Salmos 79 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
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44; 74; 102

Oh Dios, los paganos han invadido tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
2 Echaron los cadáveres de tus siervos
como pasto a las aves del cielo,
la carne de tus leales a las fieras de la tierra.
3 Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén,
sin que nadie los sepultara.
4 Fuimos la irrisión de nuestros vecinos,
burla y oprobio de quienes nos rodean.
5 ¿Hasta cuándo, Señor, estarás enojado?, ¿para siempre?,
¿hasta cuando arderán tus celos como fuego?
6 Derrama tu furor, oh Dios,
sobre los paganos que no te reconocen,
y sobre los reinos que no invocan tu Nombre;
7 porque han devorado a Jacob,
han asolado su mansión.
8 No nos imputes los delitos de los antepasados,
que tu ternura se apresure a alcanzarnos,
porque estamos totalmente abatidos.
9 Socórrenos, Dios Salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
en atención a tu Nombre.
10 ¿Por qué han de decir los paganos:
Dónde está su Dios?
Que ante nuestros ojos
se muestre a los paganos
la venganza de la sangre
de tus servidores derramada.
11 Lleguen a tu presencia
los lamentos de tus cautivos,
con tu inmenso poder
salva a los condenados a muerte.
12 ¡Devuelve siete veces más a nuestros vecinos
la afrenta con que te afrentaron, Señor.
13 Y nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
y cantaremos tus glorias por generaciones.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 79,1-13Lamentación y súplica comunitaria estructurada en torno a los agentes: A. Ellos, tú, nosotros (1-4). B. Tú, nosotros, ellos (5-9). A. Ellos, tú, nosotros (10-13). Ellos son los «paganos» (1.6.10) y nuestros vecinos (12). Sus acciones son las siguientes: invadir, profanar, reducir a ruinas, echar en pasto, asesinar, no enterrar, burlarse (1-4), no reconocer a Dios (6), devorar y asolar (7), blasfemar (10), afrentar (12). Dios, el Tú, está enojado (5); que no lo esté para siempre. Se le pide que derrame su ira contra los paganos (6), que no nos impute nuestras culpas ni la de los antepasados (8), sino que nos socorra, libere y perdone (9), que vengue la sangre derramada (10), que oiga el lamento de los cautivos (11), que aplique la ley de Talión (3.10 y 4.12), e incluso que vaya más allá: siete veces más (como Lamec en Gén_4:24), porque el afrentado, en última instancia, es Dios (12). El «nosotros» son siervos de Dios, sus leales (2.10), la irrisión de los vecinos (4), pecadores como sus padres (8s), gente abatida (8), cautivos y muchos de ellos asesinados (10), pueblo de Dios y ovejas de su rebaño (13). Si Dios deja su enojo, responderá conforme a su ternura (8), y nosotros daremos gracias y contaremos su gloria (13). La caída de Jerusalén y el destierro a Babilonia son una buena ambientación del salmo. El Apocalipsis recoge algunos motivos de este salmo (cfr. 6,9: la venganza de la sangre; 11,7-9: los cadáveres insepultos de los testigos). Mientras existan cautivos y se derrame sangre en esta tierra nuestra; cuando se vive bajo el peso de la culpa, es tiempo de orar con este salmo.