Exodo  14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
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Paso del Mar Rojo
Sab 19,1-9; Sal 136,13-15

El Señor dijo a Moisés:
2 – Di a los israelitas que se vuelvan y acampen en Fejirot, entre Migdal y el mar, frente a Baal Safón; pongan los campamentos mirando al mar.
3 El faraón pensará que los israelitas están perdidos en el país y que el desierto les cierra el paso.
4 Haré que el faraón se empeñe en perseguirlos, y me cubriré de gloria derrotando al faraón y a su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor.
Así lo hicieron los israelitas.
5 Cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había escapado, el faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se dijeron: ¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a nuestros esclavos israelitas.
6 Hizo enganchar su carro y tomó consigo sus tropas:
7 seiscientos carros escogidos y los demás carros de Egipto con sus correspondientes oficiales.
8 El Señor hizo que el faraón se empeñase en perseguir a los israelitas, mientras éstos salían triunfalmente.
9 Los egipcios los persiguieron con caballos, carros y jinetes, y les dieron alcance mientras acampaban en Fejirot, frente a Baal Safón.
10 El faraón se acercaba, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban detrás de ellos, y muertos de miedo gritaron al Señor.
11 Y dijeron a Moisés:
–¿No había sepulcros en Egipto? Nos ha traído al desierto a morir. ¿Qué nos has hecho sacándonos de Egipto?
12 ¿No te decíamos ya en Egipto: Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto?
13 Moisés respondió al pueblo:
– No tengan miedo; manténganse firmes y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy; esos egipcios que están viendo hoy, no los volverán a ver jamás.
14 El Señor peleará por ustedes; ustedes esperen en silencio.
15 El Señor dijo a Moisés:
–¿Por qué me invocas a gritos? Ordena a los israelitas que avancen.
16 Tú alza el bastón y extiende la mano sobre el mar, y se abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan atravesarlo a pie, sin mojarse.
17 Yo haré que el faraón se empeñe en entrar detrás de ustedes y mostraré mi gloria derrotando al faraón con su ejército, sus carros y jinetes;
18 para que sepa Egipto que yo soy el Señor, cuando muestre mi gloria derrotando al faraón con sus carros y jinetes.
19 El ángel de Dios, que caminaba delante del campamento israelita, se levantó y pasó a su retaguardia; la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás de ellos,
20 metiéndose entre el campamento egipcio y el campamento israelita; la nube se oscureció y la noche quedó oscura, de modo que no pudieron acercarse unos a otros en toda la noche.
21 Moisés extendió la mano sobre el mar, el Señor hizo retirarse al mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar quedó seco y las aguas se dividieron en dos.
22 Los israelitas entraron por el mar a pie, sin mojarse, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
23 Los egipcios, persiguiéndolos, entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes.
24 De madrugada, miró el Señor desde la columna de fuego y de nubes y desbarató al ejército egipcio.
25 Trabó las ruedas de los carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Los egipcios dijeron:
– Huyamos de los israelitas, porque el Señor combate por ellos contra Egipto.
26 Pero Dios dijo a Moisés:
– Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se volverán contra los egipcios, sus carros y sus jinetes.
27 Moisés tendió su mano sobre el mar: al despuntar el día el mar recobró su estado ordinario, cuando los egipcios trataron de huir, se toparon con las aguas, y el Señor arrojó a los egipcios en medio del mar.
28 Las aguas, al reunirse, cubrieron carros, jinetes y todo el ejército del faraón que había entrado en el mar persiguiendo a Israel, y no escapó uno solo.
29 Pero los israelitas pasaron por el mar a pie, sin mojarse, mientras las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
30 Aquel día el Señor libró a los israelitas de los egipcios, y los israelitas vieron los cadáveres de los egipcios a la orilla del mar.
