Salmos 80 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 19 versitos |
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23; Is 5,1-7

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño,
entronizado sobre querubines,
resplandece
2 ante Efraín, Benjamín y Manasés.
Despierta tu poder
y ven en nuestro auxilio.
3 ¡Oh Dios, vuélvete a nosotros,
ilumina tu rostro y nos salvaremos!
4 Señor Dios Todopoderoso,
¿hasta cuándo te envolverás en humo
pese a la oración de tu pueblo?
5 Nos diste a comer un pan de llanto,
a beber lágrimas en abundancia.
6 Nos convertiste
en habladuría de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
7 ¡Oh Dios Todopoderoso, vuélvete a nosotros,
ilumina tu rostro y nos salvaremos!
8 Arrancaste una vid de Egipto,
expulsaste pueblos y la plantaste;
9 desalojaste a sus predecesores
y echó raíces hasta llenar el país.
10 Las montañas se cubrieron con su sombra,
y con sus pámpanos, los cedros altísimos;
11 extendiste sus sarmientos hasta el mar
y sus brotes hasta el Río Grande.
12 ¿Por qué abriste brecha en su cerca
para que la vendimien los viandantes,
13 la asolen los jabalíes
y la destrocen las alimañas del campo?
14 Dios Todopoderoso, vuélvete,
mira desde el cielo, fíjate,
e inspecciona esta viña:
15 cuida lo que tu diestra trasplantó,
el esqueje que hiciste vigoroso.
16 Como a la maleza la prendieron fuego:
¡perezcan con un bramido tuyo!
17 Que tu mano proteja a tu elegido,
al hombre que hiciste vigoroso.
18 Y nunca nos alejaremos de ti;
danos vida e invocaremos tu Nombre.
19 ¡Señor Dios Todopoderoso, vuélvete a nosotros
ilumina tu rostro y nos salvaremos!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 80,1-19Lamentación y súplica comunitaria. La desgracia del presente contrasta con la dicha del pasado. Cierto que quien arrancó una vid de Egipto (9), es el Señor poderoso, sentado sobre querubines (2); pero el humo cubre su rostro (5; cfr. Isa_6:4). Los descendientes de José (2) invocan apremiantemente al pastor indiferente a lo largo de la primera estrofa del poema (2-8). Le piden que resplandezca (2b), que ilumine su rostro (4.8), que, una vez que haya despertado de su indiferencia, auxilie (3b), porque el momento es trágico: su pueblo come llanto y bebe lágrimas, mientras los vecinos y los enemigos se burlan de ellos (6-7). Amarga comida y salobre bebida, puesto que es Dios mismo quien se las da (6). ¡Y es el Dios Todopoderoso...! El mismo que en otro tiempo plantó la cepa traída de Egipto; el que dio a esta cepa tal anchura y altura, que con su frondosidad llegó a ser más alta que las montañas y abarcó toda la tierra: desde el mar hasta el Río (9.11s). Que el Todopoderoso mire y contemple qué es ahora de aquella antigua parra: es comida de los animales y pasto de las llamas; manos ajenas recogen su fruto (13-15.17). Sólo queda una solución para la desgracia presente: que Dios todopoderoso ilumine su rostro; así nos salvaremos (4.8.20) y los enemigos perecerán ante un bramido divino (17b). El rostro luminoso de Dios es recordado por Jua_14:9 y por Heb_1:3; también por los evangelios con motivo de la transfiguración (cfr. Mat_17:2 par; cfr. 2Co_4:6). La mirada de Dios es salvadora, también en los tiempos actuales.