Salmos 115 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1

Is 46,1s

No por nosotros, Señor, no por nosotros,
sólo por tu Nombre muestra tu gloria,
por tu amor y tu fidelidad.
2 ¿Por qué han de decir los paganos:
Dónde está su Dios?
3 – Nuestro Dios está en los cielos,
hace cuanto quiere.
4 Sus ídolos son plata y oro,
hechura de manos humanas.
5 Tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
6 tienen orejas y no oyen,
tienen nariz y no huelen,
7 tienen manos y no tocan,
tienen pies y no andan,
sus gargantas ni susurran.
8 ¡Sean como ellos sus fabricantes,
cuantos confían en ellos!
9 Israel, confía en el Señor:
él es tu ayuda y escudo.
10 Casa de Aarón, confía en el Señor:
él es su ayuda y escudo.
11 Fieles del Señor, confíen en el Señor:
él es su ayuda y escudo.
12 El Señor nos recuerde y nos bendiga:
bendiga a la Casa de Israel,
bendiga a la Casa de Aarón,
13 bendiga a los fieles del Señor,
a todos: pequeños y grandes.
14 Que el Señor los multiplique
a ustedes y a sus hijos;
15 bendecidos del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
16 El cielo pertenece al Señor,
confió la tierra a los humanos.
17 Los muertos ya no alaban al Señor
ni los que bajan al silencio;
18 pero nosotros bendeciremos al Señor
desde ahora y para siempre.
¡Aleluya!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 115,1-18Salmo de confianza. La primera parte es una catequesis sobre el verdadero Dios. Se compone de tres estrofas: 1. Declaración positiva sobre nuestro Dios (1-3). 2. Declaración negativa: los ídolos (4-8). 3. Declaración positiva sobre el fiel del Señor (9-11). La segunda parte es una bendición solemne, con las siguientes estrofas: A. Introducción coral (12s). B. Bendición sacerdotal (14s), C. Himno coral conclusivo (16-18). Los desterrados en Babilonia no tienen Templo ni santuario; su Dios no admite figura ni representación alguna, y, además, es un Dios vencido. Los poderosos dioses babilónicos ahí están. ¿Dónde está el Dios de Israel? Es urgente que Dios actúe por el honor de su Nombre (1), y por los desterrados, cuya fe es injuriada. La respuesta es contundente: nuestro Dios está en el cielo y ha hecho la tierra; los dioses de ustedes están en la tierra, pero son nada, como describen las siete negaciones de los versículos 5-7. El Dios que nos creó nos hizo a su imagen y semejanza (Gén_1:26), los fabricantes de ídolos sean conforme a su hechura: nada y vacuidad (8). En momentos tan poco propicios para creer se yergue majestuosa la confianza del pueblo, del sacerdocio y de los fieles (9s). Al triple acto de confianza corresponde una triple bendición (12), que ha de llegar a todos (13) y ha de mostrarse en la fecundidad (14s). El Dios del cielo no comparte su morada con ningún otro dios. La tierra sí que se la ha dado a los seres humanos y el abismo es la residencia de los muertos (16-19), con una posible alusión a quienes ahora viven la muerte del destierro. «Glorifica tu Nombre», pidió Jesús (Jua_12:28). El Padre lo escuchó (cfr. Jua_13:31s; Jua_17:1-4). «Creo en Dios, aunque no lo veo» escribió un judío en el gueto de Varsovia. En épocas poco propicias para la fe es bueno que oremos con este salmo.