Exodo  19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Oferta de la Alianza
24; Dt 29; Jos 24

Aquel día, al cumplir tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí;
2 saliendo de Rafidín llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente al monte.
3 Moisés subió hacia el monte de Dios y el Señor lo llamó desde el monte, y le dijo:
4 – Habla así a la casa de Jacob, diles a los hijos de Israel: Ustedes han visto lo que hice a los egipcios, y cómo a ustedes los llevé en alas de águila y los traje a mí;
5 por tanto, si quieren obedecerme y guardar mi alianza, serán mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece.
6 Ustedes serán para mí un pueblo sagrado, un reino sacerdotal. Esto es lo que has de decir a los israelitas.
7 Moisés volvió, convocó a las autoridades del pueblo y les expuso todo lo que le había mandado el Señor.
8 Todo el pueblo a una respondió:
– Haremos cuanto dice el Señor.
9 Moisés comunicó al Señor la respuesta, y el Señor le dijo:
– Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que hablo contigo y te crea en adelante.
Moisés comunicó al Señor lo que el pueblo había dicho.
10

Teofanía
Dt 4,11s; Miq 1,4; Sal 50,1-3

Y el Señor dijo a Moisés:
– Vuelve a tu pueblo, purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa,
11 y estén preparados para pasado mañana, porque pasado mañana bajará el Señor al monte Sinaí, a la vista del pueblo.
12 Traza un límite alrededor del monte y avisa al pueblo que se guarde de subir al monte o acercarse a la falda; el que se acerque al monte será condenado a muerte.
13 Lo matarán, sin tocarlo, a pedradas o con flechas, sea hombre o animal; no quedará con vida. Sólo cuando suene el cuerno podrán subir al monte.
14 Moisés bajó del monte adonde estaba el pueblo, lo purificó y le hizo lavarse la ropa.
15 Después les dijo:
– Estén preparados para pasado mañana, y no toquen a sus mujeres.
16 Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa se posó sobre el monte, mientras el toque de la trompeta crecía en intensidad, y el pueblo se puso a temblar en el campamento.
17 Moisés sacó al pueblo del campamento para recibir a Dios, y se quedaron firmes al pie de la montaña.
18 El monte Sinaí era todo una humareda, porque el Señor bajó a él con fuego; se alzaba el humo como de un horno, y toda la montaña temblaba.
19 El toque de la trompeta iba creciendo en intensidad mientras Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno.
20 El Señor bajó a la cumbre del monte Sinaí, y llamó a Moisés a la cumbre. Cuando éste subió,
21 el Señor le dijo:
– Baja al pueblo y mándales que no traspasen los límites para ver al Señor, porque morirían muchísimos.
22 Y a los sacerdotes que se han de acercar al Señor purifícalos, para que el Señor no arremeta contra ellos.
23 Moisés contestó al Señor:
– El pueblo no puede subir al monte Sinaí, porque tú mismo nos has mandado trazar un círculo que marque la montaña sagrada.
24 El Señor insistió:
– Anda, baja y después sube con Aarón; que el pueblo y los sacerdotes no traspasen el límite para subir adonde está el Señor, no sea que él les quite la vida.
25 Entonces Moisés bajó al pueblo y se lo dijo.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  19,1-9Oferta de la Alianza. El hilo narrativo de las experiencias del pueblo en el desierto nos ha ido indicando las etapas de su recorrido. En cada una de ellas se ha puesto de manifiesto la insatisfacción y la rebeldía de los liberados de Egipto -cfr.15,22-24; 16,3 y 17,1-3-.
Es como si llegaran a un destino previamente concebido, el Sinaí, el Monte de Dios. La novedad de este arribo es la oferta definitiva de ser pueblo del único Dios, que a su vez será consagrado como un «reino sacerdotal» (6). La oferta divina abre al conglomerado de esclavos errantes por el desierto la posibilidad de convertirse en pueblo; de hecho, es el Sinaí con toda la tradición bíblica que arrastra el origen fundacional propiamente dicho de Israel como pueblo. Los israelitas tienen que considerar primero con qué clase de Dios se van a comprometer; no se trata de una divinidad común y corriente como tantas otras lugareñas, caprichosas, volubles y asociadas con los poderosos. Israel no debe olvidar que el Dios que gratuitamente se les ofrece para insertarse en su vida y en su camino es el mismo que actuó contra los egipcios -de nuevo Egipto, como símbolo de poder y opresión máxima- (4). Con todo, el pueblo no está obligado a seguir a este Dios, debe elegir «si quieren obedecerme...» (5). El desierto retoma su sentido simbólico de conciencia, de lugar donde el pueblo considera si le conviene o no obedecer a ese Dios de vida, justicia y misericordia, que se ha ido revelando en su caminar. La respuesta del pueblo es: «haremos cuanto dice el Señor» (8).


Exodo  19,10-25Teofanía. Como en muchos otros pasajes del Pentateuco, también aquí se corre el riesgo de perderse en la lectura, ya que aparentemente hay contradicciones e ideas repetidas. No olvidemos que momentos tan importantes para la vida de Israel como la salida de Egipto, sus marchas por el desierto, y especialmente el encuentro con Dios en el Sinaí junto con la formulación de la Alianza y el decálogo, fueron transmitidos oralmente; más tarde se recogieron las diversas tradiciones y sus respectivas reinterpretaciones y se pusieron por escrito. Los redactores finales del Pentateuco también tenían sus propias intencionalidades pastorales e inquietudes teológicas muy definidas. Pero no quisieron desechar ningún material existente y lo combinaron en un solo relato, aparentemente uniforme.
Lo realmente importante es percibir la atmósfera que se va creando para lo que viene a continuación: el decálogo y la Alianza. El ambiente es casi litúrgico; se respira un aire de trascendencia y de solemnidad extremas. La purificación (10s); la exclusividad del lugar (12); los truenos, los relámpagos y la nube espesa (16); el humo, el fuego (18) y el toque de una trompeta (19) sirven para resaltar la absoluta trascendencia del Dios que está pactando con Israel. Es una manera de no confundirlo con ningún otro dios. El pueblo no resiste el encuentro directo con Él, necesita de un mediador, y ese mediador es Moisés, elegido por Dios y por el pueblo (20,19). Con esta figura, los autores bíblicos pretendían transmitir al creyente seguridad y confianza en los momentos más críticos de la historia del pueblo, especialmente cuando su vida estuvo amenazada, cuando algún tirano poderoso, secundado por sus divinidades, pretendía suplantar al Señor.