Salmos 29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
1 Hijos de Dios, aclamen al Señor,
aclamen la gloria y el poder del Señor,
2 aclamen la gloria del Nombre del Señor,
adoren al Señor en el atrio sagrado.
3 La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
4 La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
5 la voz del Señor parte los cedros,
parte el Señor los cedros del Líbano;
6 hace brincar el Líbano como un novillo,
el Sarión como cría de búfalo.
7 La voz del Señor lanza llamas de fuego.
8 La voz del Señor hace temblar el desierto,
el Señor hace temblar el desierto de Cades;
9 La voz del Señor retuerce los robles,
abre claros en las selvas.
En su templo todo grita: ¡Gloria!
10 El Señor se sienta sobre las aguas diluviales,
el Señor está sentado como rey eterno.
11 El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 29,1-11El poeta tal vez adopta y adapta un antiguo poema cananeo. Celebra al Dios supremo, a quien los «hijos de Dios» le deben la gloria y el poder (1s). La presencia de este Dios lo llena todo: dieciocho veces suena el nombre divino en un poema tan breve. La voz de Dios -el trueno- y su esplendor -el relámpago- resuena y resplandece de arriba abajo, de norte a sur y de este a oeste. La voz divina, potente y majestuosa (4) doblega la majestuosidad de los cedros del Líbano y convierte a los altos montes -Líbano y Hermón- en juguetonas crías de ganado (5s). También el desierto del sur se contorsiona ante el poderío de la voz divina (7-9). La mirada creyente intuye la presencia del Señor en esta pavorosa tormenta, y se postra adorante en el Templo (2b) para celebrar la gloria del Dios (9a), cuyo trono es estable (10), y recurre al poder para bien de su pueblo (11). Mateo describe la muerte de Jesús en términos de teofanía: la tierra tiembla, Jesús da un fuerte grito, y quienes están al pie de la cruz confiesan (cfr. Mat_27:50-54). El auténtico creyente se estremece ante el misterio de Dios y se deja seducir por Él.