Salmos 68 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1

Jue 5; Hab 3

Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia quienes lo odian.
2 Como se disipa el humo, los disipas,
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los malvados ante Dios.
3 En cambio los justos se alegran,
se alborozan en la presencia de Dios,
y festejan de alegría.
4 Canten a Dios, toquen en su honor,
ensalcen al jinete de las nubes;
su Nombre es el Señor, salten de gozo ante él.
5 Padre de huérfanos, protector de viudas
ése es Dios desde su santa morada.
6 Dios da un hogar a los que están solos,
libera de la prisión a los cautivos;
mas los rebeldes se quedan en el yermo.
7 Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo,
cuando avanzabas por el desierto,
8 la tierra tembló, los cielos se licuaron,
ante Dios, el Dios del Sinaí,
ante de Dios, el Dios de Israel.
9 Tú derramaste, oh Dios, una lluvia generosa,
aliviaste tu heredad extenuada.
10 Tu rebaño habitó en la tierra,
que bondadosamente, oh Dios,
habías preparado para los pobres.
11 Mi Señor pronuncia un oráculo,
y una multitud anuncia la noticia:
12 Los reyes, los ejércitos huyen, van huyendo,
y las mujeres de la casa reparten el botín.
13 Mientras dormían en los apriscos,
las alas de paloma se cubrían de plata,
y sus plumas de oro amarillo.
14 Cuando el Todopoderoso dispersaba reyes,
nevaba en el Monte Salmón.
15 Montaña altísima es la montaña de Basán,
montaña escarpada es la montaña de Basán.
16 ¿Por qué envidian, montañas escarpadas,
al monte que Dios eligió para habitar?
El Señor habitará en él por siempre.
17 Los carros de Dios son miles y miles,
los arqueros, millares:
el Señor marcha del Sinaí al santuario.
18 Subiste a la cumbre llevando cautivos,
recibiste tributo de seres humanos,
aun de quienes se oponían
a la mansión del Señor Dios.
19 Bendito sea el Señor día tras día:
Dios, nuestro salvador, nos alivia.
20 Nuestro Dios es un Dios salvador,
el Señor, mi Dueño, nos libra de la muerte.
21 Dios aplasta la cabeza de sus enemigos,
el cráneo melenudo de los criminales.
22 Dice el Señor: Los traeré de Basán,
los traeré desde el fondo del mar,
23 para que bañes tus pies en su sangre
y la lengua de los perros
tenga en tus enemigos su porción.
24 Aparece tu cortejo, oh Dios,
el cortejo de mi Dios, mi Rey, al santuario.
25 Al frente marchan los cantores,
al final, los arpistas;
en medio, las jovencitas
van tocando panderos.
26 En la asamblea bendicen a Dios,
al Señor en la congregación de Israel.
27 Miren: los guía Benjamín, el más pequeño,
los príncipes de Judá y sus huestes,
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
28 ¡Manda, oh Dios, tu fuerza,
refuerza, oh Dios, lo que hiciste por nosotros
29 desde tu templo de Jerusalén!
Que te traigan los reyes su tributo.
30 Reprime a la Fiera del Cañaveral,
a la manada de Toros,
a los Novillos de los pueblos:
que se sometan con lingotes de plata.
¡Dispersa a los pueblos belicosos!
31 Que los mercaderes de Egipto
vengan con regalos,
Etiopía tienda sus manos hacia Dios.
32 Reinos del mundo, canten a Dios,
toquen para nuestro Señor.
33 ¡Véanlo cabalgando por los cielos,
los cielos antiguos!
¡Ya lanza su voz,
su voz de victoria!
34 Reconozcan la victoria de Dios:
sobre Israel, su majestad,
su poderío, sobre las nubes.
35 Dios es terrible en su santuario.
Ciertamente el Dios de Israel
da fuerza y poder a su pueblo.
¡Bendito sea Dios!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 68,1-35Himno al poder divino y a su majestad. El enemigo se dispersa y huye, se disipa como humo y se derrite como cera; el justo se alegra, se alboroza y se alegra. Es el preludio del poema (2s). Viene a continuación el cántico del éxodo y de la tierra (5-11): La tierra se estremece (9) ante el «Jinete de las nubes» (5b), que muestra su poder siendo padre del pobre (6), liberando a los prisioneros (7) y preparando una tierra que será el hogar del rebaño rescatado de Egipto (9.11). El nuevo hogar es una tierra conquistada, tal como se celebra en el cántico siguiente, dedicado a la tierra (12-19). Dios abre la marcha del pueblo hacia la tierra. Los reyes huyen, y dejan tras de sí un rico botín para Israel (14). Las altas montañas del norte se inclinan reverentes ante la humilde colina de Sión, morada elegida por Dios (16s). Los reyes vencidos forman parte del cortejo divino, que llega a su santa morada flanqueado por su ejército (18s). Las gestas del alivio del pueblo, liberado de la muerte, y la derrota de los profesionales de la guerra (22) son celebradas en el culto, como se canta en el interludio (20-22). A partir de aquí, el poema es un cántico procesional hacia Sión (23-34). Los enemigos no tienen salvación: han de comparecer ante el Soberano, aunque se escondan en lo más alto y escarpado o en lo más profundo y remoto (23s). Sucede lo contrario con el pueblo de Dios. Está representado por dos tribus del norte, Zabulón y Neftalí, y por otras dos del sur, Benjamín y Judá (27s). Se dirige hacia el Templo cantando y danzando (27s). Ya en el Templo pide a Dios que derrote a los enemigos de Israel, aludidos con nombres de fieras (29-32), y que todos los reyes vengan a Jerusalén trayendo tributo al Soberano, Auriga de las nubes (33s). Finaliza el salmo con un postludio (35s), en el que se pide que todos reconozcan el poderío de Dios. El versículo 19 es aplicado a la ascensión del Señor por Efe_4:8 (cfr. Hch_2:33); el que subió es el que «bajó» para aplastar la cabeza del enemigo (21). Este salmo es apto para celebrar nuestra liberación, mientras nos encaminamos hacia la tierra prometida.