Salmos 143 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1 Señor, escucha mi oración:
oh Dios, atiende a mi súplica,
por tu fidelidad y justicia, respóndeme.
2 No entres en pleito con tu siervo,
pues ningún ser vivo es justo ante ti.
3 El enemigo me persigue a muerte,
ya aplasta mi vida contra el suelo,
me confina en las tinieblas
como a los muertos de antaño.
4 Ya se me apaga el aliento,
dentro de mí se estremece mi corazón.
5 Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas sus acciones,
considero la obra de tus manos.
6 Extiendo hacia ti las manos
y mi garganta como tierra reseca.
7 Respóndeme enseguida, Señor,
que me falta el aliento.
Si me escondes tu rostro,
seré como los que bajan al sepulcro.
8 Por la mañana hazme sentir tu amor,
porque confío en ti.
Indícame el camino que debo seguir,
Pues a ti confío mi vida.
9 Líbrame de mis enemigos, Señor,
ya que me refugio en ti.
10 Enséñame a cumplir tu voluntad,
pues tú eres mi Dios.
Tu espíritu bondadoso me guíe
por una tierra llana.
11 Por tu Nombre, Señor, vivifícame,
por tu justicia, líbrame de la angustia;
12 por tu amor destruye a mis enemigos,
destruye a mis agresores,
pues siervo tuyo soy.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 143,1-12Funciona en esta súplica individual la relación entre el soberano y el vasallo. Entre ambos reina una relación de amor o de lealtad (8a.12a). Dios ha cumplido sus compromisos con toda justicia (1b.11b). El vasallo no es inocente (2b), no ha sido fiel. Dios podía querellarse contra él (2) e incluso romper definitivamente la relación de amor: ocultándole su rostro (7b). Los enemigos serían los ejecutores de este castigo. Pero no es el momento. El vasallo se encuentra en una situación extrema: perseguido a muerte (3), con taquicardias y casi sin aliento (4), al borde de la muerte (3), cuyo sabor a polvo ya gusta anticipadamente (6b)... La muerte es una pesadilla (3-6) y el sepulcro también (7-10). El cuerpo entero del orante es una súplica a la justicia divina: que ha de ser necesariamente piadosa y clemente, porque ningún ser vivo «es justo ante ti» (2b). La luz del alba es el tiempo propicio para que Dios, el soberano, muestre nuevamente su amor al vasallo (8a). Sabe muy bien que no es inocente, pero también sabe que Dios es bondadoso (10b). Por eso implora que lo guíe en el futuro (8.10) de modo que pueda cumplir su voluntad y caminar por un camino llano (10). Si Dios ha de recurrir a la justicia vindicativa que sea con los enemigos, pero no con el vasallo que se declara siervo de Dios (12). Cae muy bien el título de «Siervo» en labios de Jesús. En cuanto a nosotros, que Dios no entre en pleito con nosotros, pese a nuestra infidelidad, Dios permanece fiel (cfr. 2Ti_2:13). Al orar con este salmo, caemos en cuenta de nuestra infidelidad, pero también de la fidelidad de Dios: pese a todo, por la mañana nos permitirá sentir su amor.