Salmos 147 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
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147 (146 y 147)

¡Aleluya!
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios!
¡Qué delicia entonarle la alabanza!
2 El Señor reconstruye Jerusalén
y reúne a los deportados de Israel.
3 Él sana los corazones destrozados,
y venda sus heridas.
4 Cuenta el número de las estrellas,
llama a cada una por su nombre.
5 Grande y poderoso es nuestro Dueño,
su sabiduría no tiene medida.
6 El Señor levanta a los humildes,
y abate por tierra a los malvados.
7 Entonad la acción de gracias al Señor,
toquen la cítara para nuestro Dios,
8 que cubre el cielo de nubes,
prepara la lluvia para la tierra
y hace reverdecer las montañas;
9 que dispensa alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
10 No aprecia el brío de los caballos
ni estima los músculos del hombre.
11 El Señor quiere a sus fieles
y a los que anhelan su amor.
12 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!,
13 que refuerza los cerrojos de tus puertas
y bendice a tus hijos dentro de ti;
14 que da prosperidad a tu territorio
y te sacia en el mejor trigo;
15 que envía su mensaje a la tierra
y su palabra corre veloz;
16 que extiende la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza;
17 que arroja el granizo como migas,
ante su helada, ¿quién resistirá?
18 Envía una orden y se derrite,
sopla su aliento y fluyen las aguas.
19 Anuncia su mensaje a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel.
20 Con ninguna nación obró así
ni les dio a conocer sus mandatos.
¡Aleluya!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 147,1-20Este poema está entre la acción de gracias y el himno. Ateniéndonos a las invitaciones (1.7.12) prevalece la acción de gracias. Se da gracias a Dios o se alaba al Señor de la historia (1-6) y del cosmos (7-11), en cuyas manos está el dominio de la naturaleza (12-20). Estamos en los tiempos de la repatriación de los desterrados y de la reconstrucción de la ciudad (1s). Las heridas del destierro aún son recientes (3). Atrás queda el culto astral de Babilonia: Dios pone nombre a las estrellas, aunque sean innumerables, porque es Señor de ellas (4). Realmente nuestro Dueño es grande; tan grande que ha abatido a los impíos y sustenta a los humildes (5). Tanto poder es digno de una alabanza gozosa (1). Infantería y caballería han sido barridas (10), porque el Señor se deleita en sus fieles, a quienes ama (11), como lo muestra el sustento diario de los animales (8s). Es necesario entonar la acción de gracias (7). Dentro de la ciudad está el pueblo de Dios, sin sacerdotes ni reyes; son simples ciudadanos. No han de temer la llegada del invierno, porque los meteoros hostiles son domesticados: la lana es blanca y protectora; la ceniza, restos del fuego del hogar; las migajas, sobras de la comida... Es decir, es un pueblo cuidado, aun cuando arrecie el frío, y alimentado con el mejor trigo (14). El mayor don es la ley divina que no se comparte con otros pueblos, sino que es monopolio de este pueblo (19). Porque Dios ha actuado de tal modo sólo con este pueblo, es preciso que la ciudad celebre y alabe (12). El pueblo de Dios, en otro tiempo desterrado y disperso, ahora ha sido rescatado y reunido. Desde el salmo es posible acudir al himno joánico (Jua_1:1-14) y desde éste retornar al salmo. Somos el pueblo de Dios, que peregrina por esta tierra y se reúne en la Iglesia. Oramos con este salmo de acción de gracias, porque es justo y necesario dar incesantes gracias a Dios, por medio de Jesucristo.