Salmos 92 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1 Es bueno dar gracias al Señor
y cantar en tu honor, oh Altísimo,
2 proclamar por la mañana tu amor
y durante la noche tu fidelidad,
3 con arpas de diez cuerdas y laúdes,
con arpegios de cítaras.
4 Pues me alegro, Señor, con tus acciones,
y salto de gozo con las obras de tus manos.
5 ¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué insondables tus pensamientos!
6 El ignorante no lo entiende,
ni el necio lo comprende.
7 Aunque broten como hierba los malvados
y florezcan todos los malhechores,
8 serán destruidos para siempre.
Mas tú, Señor, eres excelso por siempre.
9 Mira, Señor, tus enemigos,
mira, tus enemigos perecerán,
los malhechores se dispersarán.
10 Pero a mí me das la fuerza de un búfalo,
y me empapas con aceite tonificante.
11 Mis ojos descubrirán a mis espías,
mis oídos percibirán a los insurrectos.
12 El justo florecerá como palmera,
crecerá como cedro del Líbano,
13 plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios.
14 Aun en la vejez dará fruto,
estará lozano y frondoso,
15 para proclamar que el Señor es recto:
Roca mía, en quien no hay falsedad.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 92,1-15Con un pie en la canción y el otro en la enseñanza, el autor de este salmo no sabe proclamar la bondad del Señor sin desembocar en la retribución (3). Las acciones del Señor, obra de sus manos (5), son piedra de escándalo. El justo las entiende y ensalza, aunque se les escape su grandeza y profundidad (6); por eso las proclama ininterrumpidamente (3), acompañado de distintos instrumentos musicales (4) y con diversos tonos de voz. El necio, por el contrario, las rechaza, atrapado como está en sus muchas riquezas (8). Es lo que mostrará su destino final (9s). El destino del justo es muy distinto. Es admitido como comensal de Dios. Por eso se le unge con aceite tonificante (11), que relaja los músculos fatigados. Confortado, puede descubrir a sus enemigos, aunque se oculten sigilosamente (12). Ya en la casa del anfitrión, la vida del justo es comparada a una palmera, cuyo fruto es constante (13-15). Así puede proclamar lo que el poeta se proponía al comenzar su composición: la fidelidad de Dios (3b), en el que no existe falsedad (16). Únicamente los «hombres de espíritu» pueden comprender (1Co_2:11) la necedad y el escándalo de la muerte del Señor (1Co_1:23). Oramos con este salmo para dar gracias a Dios por sus grandes acciones.