Salmos 25 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1 A ti, Señor Dios mío, elevo mi alma:
2 en ti confío, no quede defraudado,
ni se rían de mí mis enemigos.
3 Los que esperan en ti no queden defraudados;
queden defraudados
los que traicionan por nada.
4 Indícame, Señor, tus caminos,
enséñame tus sendas;
5 encamíname fielmente, enséñame,
pues tú eres mi Dios salvador,
y en ti espero todo el día
6 Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas,
7 no recuerdes mis pecados juveniles,
y mis culpas;
acuérdate de mí según tu
amor por tu bondad, Señor.
8 El Señor es bueno y recto:
indica su camino a los pecadores;
9 encamina rectamente a los humildes,
enseña su camino a los humildes.
10 Las sendas del Señor son amor y fidelidad
para los que guardan
los preceptos de su alianza.
11 Por tu Nombre, Señor,
perdona mi grande iniquidad.
12 ¿Hay alguien que respete al Señor?
Él le indicará el camino que ha de elegir:
13 La felicidad será su morada
y su descendencia poseerá la tierra.
14 El Señor se confía a sus fieles
y les revela lealmente su alianza.
15 Mis ojos están fijos en el Señor,
que él sacará mis pies de la red.
16 Vuélvete a mí y ten piedad,
que estoy solo y afligido.
17 Alivia las angustias de mi corazón
y sácame de mis congojas.
18 Mira mi aflicción y mi fatiga
y perdona todos mis pecados;
19 mira cuántos son mis enemigos
cuán violento el odio que me tienen.
20 Protege mi vida y líbrame,
no me avergüence
de haberme acogido a ti.
21 La rectitud y la honradez me custodiarán
porque espero en ti.
22 ¡Salva, oh Dios, a Israel
de todos sus angustias!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 25,1-22Salmo alfabético de súplica y confianza con tonalidades sapienciales. El artificio del acróstico hace difícil la delimitación precisa de las estrofas. Salmos como éste fueron compuestos para que el maestro pudiera enseñar a sus alumnos. Así intuimos cómo rezaba un israelita al que no se le ocurría nada nuevo. Es fácil detectar los motivos sapienciales: el camino (4.5.8.9.12) y la enseñanza (4.5. 8. 9.12.14). El maestro humano deja el puesto al divino, que indica el camino (4.8.12) o bien lo enseña (4b.9b), encamina rectamente (9)... Al ámbito sapiencial pertenece también la alianza con sus componentes (10.14), que, por parte de Dios es, entre otros, la lealtad (6.7.10), y por parte del hombre el respeto, la reverencia y la esperanza (2.3.5.12.14.21). En el versículo 14 confluyen Dios y el hombre: Aquel se confía a sus fieles a la vez que les enseña lealmente las estipulaciones de la Alianza. Como complemento de este mosaico el pecado (7ab.8. 11.18) y el perdón (7.11.18). Así no se interrumpe la historia de la Alianza. El Espíritu es el maestro de la nueva sabiduría (cfr. Jua_16:13). La posesión de la tierra (13) está reservada para los mansos (Mat_5:4). Este salmo, acaso escrito para la escuela, nos vale para la vida: para vivir en el día a día el amor con el que Dios nos ama.