Salmos 84 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1 ¡Qué amable es tu morada,
Señor del universo!
2 Languidece mi ser
y anhela a gritos el atrio del Señor;
mi corazón y mi carne
saltan de gozo por el Dios vivo.
3 Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
y la golondrina un nido
donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío.
4 Dichosos los que habitan en tu casa
alabándote siempre.
5 Dichosos quienes tienen su refugio en ti,
aquellos cuyo corazón te alaban.
6 Cuando pasan por el Valle del Llanto,
lo transforman en manantial
y la lluvia lo cubre de balsas.
7 Caminan de baluarte en baluarte
para ver al Dios de los dioses en Sión.
8 Señor Dios del universo,
escucha mi súplica,
atiéndeme, Dios de Jacob.
9 Oh Dios, escudo nuestro, mira,
fíjate en el rostro de tu Ungido.
10 Vale más un día en tu atrio
que mil en mi casa;
prefiero el umbral de la casa de Dios
a morar en la tienda del malvado.
11 Porque el Señor es sol y es escudo,
Dios concede favor y gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
12 Señor del universo,
¡dichoso quien confía en ti!

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 84,1-12Más allá de las múltiples formas, este salmo es un «cántico de Sión». El poeta pasa revista al atrio/la casa del Señor -en la primera y tercera estrofa (2-4.10-13)- y al camino hacia la casa de Dios (5-9). La casa de Dios, que es también refugio o fortaleza (6), es el tema dominante en el salmo. El Templo suscita vehementes deseos que afectan a todo el ser (3). El sentimiento aflora enseguida: ¡Quién fuera como el ave que tiene su casa en los aleros de la casa! (4). Algunos son dichosos porque viven en la casa (5s). Espiritualmente el peregrino ya ha llegado a la meta antes de comenzar la marcha: su encendido deseo le encamina hacia la persona querida y hacia la morada «amable» o «agradable» (2). El poeta se pone físicamente en camino (7s), y todo se transforma: en vez de llanto, lluvias beneficiosas; en vez de los baluartes (8), el refugio deseado y anhelado (6). La peregrinación ética queda para el final: quien se ha acercado a la casa ya no puede continuar siendo igual. El Señor concede el favor y la gloria a los «de conducta intachable» (12). La luz divina (12) ilumina el interior del Templo y también su umbral. Es mejor vivir en el umbral como un mendigo que morar tranquilamente en la casa de los pecadores. Por tercera vez suena la proclamación de la dicha, ahora para el hombre que confía en Dios (13). Es la síntesis del salmo. Hay alguien mayor que el Templo (cfr. Mat_12:6), que resplandece más que el sol (cfr. Mat_17:2). Quien visite el Templo sin gozar del amor de Dios, morador del Templo, y, por ello, sin enmendar su conducta, habrá puesto su confianza en el Templo de Dios, pero no en el Dios del Templo. Este salmo puede acompañarnos en las romerías.