca el por qué de sus sufrimientos, pero sabe que no está solo, y esto le da la fuerza para sobrellevar la lucha. Y así, el punto de mira del libro es menos un problema de teología y más un misterio de fe: nuestra relación existencial con Dios.

Job ha hablado de mí con rectitud. Esta poderosa e irónica afirmación del Señor (42,7s) nos hace descubrir otro aspecto. A lo largo de todo el libro, la clave ha sido lo que Job iba a decir en medio de la adversidad. ¿Blasfemará flagrantemente contra Dios como había predicho dos veces Satán? (1,11; 2,5). ¡No!
Job acusa a sus amigos de hablar falsamente de Dios (13,7-9), mientras que él se niega a callar (7,11; 10,1; 13,13; 27,4) hasta que no haya terminado todo lo que tiene que decir (31,35). Para contrarrestar los dos desafíos de Satán en el prólogo, el Señor afirma dos veces en el epílogo que Job ha hablado rectamente de Él (42,7s). ¿Cómo debe entenderse «rectamente»? Gramaticalmente, la palabra puede emplearse como adverbio («de manera correcta») o como nombre («cosas justas»).
El sentido del texto se extiende a ambos significados. En primer lugar, Job ha hablado de manera adecuada. Se ha lamentado, ha discutido, ha rezado, se ha mostrado desafiante con Dios. A pesar de la constante presión en contra, ha mantenido enérgicamente la integridad de su experiencia, pues era ya lo único que le quedaba. A Dios no se le sirve con mentiras, aunque sean bien intencionadas (13,7-9). Job conoce instintivamente que toda sana relación con Dios sólo puede basarse en la verdad.
Pero, en segundo lugar, Job ha hablado también las «cosas justas», es decir, ha sido capaz de intuir y afirmar la presencia de un misterio. Dios y nuestra relación con Él son realidades demasiado grandes y profundas como para ser reducidas o abarcadas por razonamientos intelectuales. Los discursos del Señor (38-41) lo han dejado meridianamente claro. Y Job, envuelto en la experiencia del misterio, ha dejado espacio para la libertad de Dios.
Los amigos, por el contrario, no han percibido el misterio, por eso han falsificado tanto a Dios como a Job. Han caído en el perenne peligro de muchas personas seudo-religiosas de ayer y de hoy: buscar todas las referencias de Dios en el pasado, sin comprender que el Dios bíblico nos está siempre sorprendiendo e impulsándonos hacia la novedad del futuro (cfr. Gén_12:1-3 ).
Es en esa frontera misteriosa de la novedad y de la sorpresa donde Dios esperaba a su amigo y su amigo no le ha fallado. Job ha hablado de su experiencia personal (la del misterio) con sinceridad y rectitud, y justamente por eso, ha sido capaz de hablar de Dios de la misma manera. En definitiva, Job se ha portado como un hombre de fe; sus amigos no han pasado de ser personas superficialmente pías.

