Salmos 35 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1 Litiga, Señor, contra mis litigantes,
ataca a mis atacantes;
2 empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi ayuda;
3 blande la espada y la pica
contra mis perseguidores;
dime: ¡Yo soy tu victoria!
4 Sufran una derrota vergonzosa
los que me persiguen a muerte,
retrocedan humillados
los que planean mi desgracia;
5 sean como tamo al viento,
acosados por el ángel del Señor;
6 sea su camino oscuro y resbaladizo
perseguidos por el ángel del Señor.
7 Porque sin motivo me tendían redes
sin motivo me cavaban zanjas mortales.
8 Que los sorprenda una desgracia imprevista,
que los enrede la red que escondieron
y caigan dentro de la zanja.
9 Yo festejaré al Señor
y celebraré su victoria.
10 Todos mis huesos proclamarán:
Señor, ¿quién como tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al débil y pobre del explotador?
11 Comparecían testigos falsos,
me interrogaban de cosas que ni sabía,
12 me pagaban mal por bien
dejándome desamparado.
13 Yo en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía sayal,
me afligía con ayunos
y, en mi interior, repetía mi oración.
14 Como por un amigo o un hermano
caminaba de uno a otro lado,
como quien llora a su madre,
andaba triste y abatido.
15 Pero cuando tropecé, se alegraron,
se juntaron, se juntaron contra mí.
Me desgarraban por sorpresa,
me desgarraban sin parar.
16 Si caía, los burlones del entorno
rechinaban los dientes contra mí.
17 Señor, ¿cuándo vas a fijarte?
Libra mi vida de sus fosas,
mi única vida de los leones.
18 Te daré gracias en la gran asamblea,
ante un pueblo numeroso te alabaré.
19 Que no canten victoria
mis enemigos traidores,
que no se hagan guiños
los que me odian sin razón;
20 porque hablan de paz
y contra los pacíficos de la tierra
traman planes siniestros.
21 Abren sus fauces contra mí; se carcajean:
Lo han visto nuestros ojos.
22 Tú lo has visto, Señor, no te calles,
Dueño mío, no te quedes lejos.
23 Despierta, levántate en mi juicio,
en defensa de mi causa, Dios y Dueño mío.
24 Júzgame según tu justicia, Señor Dios mío,
y no se reirán de mí,
25 ni pensarán: ¡Qué bien, lo que queríamos!;
tampoco dirán: ¡Lo hemos devorado!
26 Sean avergonzados y confundidos a una
los que se alegran de mi desgracia;
cúbranse de vergüenza e ignominia
los que se envalentonan contra mí.
27 Que se alegren y griten de júbilo
los que desean mi victoria,
y digan siempre: Sea enaltecido el Señor,
que da la paz a su siervo.
28 Y mi lengua anunciará tu justicia
y tu alabanza todo el día.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 35,1-28Súplica individual estructurada en tres movimientos: 1. La imprecación y la promesa de alabanza (1-10) se desarrollan en cuatro tiempos: A. Invocación (1-3). B. Imprecación (4-6). C. Descripción de la situación (7s). D. Alabanza (9s). 2. En la súplica y en la promesa de acción de gracias (11-18) se describe por segunda vez la situación (11s.15s), se confiesa la propia inocencia (13s), se interpela a Dios como liberador (17) y se le da gracias nuevamente (18). 3. Una nueva serie de súplicas y una nueva promesa de acción de gracias (19-28) se desarrollan del modo siguiente: descripción de la situación por tercera vez (19-21), interpelación a Dios juez (22-24), una nueva imprecación (25s) y una acción de gracias final (27s). Tres simbolismos se suceden y superponen a lo largo del salmo: la caza del hombre, considerado pieza de caza mayor; el campo de batalla, con el paladín al frente de sus huestes; el juicio, presidido por el Señor, auténtico litigante. Son imágenes convencionales. El salmista, perseguido e injustamente acusado, pide a Dios que se haga cargo de su causa y que se levante como guerrero invencible y que le diga: «Yo soy tu victoria» (3). «Me han odiado sin motivo», dice el Jesús joánico (cfr. 15,25). He aquí un salmo para quien busque a Dios desde el dolor o desde la injusticia sufrida. Acaso quien ore con este salmo, y en esas circunstancias, vea que Dios no está lejos.