Salmos 86 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
1 Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
que soy un pobre desamparado.
2 Guarda mi vida, que soy un fiel tuyo,
salva a este tu siervo
que confía en ti, Dios mío.
3 Ten piedad de mí, Dueño mío,
que a ti clamo todo el día:
4 anima la vida de tu siervo,
pues por ti suspiro, Dueño mío.
5 Tú, Dueño mío, eres bueno e indulgente,
misericordioso con cuantos te invocan.
6 Escucha, Señor, mi plegaria,
atiende a la voz de mi súplica.
7 Cuando te invoco angustiado
dígnate responderme.
8 Ningún dios hay como tú, Dueño mío,
ninguna obra como las tuyas.
9 Si tú actúas, todas las naciones
vendrán a postrarse ante ti, Dueño mío,
y glorificarán tu Nombre.
10 ¡Qué grande eres, autor de maravillas,
sólo tú eres Dios!
11 Enséñame, Señor, tu camino
para que camine con fidelidad a ti;
unifica mi corazón
para que respete tu Nombre.
12 Te daré gracias de todo corazón,
mi Dueño y mi Dios,
honraré siempre tu Nombre,
13 porque tu amor es grande, oh Altísimo,
y me libraste del Abismo profundo.
14 Oh Dios, gente soberbia se levanta contra mí,
una turba violenta acecha mi vida,
sin tener presente tu Nombre.
15 Pero tú, Dueño mío,
Dios compasivo y piadoso,
paciente, todo amor y fidelidad,
16 vuélvete y ten compasión de mí,
da el triunfo a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava.
17 Dame una señal propicia:
que mis adversarios vean, confundidos,
que tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 86,1-17La presente súplica (1-7), como tantas otras, brota de la angustia, sin que sepamos el motivo. La primera invocación tiene un matiz de letanía: súplica y motivo. El salmista apela a su humildad y pobreza y aduce la bondad e indulgencia divinas. Confía el salmista en que Dios, así apremiado, tendrá a bien responder. Antes de continuar con la súplica, el poeta dirige su mirada hacia Dios y compone un himno de agradecimiento (8-13). ¡Qué grande es Dios! ¡Qué numerosas e imponderables son sus obras! ¡Nadie hay como Dios! ¡Qué dignidad ser siervo de tan gran Señor! Retorna la petición, pero para ser fiel y leal con Dios, para seguir sus caminos y alabarlo siempre. El amor desmedido de Dios me ayudará y librará. El último motivo de la alabanza (13b) obliga al poeta a retornar a la realidad actual. Comienza una segunda súplica (14-17). La vida del salmista está en peligro. Alguien surge como adversario de los arrogantes: el Dios de ternura y de perdón, como dijo Dios de sí mismo ante Moisés (Éxo_34:6). La señal «propicia» que ahora se le pide obligará a los hombres violentos a reconocer que Dios ayuda y consuela. El versículo 9 es citado por Apo_15:4. Quien ora en este salmo se llama a sí mismo «siervo». Jesús es «siervo» (Hch_4:27). Cuando vivamos momentos de angustia, por la causa que fuere, es bueno que nos desahoguemos con otro, con Dios, cuya presencia en este salmo es confortadora. Quien ore con este salmo, repare en los nombres divinos y en la insistencia con que se repiten.