Salmos 106 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 48 versitos |
1 Aleluya.
Den gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterno su amor.
2 ¿Quién contará las hazañas del Señor
o proclamará todas sus alabanzas?
3 ¡Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia!
4 Acuérdate de mí, Señor,
por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación,
5 para que goce de la dicha de tus elegidos,
comparta la alegría de tu pueblo
y me gloríe con tu nación.
6 Hemos pecado como nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
7 Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas;
no se acordaron de tu inmenso amor,
se rebelaron contra el Altísimo
junto al Mar Rojo.
8 Pero él los salvó por el honor de su Nombre,
para manifestar su poder.
9 Increpó al Mar Rojo, y se secó;
los condujo por las profundidades
como si fueran un páramo.
10 Los salvó de la mano adversaria,
los rescató de la mano hostil.
11 Las aguas anegaron a su opresores,
ni uno solo quedó vivo.
12 Entonces creyeron sus palabras
y cantaron su alabanza.
13 Bien pronto se olvidaron de sus obras
y no dieron fe a su proyecto.
14 Ardieron de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
15 Él les concedió lo que pedían,
y de sus vidas abolió la flaqueza.
16 Envidiaron a Moisés en el campamento,
y a Aarón, consagrado al Señor.
17 Se abrió la tierra y se tragó a Datán
y cubrió a la cuadrilla de Abirán.
18 Un fuego abrasó a su banda,
una llama consumió a los malvados.
19 En Horeb fabricaron un becerro
y se postraron ante una imagen fundida.
20 Cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba.
21 Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
22 maravillas en el país de Cam,
portentos junto al Mar Rojo.
23 Había pensado exterminarlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo en la brecha frente a él
para apartar su ira destructora.
24 Despreciaron una tierra envidiable
no creyeron en su palabra.
25 Murmuraron en sus tiendas,
no escucharon la voz del Señor.
26 Él, con la mano alzada,
juró abatirlos en el desierto.
27 dispersar su estirpe entre los pueblos,
esparcirlos entre las naciones.
28 Se aparearon con Baal-Fegor
y comieron sacrificios de muertos.
29 Lo irritaron con sus acciones,
y una plaga descargó sobre ellos.
30 Se levantó Pinjás para juzgar,
y la plaga cesó.
31 Esto se le apuntó a su favor,
por generaciones sin término.
32 Lo enojaron junto a las aguas de Meribá,
y por su causa le fue mal a Moisés:
33 lo amargaron el ánimo
y sus labios desvariaron.
34 No exterminaron a los pueblos
como el Señor les había ordenado;
35 se emparentaron con los paganos
e imitaron sus costumbres;
36 adoraron sus ídolos,
que les sirvieron de trampa;
37 inmolaron sus hijos
y sus hijas a demonios;
38 derramaron sangre inocente,
la sangre de sus hijos e hijas,
inmolados a los ídolos de Canaán
y con la sangre profanaron la tierra.
39 Se contaminaron con sus obras
y se prostituyeron con sus acciones.
40 La ira del Señor se encendió contra su pueblo
y aborreció su herencia.
41 Los entregó en manos de paganos
y sus adversarios los sometieron;
42 sus enemigos los tiranizaron
y los doblegaron bajo su poder.
43 Repetidas veces los liberó,
más ellos, obstinados en sus planes
se hundieron en su iniquidad.
44 Pero él se fijó en su angustia,
al escuchar sus clamores.
45 Recordó su pacto con ellos,
y se compadeció por su gran amor;
46 y les mostró gran misericordia
ante los que los habían deportado.
47 Sálvanos, Señor Dios nuestro,
reúnenos de entre los paganos,
daremos gracias a tu Nombre santo,
y alabarte será nuestra gloria.
48 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde ahora y por siempre.
Responda todo el pueblo:
¡Amén! ¡Aleluya!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 106,1-48Lamentación colectiva: una plegaria penitencial en forma de memorial histórico. A lo largo del salmo, tras la alabanza y súplica inicial (1-3.4s), desfilan los siete pecados de Israel cometidos de una a otra frontera: Desde Egipto hasta los límites con la tierra: El pecado junto al Mar Rojo (6-12), en el desierto (13-15), en el campamento (16-18), adoración del becerro (19-23), murmuraciones en las tiendas (24-27), los cultos de la fertilidad (28-31), en Meribá (32s). Ya en la tierra continúa la historia del pecado (34-46), articulada en cuatro estrofas (34-37.38s.40-43.44-46). Termina el salmo con una súplica y alabanza (47s), formando inclusión con el comienzo. La historia del pecado iniciada por los padres se continúa en la generación de los hijos. Son pecados cometidos fuera de la tierra y también en la tierra. Contaminada por el pecado la tierra de Dios, la única solución es sufrir las consecuencias. Pero la última palabra no la tiene el pecado, sino la gracia: «Daremos gracias a tu Nombre, y alabarte será nuestra gloria» (47b). El cuarto libro del salterio finaliza con una nueva doxología (48), cuyo autor es el redactor final del libro. También nuestra Iglesia es pecadora. Recordemos, por ejemplo, los desórdenes de la Iglesia de Corinto (1 Cor 5s). Ni siquiera la celebración eucarística se libra de los reproches paulinos (1Co_11:17-22); «pero cuanto más se multiplicó el pecado, más abundó la gracia» (Rom_5:20). Con este salmo nos confesamos pecadores ante Dios, pecadores como nuestros padres, y esperamos ser salvados por la gracia.