Salmos 71 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1 A ti, Señor, me acojo
nunca quede defraudado.
2 Por tu justicia, líbrame y rescátame,
tiende tu oído hacia mí y sálvame.
3 Sé mi roca de refugio, siempre accesible,
la que prometiste para liberarme,
pues mi peña y mi alcázar eres tú.
4 Dios mío, líbrame de la mano perversa,
del puño criminal y opresor.
5 Tú eres mi esperanza, Señor mío,
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
6 Desde el seno materno me apoyaba en ti,
desde la entrañas de mi madre me sostenías.
¡A ti la alabanza continua!
7 Eres un prodigio para muchos,
pues tú eres mi refugio fortificado.
8 Llena está mi boca de tu alabanza,
de tu elogio todo el día.
9 No me rechaces ahora en la vejez,
no me abandones, cuando decaen mis fuerzas,
10 porque mis enemigos hablan de mí,
quienes me espían dictaminan:
11 Dios lo ha abandonado,
persíganlo, aprésenlo,
que no hay quien lo libre.
12 Oh Dios, no te quedes lejos,
Dios mío, apresúrate a socorrerme.
13 Sean confundidos y humillados
los que atentan contra mi vida;
cúbranse de humillación y de vergüenza
los que buscan mi daño.
14 Yo en cambio esperaré siempre,
reiterando tus alabanzas.
15 Mi boca anunciará tu justicia
y tu salvación todo el día,
aunque no sepa contarla.
16 Entraré en tu fortaleza, Señor mío,
recordaré tu justicia, Señor, sólo tuya.
17 Me instruiste, Dios mío, desde mi juventud
y hasta hoy he anunciado tus maravillas.
18 Ahora, en la vejez y en las canas,
no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder a la asamblea
y a cuantos entran en tu fortaleza.
19 Tu justicia, oh Dios, llega hasta el cielo
porque has hecho cosas grandes:
oh Dios, ¿quién como tú?
20 Aunque me hiciste pasar
por muchas angustias y desgracias
me devolverás la vida,
y de las simas de la tierra
me sacarás de nuevo.
21 Acrecentarás mi dignidad,
y me rodearás de tu consuelo.
22 Te alabaré a plena voz con el arpa,
Dios mío, por tu fidelidad;
tocaré la cítara en tu honor,
Santo de Israel.
23 Te aclamarán mis labios
– cantando para ti–
y también mi vida,
la que tú rescataste.
24 Incluso mi lengua
proclamará tu justicia todo el día.
¡Queden confundidos y humillados
los que buscaban mi daño!

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 71,1-24La amargura (2-12) y la esperanza de la vejez (14-24) forman el díptico de este salmo de lamentación y de súplica individual. El bochorno abre y cierra las dos tablas del díptico (1.13.25). El anciano, del que hablan algunos versos de una forma explícita y otros afectados por el contexto, hace un repaso de su vida. Aunque no sea territorio de la memoria, se remonta al nacimiento (6). Recuerda su juventud, y cómo, ya entonces, confiaba en el Señor (6). Recuerda las tribulaciones que ha vivido y los peligros por los que ha pasado (20.23b), también los que ahora debe afrontar (2.4.10). Recuerda la justicia salvadora (16) y la instrucción divina (17). A lo largo de la vida ha contado y narrado, aunque no fuera un experto (15b), lo que Dios ha hecho por él: ha sido y es su «refugio fortificado» (7b) y ha anunciado las maravillas divinas a lo largo de la vida (17b). Ahora, en la vejez y en las canas (18a), aún le queda tarea por delante: esperar y alabar (14), anunciar la justicia y la salvación (15b), y, sobre todo, entrar en la fortaleza divina (16). Cuando flaquean las fuerzas, Dios es fuerza y fortaleza (3.7.18). Este piadoso anciano no será humillado, sino que, rescatado de las simas de la tierra (20b), su voz, sus labios y su vida toda se emplean en la alabanza. La humillación queda para otros (13.24b). El anciano se acogió a Dios a lo largo de la vida, y nunca quedará defraudado (1). Los muchos años no son un signo del abandono de Dios, sino una vida mimada por el cariño del también «Anciano» (Dan_7:9), que «vive para siempre» (Apo_4:10). El anciano es maestro de vida. Aún tiene mucho que decir y mucho más que esperar. Este salmo puede ayudarle en su tarea.