Salmos 59 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
1 Líbrame de mis enemigos, Dios mío,
defiéndeme de mis agresores,
2 líbrame de los malhechores,
sálvame de los sanguinarios.
3 Mira cómo me están acechando:
los poderosos conspiran contra mí,
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
4 y ni siquiera exista culpa en mí,
corren y toman posiciones.
¡Levántate, ven a mi encuentro, mira,
5 tú, Señor Dios Todopoderoso,
Dios de Israel!
Despierta para castigar a los paganos,
no te apiades de los traidores inicuos.
6 Vuelven al atardecer,
aullando como perros,
merodean por la ciudad.
7 Mira, de su boca fluye baba,
de sus labios espadas:
¿Quién nos oirá?
8 Pero tú, Señor, te ríes de ellos,
te burlas de los paganos.
9 Fortaleza mía, por ti velo,
porque mi alcázar es Dios.
10 Que mi Dios fiel salga a mi encuentro,
y yo vea la derrota de mis difamadores.
11 ¡No los mates, que mi pueblo no lo olvide;
que vaguen lejos de su fortaleza,
humíllalos, Señor, escudo nuestro!
12 Por el pecado de su boca,
por el chismorreo de sus labios
queden atrapados en su orgullo,
por la mentira y maldición que profieren.
13 ¡Destrúyelos con tu furor,
destrúyelos, que dejen de existir!;
y se reconozca que Dios gobierna
desde Jacob hasta los confines de la tierra.
14 Vuelven al atardecer,
aullando como perros,
merodean por la ciudad.
15 Vagabundean, buscando comida,
si no se hartan, no se retiran.
16 Yo, en cambio, cantaré tu fuerza,
proclamaré por la mañana tu amor,
porque fuiste mi fortaleza
y un refugio en el día de la angustia.
17 Fortaleza mía, por ti velo,
porque mi alcázar es Dios, mi Dios fiel.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 59,1-17Esta lamentación y súplica individual se caracteriza por el doble estribillo (7.15 y 10.18). No son nuevos los imperativos de la introducción (2s), pero sí insistentes, acaso porque los enemigos son «sanguinarios» (3). Para una visión de conjunto, pueden servirnos los ámbitos y personajes: los perros, la ciudad y el atardecer. Los perros, vagabundos y famélicos, babean, y, con la boca abierta, sus colmillos afilados relucen como «espadas». Algo así son los enemigos: no se retirarán hasta que no sacien su sed de sangre. En el trazado de la ciudad descuella la fortaleza o el alcázar en el que la gente puede refugiarse en los momentos de peligro. ¿No es Dios fortaleza y alcázar? El atardecer es la hora de retirarse a la casa o al alcázar. Es también el momento del asedio y del peligro. En este momento preciso se le pide a Dios que «vea» (8), no sólo el babeo de los perros, sino también la espada desenvainada, y que escuche la pregunta blasfema: «¿Quién nos oirá?» (8b). Dios reacciona con la risa despiadada para quien no mostró piedad, pero alcázar y fortaleza para quien se refugia en Él. Cuando llegue la mañana, destruidos ya los agresores (14), el salmista proclamará el amor de Dios (17) y otros reconocerán quién gobierna «desde Jacob hasta los confines de la tierra» (14b). Sólo Jesús puede decir con propiedad de sí mismo los versículos 4s del salmo (cfr. 1Pe_2:22). Las ciudades están llenas de «perros» y la gente vive en un permanente sobresalto. Es el momento de orar con todos los perseguidos, condenados y asesinados.