Salmos 81 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
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Dt 29-31

Aclamen a Dios, nuestra fortaleza;
vitoreen al Dios de Jacob.
2 Canten, toquen el tamboril,
la cítara armoniosa y el arpa.
3 Toquen la trompeta en el novilunio,
en el plenilunio que es nuestra fiesta.
4 Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
5 una norma que impuso a José
al salir del país de Egipto. Oigo un lenguaje desconocido: abre la boca, que te la llene.
6 Retiré la carga de sus hombros,
sus manos abandonaron la espuerta.
7 Gritaste en la angustia y te libré,
te respondí desde el refugio tonante,
te probé en las aguas de Meribá.
8 Escucha, pueblo mío, que te amonesto,
¡Israel, ojalá me escucharas!
9 No tendrás un dios extraño
ni adorarás un dios extranjero.
10 Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto.
11 Pero mi pueblo no me escuchó,
Israel no me obedeció.
12 Los entregué a su corazón obstinado,
caminaron según sus antojos.
13 ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y anduviera Israel por mis caminos;
14 en un instante humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios!
15 Los que aborrecen al Señor lo adularían,
y su suerte quedaría fijada para siempre;
16 lo alimentaría con el mejor trigo,
lo saciaría de miel silvestre.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 81,1-16El pueblo es convocado a celebrar una fiesta jubilosa, cuyo motivo inmediato es la ley (5). Acaso sea la fiesta de las Chozas (cfr. Lev_23:23-25), como parecen insinuarlo el sonido de la trompeta y el tiempo: novilunio y plenilunio (3s). Lo que sorprende es la voz de un desconocido. Se dirige a los reunidos quizás con este mensaje: «Abre la boca que te la llene» (11c) -si es que podemos colocar aquí este verso por razones de ritmo y de contenido-. La boca abierta no será colmada de pan, sino de la palabra que sale de la boca de Dios (Deu_8:3). El verbo «escuchar», tres veces repetido (9.12-14), evoca la predicación deuteronómica. Dios, a través de la voz profética, relata cuánto ha hecho por el pueblo (7s); es el «prólogo histórico» de los contratos de alianza. El pueblo ha de escuchar el mandamiento principal: no ha de tener otro dios que no sea el Señor (10s). El pecado capital del pueblo consiste en que no escuchó (12) y se fue tras otros dioses; fueron rebeldes y contumaces (12s). Si escuchara en el futuro, si se portara de modo distinto, gozaría de la bendición divina: comería el mejor trigo y saborearía la mejor miel (17). El mensaje de Jesús es nuevo y «desconocido» (cfr. Jua_3:11s). Este salmo nos insta a escuchar la voz del Señor, porque también hoy existen los ídolos.