Salmos 56 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1 Piedad de mí, oh Dios, que me pisotean;
me atacan y oprimen todo el día;
2 mis enemigos me pisotean todo el día,
son muchos los atacantes, oh Altísimo.
3 Cuando temo, confío en ti.
4 En Dios, cuya palabra alabo,
en Dios confío y no temo,
¿qué podrá hacerme un mortal?
5 Todo el día tergiversan mis palabras,
sus planes contra mí son malignos.
6 Acechan, se esconden,
rastrean mis huellas,
como salteadores ávidos de mi vida.
7 Líbrame de su iniquidad,
oh Dios, derriba con ira a los pueblos.
8 Anota tú mis andanzas,
recoge mis lágrimas en tu odre,
mis fatigas en tu libro.
9 Si, cuando te invoque,
retroceden y se retiran mis enemigos,
proclamaré: Dios está de mi parte.
10 En Dios, cuya palabra alabo,
en el Señor, cuya palabra alabo;
11 en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un hombre?
12 En verdad, cumpliré mis votos,
Dios Altísimo, dándote gracias:
13 Has librado mi vida de la muerte,
alejando mis pies de la caída,
para que camine ante Dios
hacia la luz de la vida.

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 56,1-13Súplica de confianza en momentos de peligro. Ya nos es familiar el triángulo: la presencia del enemigo, las penalidades del orante y la actuación de Dios. Los enemigos son fieras agazapadas, ávidas de presa (7); están dispuestos a la agresión (2s.6s) y no dudan en pisotear al suplicante (2s). Éste reacciona con temor (4), manifestado en las andanzas, en las lágrimas y en las fatigas (9), y latente en la proclamación de su confianza (5.12: «no temo»). De hecho, si pide a Dios que se incline -que tenga piedad (2)- es porque teme. Es un temor a la crueldad humana, que puede ensañarse con el acosado, cuya palabra ni siquiera es aceptada y respetada (6). El recurso a Dios, sin embargo, implica confianza en Dios. Es una confianza en la palabra o en la promesa divina (5.11). Dios hace suyas las lágrimas del orante: son tan valiosas que las recoge en su odre (9). El signo concreto de que Dios está con quien le suplica consiste en el retroceso de los enemigos (10). Al saber que Dios está de su parte (10b), el perseguido y pisoteado prorrumpirá en «alabanza» (14). Nada temerá, porque quienes le persiguen son meros mortales (5.11). Eusebio lee el estribillo a la luz de Rom_8:31. Es comprensible el miedo y la huida cuando arrecia el peligro y se vive el dolor. Pero también es posible la confianza en la Palabra de Dios, en Dios. Es bueno orar con este salmo ante tantos sufrimientos y tantas lágrimas que no encuentran respuesta humana.