Exodo  18 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
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Visita de Jetró

Jetró, sacerdote de Madián, suegro de Moisés, se enteró de todo lo que había hecho Dios con Moisés y con Israel, su pueblo y cómo el Señor había sacado a Israel de Egipto.
2 Jetró, suegro de Moisés, había recogido a Séfora, mujer de Moisés
3 y a sus dos hijos, cuando éste la había hecho regresar a su casa. Uno de esos hijos se llamaba Guersón – por aquello que Moisés había dicho: he sido forastero en tierra extranjera– ,
4 y el otro Eleazar – por aquello que Moisés había dicho: el Dios de mi padre me auxilia y me libró de la espada del faraón–
5 Jetró fue a ver a Moisés, con la mujer y los hijos de éste, al desierto donde acampaban, junto al monte de Dios.
6 Cuando le informaron a Moisés: Ahí está tu suegro Jetró, que ha venido a verte, con tu mujer y tus hijos,
7 salió él a recibirlo, se postró, lo besó y se saludaron los dos; después entraron en la tienda de campaña.
8 Moisés contó a su suegro todo lo que había hecho el Señor al faraón y a los egipcios a causa de los israelitas, y las dificultades que habían encontrado por el camino y de las cuales los había librado el Señor.
9 Se alegró Jetró de todos los beneficios que el Señor había hecho a Israel, librándolo del poder egipcio,
10 y dijo:
– Bendito sea el Señor, que los libró del poder de los egipcios y del faraón;
11 ahora sé que el Señor es el más grande de todos los dioses, porque cuando los trataban a ustedes con arrogancia, el Señor libró al pueblo del dominio egipcio.
12 Después Jetró, suegro de Moisés, ofreció un holocausto y sacrificios a Dios; Aarón, con todas las autoridades israelitas, entró en la tienda y comieron con el suegro de Moisés, en presencia de Dios.
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Distribución de responsabilidades
Dt 1,9-18; Nm 11,16-25

Al día siguiente, Moisés se sentó a resolver los asuntos del pueblo, y todo el pueblo acudía a él de la mañana a la noche.
14 Viendo el suegro de Moisés todo lo que hacía éste por el pueblo, le dijo:
–¿Qué es lo que haces con el pueblo? ¿Por qué estás sentado tú solo mientras todo el pueblo acude a ti de la mañana a la noche?
15 Moisés respondió a su suegro:
– El pueblo acude a mí para que consulte a Dios;
16 cuando tienen pleito vienen a mí a que se lo resuelva y a que les explique las leyes y mandatos de Dios.
17 El suegro de Moisés le replicó:
– No está bien lo que haces;
18 se están matando, tú y el pueblo que te acompaña; la tarea es demasiado pesada y no puedes realizarla tú solo.
19 Acepta mi consejo y que Dios esté contigo: tú representas al pueblo delante de Dios, y le presentas sus asuntos;
20 al mismo tiempo debes inculcarle los mandatos y preceptos de Dios, y enseñarle el camino que debe seguir y las acciones que debe realizar.
21 Busca entre todo el pueblo algunos hombres hábiles, que respeten a Dios, sinceros, enemigos del soborno, y nombra entre ellos jefes de mil, de cien, de cincuenta y de veinte;
22 ellos administrarán justicia al pueblo regularmente: los asuntos graves que te los pasen a ti, los asuntos sencillos que los resuelvan ellos; así se repartirá la carga y tú podrás con la tuya.
23 Si haces lo que te digo y Dios te da instrucciones, podrás resistir, y el pueblo se volverá a casa en paz.
24 Moisés aceptó el consejo de su suegro e hizo lo que le decía.
25 Escogió entre todos los israelitas gente hábil y los puso al frente del pueblo, como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de veinte.
26 Ellos administraban justicia al pueblo regularmente: los asuntos complicados se los pasaban a Moisés, los sencillos los resolvían ellos.
27 Moisés despidió a su suegro y éste se volvió a su tierra.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  18,1-12Visita de Jetró. Estamos ante una antigua tradición atribuida a la corriente teológico-literaria elohísta (E). Llama la atención que Moisés hubiera despedido a su esposa y a sus dos hijos y que Jetró los recibiera en su casa (2s). Éste los trae de nuevo a Moisés, quien no parece alegrarse con el reencuentro. La escena culmina con un sacrificio de Jetró y una cena con los israelitas. Describe la primitiva paz y armonía que hubo entre madianitas y hebreos, las cuales se rompieron en algún momento dando paso a una eterna enemistad.


Exodo  18,13-27Distribución de responsabilidades. Es llamativo el hecho de que alguien ajeno al pueblo y a la religión israelita como Jetró sea el gestor de este paso tan importante en la tarea legislativa y administrativa de Moisés. Su suegro es sacerdote de Madián, no del Señor; la confesión de 18,10s no implica necesariamente que se haya convertido a la fe yahvista. Pues bien, su consejo es tan sabio y acorde con la voluntad divina, que Moisés no consulta con su Dios y lo pone en práctica sin vacilar: nombra jueces menores que ayuden a la tarea de legislar y resolver los pleitos y conflictos del pueblo. Este pasaje corresponde en realidad a una época muy posterior a la del desierto. Algunos lo ubican en tiempos del rey Josafat (871-848 a.C., cfr. 2Cr_19:4-11), cuya forma de gobierno se proyecta retrospectivamente hacia la etapa del desierto. De este modo, las experiencias del pasado se convierten en el paradigma para el presente. Nótense los criterios que debe tener Moisés para escoger a los jueces que ayudarán en la tarea; ¿no deberían prevalecer también entre nosotros?