Salmos 145 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1 Te alabaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu Nombre por siempre jamás;
2 todos los días te bendeciré,
alabaré tu Nombre por siempre jamás.
3 Grande es el Señor, muy digno de alabanza,
su grandeza es insondable.
4 Cada generación pondera tus obras a la otra
y le cuenta tus hazañas;
5 alaban ellos tu esplendorosa majestad,
y yo recito tus maravillas;
6 relatan ellos tus terribles proezas
y yo narro tus grandezas;
7 celebran la memoria de tu inmensa bondad
y aclaman tu victoria.
8 El Señor es clemente y compasivo,
lento a la ira y rico en amor;
9 el Señor es bueno con todos,
tierno con todas sus criaturas.
10 Que todas tus criaturas te alaben, Señor,
que te bendigan tus fieles.
11 Proclamen la gloria de tu realeza,
que cuenten tus grandezas,
12 explicando tus proezas a los hombres,
el glorioso esplendor de tu realeza.
13 Tu reinado es un reinado eterno,
tu gobierno por todas las generaciones.
[Fiel es Dios en sus palabras
y amoroso en sus acciones].
14 El Señor sostiene a los caen,
y levanta a los que se doblan.
15 Los ojos de todos te están aguardando:
tú les das la comida a su tiempo;
16 tú abres la mano y colmas
de bienes a todo viviente.
17 El Señor es justo en todos sus caminos,
fiel en todas sus acciones.
18 El Señor está cerca de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
19 Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus clamores y los salva.
20 El Señor guarda a quienes lo aman,
destruye a todos los malvados.
21 Proclame mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga
su santo Nombre por siempre jamás.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 145,1-21Es el último salmo acróstico del salterio. El autor, mas artesano que poeta, paga tributo a la forma y acarrea materiales de otros lugares bíblicos. La repetición y la reiteración son los principales recursos del poeta. La alabanza a Dios por sus proezas pasa de una a otra generación: ha llegado hasta el poeta y él ha de transmitírla a las generaciones sucesivas (4-7); así de una forma ininterrumpida (1b.2b). Son motivo de alabanza tanto los atributos divinos (8s.17), cuanto sus acciones (4-7.14-16 y 10.18-20). Digno de alabanza es sobre todo el reino-reinado de Dios (11-13). Los sujetos de la alabanza se ensanchan más y más: desde el yo del poeta (1s) hasta todo viviente (21), pasando por las generaciones (4), los fieles (10s), quienes lo aman (20). Aunque se unan muchos a alabar al Señor a lo largo de la historia, nunca ponderarán suficientemente la grandeza divina, que es insondable (3b), ni su bondad, que es inmensa (7a). Es necesario, por ello, que todas las criaturas (10), que todo viviente bendiga el santo Nombre de Dios por siempre jamás (21). El puesto céntrico del «reino de Dios» une este salmo con el núcleo de la predicación de Jesús: «El reino de Dios» (cfr. Mar_1:14s), que ha de continuar creciendo en nuestra sociedad; por eso es necesario orar con este salmo, a la vez que pedimos: «Venga tu Reino».