Salmos 26 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1 Júzgame, Señor, que obro con honradez,
si confío en el Señor, no vacilaré.
2 Escrútame, Señor, ponme a prueba,
aquilata mis entrañas y mi corazón;
3 porque tengo ante mis ojos tu amor
y camino con fidelidad a ti.
4 No me reúno con idólatras,
no tengo trato con los hipócritas;
5 detesto la banda de malhechores,
y con los malvados no me siento.
6 Me lavo las manos como inocente
y doy vueltas en torno a tu altar, Señor,
7 proclamando mi acción de gracias
y contando tus maravillas.
8 Señor, amo vivir en tu casa,
el lugar donde reside tu Gloria.
9 No permitas que muera entre pecadores,
ni que perezca entre sanguinarios
10 cuya izquierda está llena de infamia,
y su derecha repleta de soborno.
11 Yo en cambio obro con honradez:
sálvame, ten piedad de mí.
12 Mi pie se mantiene en el camino recto,
en la asamblea bendeciré al Señor.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 26,1-12En el Templo, donde reside la Gloria divina, se narran las maravillas del Señor y se entona la alabanza divina (6-8). A él acude el salmista para someterse al juicio de Dios. La primera palabra del salmo es «júzgame» (1). Quien comparece ante el Juez protesta su inocencia (1.3.11.12), como lo demuestra su conducta. Si existe alguna maldad en lo más íntimo del orante, que el fuego divino, que es purificador, «escrute» y «aquilate» (2). El salmista, desde luego, nada tiene que ver con los malhechores ni con los hipócritas, que acaso son idólatras (4s). En consecuencia, no ha de morir como uno de ellos (9), llenos como están de infamias y de sobornos (10). Aunque el orante se considera inocente, confía en el Señor (1b), cuenta con el amor y la fidelidad divina (3), pide compasión y liberación (11b). Pablo tiene una experiencia semejante a la descrita por el salmo: Aunque se tenga buena conciencia, no por eso está justificado (1Co_4:4). Este salmo no es para quien se gloría de sus propias obras, sino para aquellos otros que se someten a la mirada escrutadora y purificadora de Dios; para quien se fía de Dios.