Salmos 88 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1 Señor, Dios salvador mío,
día y noche clamo a ti.
2 Llegue hasta ti mi oración,
inclina el oído a mi clamor.
3 Estoy harto de males
y mi vida, al borde del Abismo.
4 Estoy censado entre los que bajan a la fosa,
soy como un hombre acabado.
5 Tengo mi lecho entre los muertos,
como los cadáveres que yacen en el sepulcro,
a quienes ya no recuerdas
pues fueron arrancados de tu mano.
6 Me has colocado en la fosa profunda,
en las tinieblas abismales.
7 Tu enojo pesa sobre mí,
me anegas en tus olas.
8 Alejaste de mí a mis allegados,
me has hecho un horror para ellos.
Encerrado, no puedo salir,
9 mis ojos se nublan de dolor.
Te invoco todo el día, Señor.
tendiendo las palmas hacia ti.
10 ¿Acaso harás milagros por los muertos?,
¿se levantarán ellos para darte gracias?
11 ¿Se narrará en el sepulcro tu amor
o tu fidelidad en la tumba?
12 ¿Se conocerán tus maravillas en las tinieblas
o tu justicia en el país del olvido?
13 Pero yo te pido auxilio, Señor:
con el alba irá a tu encuentro mi súplica.
14 ¿Por qué, Señor, me rechazas
y me ocultas tu rostro?
15 Soy un desdichado
y muero quejumbroso.
He soportado tus terrores
y estoy aturdido.
16 Tu incendio ha pasado sobre mí,
tus espantos me han aniquilado;
17 me envuelven como agua todo el día,
me cercan todos a la vez.
18 Alejaste de mí amigos y compañeros,
mi compañía son las tinieblas.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 88,1-18La inminencia del sepulcro (4-8) y la soledad, es decir el silencio de la tumba y el silencio de Dios (9-19), son los dos motivos de esta súplica individual. El enfermo dirige su clamor patético a Dios salvador (2s). Como Job, es un varón de dolores, que se encuentra en los umbrales de la muerte (4). Más aún ya ha sido inscrito en el libro de los difuntos (5). Nada puede hacer, pero sí recordar a Dios, ya que Dios no se acuerda de él (6). Ha sido Dios precisamente quien ha llevado al enfermo a tan lamentable situación (7). Viene a ser Dios un mar embravecido, cuyas olas han anegado al enfermo a punto de morir (8). La antífona, como sepulturero, nos introduce en la total soledad de la muerte (9.19). Nada gana Dios con la muerte, presente en súplica con variedad de nombres: sombra, sepulcro, tumba, tiniebla, país del olvido... Dios no recuerda a los muertos (6b), y éstos han bajado al país del olvido (13b). Pero antes de hundirse en el silencio absoluto de la muerte, el salmista eleva su clamor esperanzado: «Al alba irá a tu encuentro mi súplica» (14b). Suena la terrible pregunta: «¿Por qué?» (15). La respuesta es el terror divino, que entrega al hombre a la muerte (17b-18). Pese a todo, queda sonando la leve esperanza de la estrofa anterior: «Al Alba...» Este poema va dirigido al Dios salvador. El «¿por qué?» del salmo se oye en la cruz (cfr. Mat_27:46). La respuesta llegará por la mañana (cfr. 1Pe_3:18; 1Co_15:54). Esta súplica de un moribundo puede ser entonada con todos los moribundos o con quienes viven el silencio de Dios. No olvidemos que, al alba, irá a tu encuentro mi súplica.