El significado de la amistad. Una dimensión final del libro es el rol y la función de la amistad. En primer lugar, está el ejemplo negativo de los amigos. Movidos por una genuina simpatía, dejan sus tierras lejanas y vienen para estar junto a Job. Viendo al amigo en aquellas condiciones, se sientan junto a él en afligido (y sabio, Gén_13:5 ) silencio. Pero tan pronto como Job comienza a hablar, sus palabras resultaron tan ofensivas que sus amigos brincaron para salir en defensa de Dios. Cabe la pregunta: ¿para defender a Dios, o a sus preconcebidas y atildadas ideas acerca de Dios?
Aun en las más extremas condiciones, un amigo debe lealtad a sus amigos ( Gén_6:14 ). Job se lamenta de no encontrarla en los suyos ( Gén_6:13-27 ), por eso suspira por alguien en quien apoyarse: primero, un árbitro imparcial ( Gén_9:33 ); después, un mediador ( Gén_16:19 ); por último, un vindicador ( Gén_19:25 ). Pero no cuenta con nadie; «me he vuelto hermano de los chacales y compañero de los avestruces» ( Gén_30:29 ).
Por el contrario, Job se ha portado siempre como un amigo con los necesitados y los oprimidos y ha enjugado las penas de los otros ( Gén_30:24 s). Sofar le había dicho antes que se arrepintiera; y así alcanzaría la prosperidad y los otros vendrían a él pidiendo su intercesión ( Gén_19:11 ). Al final ( Gén_42:7-9 ), son sus tres amigos los que piden a Job que interceda por ellos, y éste, fiel a la amistad, lo hace y evita así el castigo que tenían merecido.
La verdadera importancia de libro de Job es la experiencia humana que nos relata y que nos transmite desde aquellos tiempos remotos. En la persona de Job podemos ver reflejados nuestros momentos de sufrimientos, duda y confusión. Pero la ventaja que tenemos sobre nuestro héroe es que nosotros contamos con un amigo: el autor del libro, por cuya boca habla el verdadero amigo que estará siempre a nuestro lado y cuya lealtad no fallará nunca, Dios. La voz del autor, eco de la voz de Dios, forma ya parte de la sabiduría que hemos recibido de las «generaciones pasadas» ( Gén_8:8 ). Si nosotros nos rendimos a las «ortodoxias» de nuestros días, habremos falsificado nuestra experiencia y falseado también a Dios, y a Dios no se le sirve con mentiras ( Gén_13:6-9 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Job  38,1-4138:1-42:6 Discursos del Señor. El Señor ha estado oyendo y tomando nota (35,13), ahora habla. Los amigos pensaban que no había necesidad de que Dios hablara. Job, por el contrario, sí; le ha pedido o bien una lista de cargos o bien un veredicto. Todos quedan sorprendidos. El Señor entra como uno más en el debate, y responde con dos discursos (38,1-40,2; 40,6-41,26), a los que Job, a su vez, contestará brevemente con otros dos (40,3-5; 42,1-6). El Señor no responde a ninguna de las cuestiones planteadas; en realidad, sus palabras ofrecen solamente una serie de contra-cuestiones encaminadas a sacar a Job de su pequeño mundo y abrirle a un horizonte más amplio.

38:1-40:2 Primer discurso del Señor. Dios habla desde la tempestad. Ahora le ha llegado el turno a Dios de preguntar y a Job de responder. Job es invitado a entrar en el misterio primordial del cosmos. En primer lugar, la fundación de la tierra viene descrita como una casa que se construye de acuerdo con un plan de detallada arquitectura (38,4-7). Después, a una orden del Hacedor, nace el mar y es vestido y confinado a sus límites cósmicos. Y, ¿qué decir de la mañana (38,12-15) cuando el alba tiñe todo de color y saca a la luz las acciones de los malvados? ¿Es Job capaz de comprender las aguas primordiales o las fuentes de la luz? (38,16-20). En el versículo 38,21 podemos percibir un toque de divina ironía.
Después de hablar de la estructura básica del cosmos, el Señor vuelve a los misterios que encierra el universo, especialmente los fenómenos atmosféricos (38,22-30). Los intereses de Dios van mucho más allá del pequeño mundo de las humanas preocupaciones de Job. Su poder creativo manifiesta asimismo su providencia -en la antigüedad muchos creían que el destino humano estaba escrito en la estrellas-. Ahora son citadas las constelaciones celestes (38,31-33). ¿Puede Job producir la lluvia, envolviéndose a sí mismo con la nube de la tormenta como con un manto? (38,34s). Verdaderamente el Señor ha creado todo con sabiduría (38,33-38; cfr. Pro_3:18-20; Pro_18:22-30; Sal_104:24).
El resto del discurso es dedicado al mundo animal (Sal_38:39-39, 30). Se mencionan cinco pares de animales salvajes: el león y el cuervo (Sal_38:39-41); la cabra montaraz y la cierva (Sal_39:1-4); el asno y buey salvajes (Sal_39:5-12); el avestruz y el caballo de guerra (Sal_39:13-25); el halcón y el águila (Sal_39:26-30). En la cultura del Medio Oriente, todos esos animales eran asociados con imágenes negativas (demonios, caos, desierto). El Señor está sugiriendo que no sólo conoce a esos animales, sino que también están bajo su control, y esto es una bendición para la humanidad.
Así terminan las dos partes del primer discurso, con el que el Señor responde a la acusación de Job de que no existe un plan ni providencia en el mundo.