31 Los israelitas vieron la mano magnífica de Dios y lo que hizo a los egipcios. Así, Israel respetó al Señor y tuvo confianza en él y en Moisés, su servidor.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  14,1-31Paso del Mar Rojo. Los israelitas han partido. Las estrategias de la marcha son conducidas por el mismo Señor, quien, además, hace que de nuevo se endurezca el corazón del faraón (4-8) y decida perseguir al pueblo (5.8) con una finalidad: demostrar al faraón quién es el más poderoso (4). La presencia de los egipcios arranca una primera queja al pueblo que «muerto de miedo» empieza a presentir la cercanía de la muerte en el desierto (10-12). Esta queja expresa el estado de una conciencia todavía no formada para la liberación. Aún no saben ni comprenden que, aunque estos eventos de liberación sean dirigidos por el mismo Señor, es necesario enfrentar la crudeza del desierto, la inseguridad, los peligros, el hambre, el cansancio. No será ésta ni la primera ni la última vez que el pueblo clame de este modo, deseando regresar al país egipcio y «servir en paz» al faraón. La respuesta de Moisés es clara y contundente: «no tengan miedo» (13), frase que tantas veces aparece en la Biblia y que es garantía de la asistencia y presencia divinas. El argumento para que el pueblo supere el miedo es que no tendrá que combatir contra el faraón y su ejército: «el Señor peleará por ustedes; ustedes esperen en silencio» (14).
Los versículos 15-18 son la respuesta del Señor a los miedos y temores que el pueblo ha expresado, confirmando la respuesta que Moisés ha dado a tales murmuraciones. Moisés ha garantizado que el mismo Señor combatirá. Y ahora el Señor anuncia que esa acción la va a realizar por medio de Moisés, quien deberá levantar el bastón y extender la mano sobre el mar que está al frente del pueblo. El Señor anuncia su plan para destruir al faraón; es como si se tratara de una trampa, una emboscada planeada para acabar con el faraón y su ejército. La destrucción del faraón a manos del Señor será el signo de su gloria.
Los versículos 19-31, que describen la realización de las palabras del Señor en su intervención anterior, entrelazan dos tradiciones teológico-literarias, la yahvista (J) y la sacerdotal (P). Ambas buscan resaltar el hecho de que la liberación de Egipto es un evento realizado por el Señor. Él es quien ha combatido, él es quien ha acabado con el enemigo, él es quien ha realizado el prodigio de abrir el mar para permitir el avance del pueblo, él es quien lo ha vuelto a cerrar haciendo que sus aguas se traguen al faraón y su ejército. Por tanto, él es quien puede cubrirse de gloria tras el triunfo sobre los egipcios, aunque es una gloria que extiende y comparte con el mismo pueblo. Nótese que, sin combatir, el pueblo suscita el temor de los egipcios, quienes piensan seriamente en retirarse (25). Por supuesto, este relato no es la crónica de un testigo ocular. Sabemos que es una relectura de los acontecimientos que permitieron a los israelitas y a otros pequeños grupos y tribus liberarse del poder faraónico. Israel relee, repiensa este acontecimiento en momentos críticos de su historia y no tiene inconveniente en ilustrarlo con las más espectaculares imágenes que buscan resaltar tanto el extremo de la opresión como el extremo del amor y de la justicia divina que combatió en su favor. Con ello actualiza los eventos de la antigua liberación y señala que si en el pasado Dios combatió por el pueblo esclavizado y lo liberó, también en el presente puede hacerlo, quizá con signos y prodigios mucho más espectaculares.
Es muy significativo que esta batalla final contra Egipto se dé precisamente en el mar y que concluya con la escena en la cual las aguas marinas engullen al faraón y a su ejército. Para los israelitas, el mar es símbolo de algo misterioso. En él habitan los monstruos que atacan a cuantos entran en él, monstruos que aún no han sido vencidos por nadie. Sin embargo, aquí el mar se abre, no para tragarse al pueblo, sino para permitir su paso, y se cierra tragándose al enemigo. Este «abrirse» y «cerrarse» se dan gracias al poder del Señor, de modo que el Señor es el único que puede vencer a los misteriosos y poderosos seres del mar.
Otro aspecto simbólico de esta escena es el hecho de que el faraón haya perecido en el mar. Egipto y faraón son personificaciones del proyecto de muerte, proyecto que debe desaparecer de la faz de la tierra. De ahí que la teología y la religiosidad israelitas hayan creado esta escena y este lugar para «sepultar» al faraón y su sistema opresivo y represivo. Hubiera podido ser el desierto, pero el desierto será otro espacio con diferentes sentidos simbólicos, donde la conciencia del pueblo empezará su etapa formativa. El mar es así el lugar, el abismo de las aguas donde tendrían que ir a parar todos los proyectos anti-vida, anti-justicia de Egipto y de la historia.