Exodo  17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

Agua de la roca
Nm 20,1-13; Sab 11,4.7

La comunidad israelita se alejó del desierto de Sin por etapas, según las órdenes del Señor, y acamparon en Rafidín, donde el pueblo no encontró agua de beber.
2 El pueblo se rebeló contra Moisés, diciendo:
– Danos agua de beber.
Él les respondió:
–¿Por qué se rebelan contra mí y tientan al Señor?
3 Pero el pueblo, sediento, protestó contra Moisés:
–¿Por qué nos has sacado de Egipto?, ¿para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado?
4 Moisés clamó al Señor:
–¿Qué hago con este pueblo? Por poco me apedrean.
5 El Señor respondió a Moisés:
– Pasa delante del pueblo, acompañado de las autoridades de Israel, empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y camina;
6 yo te espero allí, junto a la roca del Horeb. Golpea la roca y saldrá agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo ante las autoridades israelitas
7 y llamó al lugar Masá y Meribá, porque los israelitas se habían quejado y habían tentado al Señor, preguntando: ¿Está o no está con nosotros el Señor?
8

Victoria sobre Amalec
Nm 24,20; Sal 83,8

Los amalecitas fueron y atacaron a los israelitas en Rafidín.
9 Moisés dijo a Josué:
– Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré de pie en la cima del monte con el bastón prodigioso en la mano.
10 Hizo Josué lo que le decía Moisés y atacó a los amalecitas; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.
11 Mientras Moisés tenía en alto la mano vencía Israel, mientras la tenía bajada vencía Amalec.
12 Y como le pesaban las manos, ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo los brazos hasta la puesta del sol.
13 Josué derrotó a Amalec y a su tropa a filo de espada.
14 El Señor dijo a Moisés:
– Escríbelo en un libro de memorias y léeselo a Josué: Borraré la memoria de Amalec bajo el cielo.
15 Moisés levantó un altar y lo llamó: Señor, mi estandarte,
16 diciendo:
– Monumento al trono del Señor; el Señor está en guerra con Amalec de generación en generación.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  17,1-7Agua de la roca. He aquí una nueva protesta del pueblo motivada por la carencia de agua con la respectiva respuesta solícita y misericordiosa de Dios. Agua y alimento, dos elementos esenciales para la vida, debían ser provistos en las antiguas culturas del Cercano Oriente por la madre a los miembros de la familia. Pues bien, aquí es el Señor quien de modo paciente y con prontitud cumple con su pueblo. Se subraya ese aspecto maternal del Señor, del guerrero invencible que con brazo poderoso sacó a Israel de Egipto. Este pasaje también debe leerse en clave simbólica: el agua es un elemento imprescindible para la vida del que carece el pueblo; la roca es el elemento de máxima aridez en la naturaleza. Este pueblo todavía no puede «producir» nada, simplemente anhela la vida de Egipto y rechaza el proyecto de libertad. Sólo un proceso de formación puede hacer que del pueblo-roca brote agua-vida, que se lleve a término el proyecto de solidaridad y de justicia. También desempeña un papel importante el bastón de Moisés, «con el que golpeaste el Nilo» (5), una manera de decir que es la misma mano divina, su pedagogía, la que puede golpear/guiar para transformar.


Exodo  17,8-16Victoria sobre Amalec. Como si se tratara de una consecuencia de la nueva vida que adquiere el pueblo después de beber del agua de la roca, nos encontramos con esta victoria sobre los amalecitas. Se trata de una tribu vecina de Judá que vivía en el Negueb, al sur de Israel, y que controlaba las rutas de las caravanas entre Egipto y Arabia. Aunque se subraya su valor guerrero, esta victoria se logra en realidad gracias a que Moisés sostiene en alto el mismo bastón con el que ya ha obrado otros prodigios; es otra forma de decir que la mano de Dios ayuda a vencer a los enemigos. Todo el relato refleja el recuerdo del antiguo odio de los israelitas hacia los amalecitas, cuyo origen y motivo se desconocen. Ese odio hace que se llegue a proyectar como voluntad divina la desaparición total de aquella tribu.