Salmos 77 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1 ¡A voces clamo a Dios,
a voces clamo con insistencia a Dios,
que me escuche enseguida!
2 En mi angustia te busco, Dueño mío,
te tiendo mis manos sin descanso,
y rechazo todo consuelo.
3 Me acuerdo de Dios entre gemidos,
meditando, mi espíritu languidece.
4 Tú sujetas los párpados de mis ojos,
me agito, sin poder hablar.
5 Considero los días antiguos,
los años remotos
6 recuerdo.
De noche, tocando la lira,
mi corazón medita
y mi espíritu indaga.
7 ¿Es que el Señor nos rechazará para siempre
y dejará de sernos propicio?
8 ¿Se habrá agotado para siempre
su misericordia,
se habrá terminado para el futuro su promesa?
9 ¿Habrá olvidado Dios su bondad
o cerrado con ira sus entrañas?
10 Y me digo: Éste es mi dolor:
la mano del Altísimo está paralizada.
11 Recuerdo las proezas del Señor,
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
12 considero todas tus proezas,
considero todas tus hazañas.
13 Dios mío, tu camino es santo,
¿qué Dios es grande como nuestro Dios?
14 Tú eres el Dios que obras maravillas
y mostraste a los pueblos tu poder.
15 Con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
16 Te vio el mar, oh Dios,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
17 Las nubes descargaron sus aguas,
retumbaron los nubarrones,
tus rayos zigzaguearon.
18 Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el mundo,
la tierra temblaba y retemblaba.
19 Tu camino discurría por las aguas,
tu sendero por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas.
20 Guiaste a tu pueblo como un rebaño
por la mano de Moisés y de Aarón.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 77,1-20La penosa situación presente (2-11) contrasta con la jubilosa historia del pasado (12-21). Sin embargo no es necesario desdoblar este salmo en dos: el primero como lamentación individual (2-11) y el segundo como himno triunfal (12-21). El recuerdo es el hilo conductor (4.7.10. 12). Pero existe una diferencia: en el presente es un recuerdo nostálgico que acrecienta el dolor. Éste suena con insistencia y con apremio (2). Se incrementa con el recuerdo (4), hasta perder el sueño (6) y convertir las noches en largas vigilias de cavilaciones dolorosas (7). Las preguntas retóricas (8-10) desembocan en esta amarga confesión: «Éste es mi dolor: la mano del Altísimo está paralizada» (11). Podemos suponer como fondo de esta amargura la experiencia del destierro. Este recuerdo, tan nostálgico y doloroso, cede el paso a otro tipo de recuerdo: el que evoca las gestas del éxodo. Son patentes los contactos de Éx 15 y el presente salmo. El poeta describe la epopeya del éxodo acumulando visión, sonidos y movimiento (17-20). Ningún poeta bíblico ha hablado de las huellas de Dios. En el salmo es una bella imagen con la que finaliza la descripción. La conclusión de todo el salmo puede ser ésta: también ahora, en la situación presente, el Dios del éxodo guiará nuevamente a su rebaño, con la mano de otro Moisés y de otro Aarón (21). La Pascua es el «paso del Señor». Miramos hacia el pasado y recordamos a Jesucristo, «resucitado de entre los muertos» (2Ti_2:8); después anunciamos la fuerza arrolladora de su resurrección (cfr. Col_3:1s). Es un salmo para el recuerdo en tiempos de aflicción.