Salmos 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Is 53

¡Dios mío, Dios mío!,
¿por qué me has abandonado?,
¿por qué estás ajeno a mi grito,
al rugido de mis palabras?
2 Dios mío, te llamo de día y no respondes,
de noche y no hallo descanso;
3 aunque tú habitas en el santuario,
gloria de Israel.
4 En ti confiaban nuestros padres,
confiaban y los ponías a salvo;
5 a ti clamaban y quedaban libres,
en ti confiaban y no los defraudaste.
6 Pero yo soy un gusano, no un hombre:
vergüenza de la humanidad, asco del pueblo;
7 al verme se burlan de mí,
hacen muecas, menean la cabeza:
8 Acudió al Señor, que lo ponga a salvo,
que lo libre si tanto lo ama.
9 Fuiste tú quien me sacó del vientre,
me confiaste a los pechos de mi madre;
10 desde el seno me encomendaron a ti
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
11 No te quedes lejos,
que el peligro se acerca y nadie me socorre.
12 Me acorrala un tropel de novillos,
toros de Basán me cercan;
13 abren contra mí sus fauces:
leones que descuartizan y rugen.
14 Me derramo como agua,
se me descoyuntan los huesos;
mi corazón, como cera,
se derrite en mi interior;
15 mi garganta está seca como una teja,
la lengua pegada al paladar.
¡Me hundes en el polvo de la muerte!
16 Unos perros me acorralan,
me cerca una banda de malvados.
Me inmovilizan las manos y los pies,
17 puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran triunfantes:
18 se reparten mis vestidos, se sortean mi túnica.
19 Pero tú, Señor, no te quedes lejos,
Fuerza mía, ven pronto a socorrerme;
20 libra mi vida de la espada,
mi única vida, de las garras del mastín;
21 sálvame de las fauces del león,
defiéndeme de los cuernos del búfalo.
22 Contaré tu fama a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
23 Fieles del Señor, alábenlo,
descendientes de Jacob, glorifíquenlo,
témanlo, descendientes de Israel,
24 porque no ha desdeñado ni despreciado
la desgracia del desgraciado,
no le ha escondido su rostro;
cuando pidió auxilio, lo escuchó.
25 Te alabaré sin cesar en la gran asamblea:
cumpliré mis votos ante los fieles.
26 Comerán los pobres hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
¡No pierdan nunca el ánimo!
27 Lo recordarán y se volverán al Señor
todos los confines de la tierra,
se postrarán en su presencia
todas las familias de los pueblos;
28 porque el Señor es Rey,
él gobierna a los pueblos.
29 Ante él se postrarán
los que duermen en la tierra,
en su presencia se encorvarán
los que bajan al polvo.
Mi vida la conservará.
30 Mi descendencia le servirá,
hablará de mi Dueño a la generación venidera
31 contará su justicia al pueblo por nacer:
Así actuó el Señor.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 22,1-31Lamentación individual, estructurada en tres partes: 1. Lamentación (2-22). 2. Agradecimiento (23-27). 3. Himno al Señor, rey universal (28-32). La lamentación se articula así: A. Dramática apertura (2-4). B. Primer movimiento: lejanía y cercanía (5-12). B. Segundo movimiento: Desmoronamiento físico (13-19). A. Final dramático (20-22). Es el poema de un mortal convertido súbitamente en moribundo. La muerte está cerca; Dios, pese a haber sido cercano al pueblo (5s) o al suplicante (11s), se mantiene lejano (12) y silencioso (2). El salmista gusta ya el polvo de la muerte (16). Los presentes lo dan por muerto al repartirse las pertenencias del moribundo (19). La segunda parte del salmo tiene otra musicalidad muy distinta. La intervención divina da paso al reconocimiento y a la alabanza, a la postración de todos ante el Rey, Dios y Señor (23-32). El paso de la muerte a la vida nos permite decir que este salmo es «cristiano»; es citado abundantemente en el Nuevo Testamento (cfr. versículo 2 en Mat_27:46; versículo 8 en Mat_27:39; versículo 9 en Mat_27:43; versículo 16ab en Mat_27:34.48; versículo 17c en Mat_27:35; versículo 19 en Mat_27:35; versículo 25c en Mat_27:50). Con este salmo podemos gritar nuestro miedo a la muerte, sabiendo -ahora sí- que «Así actuó el Señor» (32). Tras nuestra confesión, y llenos de luz, entonaremos la alabanza luminosa del «Aleluya» eterno.