Salmos 135 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1 ¡Aleluya!
¡Alaben el Nombre del Señor,
alábenlo, siervos del Señor,
2 los que están en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios!
3 Alaben al Señor, que el Señor es bueno,
canten en su honor, porque es amable.
4 Porque el Señor eligió a Jacob,
a Israel como su propiedad.
5 Bien sé que el Señor es grande,
nuestro Dueño más que todos los dioses.
6 El Señor hace cuanto quiere
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los abismos.
7 Levanta las nubes en el confín de la tierra,
con relámpagos desata la lluvia,
suelta los vientos de sus silos.
8 Hirió a los primogénitos de Egipto,
hombres y animales.
9 Envió señales y prodigios
en medio de ti, Egipto,
contra el Faraón y sus ministros.
10 Hirió a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
11 incluso a Sijón, rey amorreo,
también a Og, rey de Basán
y aún a todos los reyes de Canaán.
12 Y entregó su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
13 Señor, tu renombre es eterno,
Señor, tu recuerdo por generaciones.
14 El Señor hace justicia a su pueblo
y se compadece de sus siervos.
15 Los ídolos de los gentiles son plata y oro,
hechura de manos humanas:
16 tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
17 tienen oídos y no oyen,
ni siquiera hay aliento en su boca.
18 ¡Sean como ellos sus fabricantes,
los que confían en ellos!
19 Casa de Israel, bendice al Señor,
casa de Aarón, bendice al Señor,
20 casa de Leví, bendice al Señor,
fieles del Señor, bendigan al Señor.
21 ¡Bendito sea el Señor en Sión,
el morador de Jerusalén!
¡Aleluya!

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 135,1-21Himno a la grandeza divina con su invitación hímnica (1-4), cuerpo del himno (5-18) y conclusión (19-21). El cuerpo del himno tiene tres estrofas: el Creador (5-7), el Redentor (8-14), el Viviente (15-18). Los sacerdotes, como en el salmo anterior, son los encargados de entonar la alabanza (1s). La bondad divina, el renombre de Dios, la elección del pueblo (Jacob e Israel) y la donación de la tierra son los motivos para alabar al Señor (3s). Los tres ámbitos de la creación: cielo, tierra y abismo, son obra suya (5), como en sus manos está el gobierno del universo (7). Es el Señor de la historia, sintetizada en cuatro verbos: «hirió..., envió... hirió... entregó» (8.9.10.12). Así fue como el Señor hizo justicia a su pueblo y se compadeció de sus siervos (14). Los dioses no existen (5.15-18; cfr. 115,4-8). Son nuevos motivos para bendecir al Señor. Termina el salmo como comenzó, invitando a los sacerdotes (aarónidas y levitas) a que bendigan al Señor, el morador de Jerusalén (19-21). Dios nos muestra su bondad cada día, nos da a conocer su Nombre. Por ello podemos continuar la bendición, iniciada en el Templo de Jerusalén, orando con este salmo.