Salmos 141 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 10 versitos |
1 Señor, te estoy llamando, ven deprisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
2 Sea mi oración como incienso en tu presencia,
mis manos levantadas,
como ofrenda vespertina.
3 Coloca, Señor, un guardián en mi boca,
vigila, oh Altísimo, la puerta de mis labios.
4 No dejes que mi corazón se incline al mal,
a perpetrar acciones criminales
con hombres malhechores.
¡No seré comensal en sus banquetes!
5 Que el justo me golpee y el leal me reprenda,
mi cabeza no brillará con ungüento exquisito,
pues continuaré orando en sus desgracias.
6 Sus gobernantes caigan en manos de la Roca,
y oigan cuán suaves son sus palabras:
7 Como rueda molar que se estrella en el suelo,
así se esparzan sus huesos a la boca del abismo.
8 A ti, Señor, Dueño mío, se vuelven mis ojos,
en ti me refugio, no me destruyas.
9 Guárdame del cepo que me han puesto,
de la trampa de los malhechores.
10 Caigan en sus redes los malvados
al tiempo que yo escapo ileso.

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 141,1-10Súplica individual, que se desdobla en una «gran súplica» (1-7) y en una mini súplica (8-10). Ambas comienzan con una invocación (1-2//8). ¿Qué hacer cuando acecha la maldad y se encubre en formas de fraternidad como pueden ser los banquetes (4d; cfr. Pro_1:8-18) y los agasajos (5b)? El justo puede caer en la trampa y pecar de palabra y de pensamiento (3s). El yo del salmo dirige su mirada en una triple dirección: hacia sí mismo, hacia Dios y hacia los malvados. El orante no quiere tener nada en común con los malvados: no participará en sus banquetes, ni permitirá ser ungido con perfumes refinados (5); en vez de eso, orará por los demás (5c) y por sí mismo (2). Su oración será incesante: estará siempre ante la presencia divina como lo está el incienso de la ofrenda vespertina (2). Está dispuesto a sufrir la reprensión y los golpes procedentes de los justos (5a), pero que la maldad de los malvados no le contamine. Es consciente, sin embargo, de la propia debilidad. Aquí ha de intervenir Dios. El orante dirige su súplica a Dios: que él sea el centinela, vigilante de los labios que pronuncian las palabras y también del corazón donde nace la palabra (3-4a); que le guarde y no le destruya (9). Para los malvados, por el contrario, que sea una Roca puntiaguda contra la que éstos se estrellen, a la vez que escuchan unas palabras «amables» de la Roca (7), dicho no sin ironía. Los malvados están en lo suyo: comenten iniquidades, camufladas en banquetes amigables o bien en cepos y en trampas hábilmente escondidos (9-10a). Que Dios intervenga, y haga caer a los malhechores en sus propias redes y trampas, que sean destruidos (8b.10a). En definitiva es Dios quien ha de vérselas con el inocente y con los malvados. Podemos orar con este salmo cuando vemos que la maldad nos rodea y no quisiéramos pecar, ni herir a nadie con nuestras palabras. Con este salmo pedimos a Dios que nos arranque del mal.