Exodo  10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
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Octava plaga: langostas
Jl 1,2-12; Ap 9,1-11

El Señor dijo a Moisés:
– Preséntate al faraón, porque yo lo he puesto terco a él y a su corte, para realizar en medio de ellos mis signos;
2 para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo traté a los egipcios, y los signos que ejecuté en medio de ellos; así sabrán que yo soy el Señor.
3 Moisés y Aarón se presentaron al faraón y le dijeron:
– Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí y a dejar marchar a mi pueblo para que me rinda culto?
4 Si te niegas a dejar marchar a mi pueblo, mañana enviaré la langosta a tu territorio:
5 cubrirá la superficie de la tierra, de modo que no se vea el suelo; se comerá todo lo que se haya salvado del granizo, se comerá todas las plantas que brotan en el campo de ustedes;
6 llenarán tu casa, las casas de tus ministros y de todos los egipcios; algo que no vieron tus padres ni tus abuelos desde que poblaron la tierra hasta hoy.
Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del faraón.
7 Los ministros del faraón dijeron:
–¿Hasta cuándo nos estará llevando ése a la ruina? Deja marchar a esa gente para que rinda culto al Señor, su Dios. ¿No acabas de comprender que Egipto se está arruinando?
8 Hicieron volver a Moisés y a Aarón a presencia del faraón, y éste les dijo:
– Vayan a rendir culto al Señor, su Dios, pero antes díganme quiénes tienen que ir.
9 Moisés respondió:
– Tenemos que ir con chicos y ancianos, con hijos e hijas, con ovejas y vacas, para celebrar la fiesta del Señor.
10 El replicó:
– El Señor los acompañe, si yo los dejo marchar con sus niños. Se ve con claridad que ustedes tienen malas intenciones.
11 No; que vayan solamente los varones a ofrecer culto al Señor; es lo que han pedido.
Y el faraón los despachó.
12 El Señor dijo a Moisés:
– Extiende tu mano sobre Egipto, haz que la langosta invada el país y se coma la hierba y cuanto se ha salvado del granizo.
13 Moisés extendió la vara sobre Egipto. El Señor hizo soplar sobre el país un viento del este todo el día y toda la noche; a la mañana siguiente,
14 el viento trajo la langosta, que invadió todo Egipto, y se posó por todo el territorio; tal cantidad de langosta nunca hubo antes ni la habrá después.
15 Cubrió la superficie, destrozó las tierras, devoró la hierba y todos los frutos, cuanto se había salvado del granizo, y no quedó cosa verde, ni árboles ni hierba, en todo el territorio egipcio.
16 El faraón llamó inmediatamente a Moisés y a Aarón, y les dijo:
– He pecado contra el Señor, su Dios, y contra ustedes.
17 Perdonen esta vez mi pecado, recen al Señor, su Dios, para que aleje de mí este castigo mortal.
18 Moisés salió de su presencia, y rezó al Señor.
19 El Señor cambió la dirección del viento, que empezó a soplar con toda fuerza del oeste, y se llevó la langosta, empujándola hacia el Mar Rojo: no quedó una sola langosta en todo el territorio.
20 Pero el Señor hizo que el faraón se empeñase en no dejar marchar a los israelitas.
21

Novena plaga: tinieblas
Sab 17; Ap 16,10

El Señor dijo a Moisés:
– Extiende tu mano hacia el cielo, y se extenderá sobre el territorio egipcio una oscuridad palpable.
22 Moisés extendió la mano hacia el cielo, y una densa oscuridad cubrió el territorio egipcio durante tres días.
23 No se veían unos a otros ni se movieron de su sitio durante tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus poblados.
24 El faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:
– Vayan a ofrecer culto al Señor; también los niños pueden ir con ustedes, pero dejen las ovejas y las vacas.
25 Respondió Moisés:
– Tienes que dejarnos llevar víctimas para los sacrificios que hemos de ofrecer al Señor Dios nuestro.
26 También el ganado tiene que venir con nosotros, sin quedar ni una res, porque nosotros queremos tomar de lo nuestro para ofrecerlo al Señor, nuestro Dios, y no sabremos qué tenemos que ofrecer al Señor hasta que lleguemos allá.
27 Pero el Señor hizo que el faraón se empeñara en no dejarlos marchar.
28 El faraón, entonces, le dijo:
– Fuera de mi presencia, y cuidado con volver a presentarte; si te vuelvo a ver, morirás inmediatamente.
29 Respondió Moisés:
– Tú mismo lo has dicho: no volveré a verte.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  10,1-20Octava plaga: langostas. Por primera vez se constata la intervención de los ministros del faraón que comienzan a exasperarse y le piden acceder a la petición de los hebreos. Su intervención no es tanto a favor de los esclavos, sino a favor del país que se está arruinando (7). La petición de los ministros hace que el faraón llame de nuevo a Moisés y Aarón para intentar una negociación, donde el rey egipcio regatea argumentando una posible conspiración (10s). A pesar de su decisión afirmativa, la plaga de langostas se hace presente, lo cual motiva de nuevo una confesión de culpa y de pecado contra Dios y contra los israelitas y una petición de perdón (16s); sin embargo, aunque esta actitud del faraón era la que buscaba Moisés (3), la humillación y el arrepentimiento del faraón no llevan a ninguna parte si en realidad no está acompañada de un cambio real de vida. La constatación es que se resiste de nuevo a dejar salir al pueblo (20).


Exodo  10,21-29Novena plaga: tinieblas. En el episodio anterior, el faraón había permitido la salida sólo de los varones, lo cual no evitó el azote de las langostas. De nuevo, se avanza un poco más y ahora accede a que se vayan también los niños, pero ovejas y vacas deben quedarse (24). Esta decisión está motivada por el nuevo fenómeno/castigo que ha azotado al país: las tinieblas. Con todo, Moisés mantiene firme sus exigencias: todos, hombres, mujeres y niños y todo el ganado deben salir de Egipto (25s). Las últimas palabras del diálogo entre el faraón y Moisés anticipan el final de esta serie de signos y prodigios que tendrán su culmen en la muerte de los primogénitos de Egipto y la liberación de los israelitas.