Exodo  20 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
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Decálogo
34; Dt 5; Sal 50,16-20

Dios pronunció las siguientes palabras:
2 – Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
3 »No tendrás otros dioses aparte de mí.
4 No te harás una imagen, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua bajo tierra.
5 No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso: castigo la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos cuando me aborrecen;
6 pero actúo con lealtad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.
7 »No pronunciarás el Nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque el Señor no dejará sin castigo a quien pronuncie su Nombre en falso.
8 »Fíjate en el sábado para santificarlo.
9 Durante seis días trabaja y haz tus tareas,
10 pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que viva en tus ciudades.
11 Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos, y el séptimo descansó; por eso el Señor bendijo el sábado y lo santificó.
12 »Honra a tu padre y a tu madre; así prolongarás tu vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
13 »No matarás.
14 »No cometerás adulterio.
15 »No robarás.
16 »No darás testimonio falso contra tu prójimo.
17 »No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su toro, ni su asno, ni nada que sea de él.
18 Todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonar de la trompeta y la montaña humeante. Y el pueblo estaba aterrorizado, y se mantenía a distancia.
19 Y dijeron a Moisés:
– Háblanos tú y te escucharemos; que no nos hable Dios, que moriremos.
20 Moisés respondió al pueblo:
– No teman: Dios ha venido para probarlos a ustedes, y para que siempre sientan temor de él a fin de que no pequen.
21 El pueblo se quedó a distancia y Moisés se acercó hasta la nube espesa donde estaba Dios.
22

Código de la Alianza
Ley sobre el altar

El Señor habló a Moisés:
– Di a los israelitas: Ustedes mismos han visto que les he hablado desde el cielo;
23 no me coloquen a mí entre dioses de plata ni se fabriquen dioses de oro.
24 Me harás un altar de tierra y en él ofrecerás tus holocaustos, tus sacrificios de comunión, tus ovejas y tus vacas. En los lugares donde haga pronunciar mi Nombre bajaré a ti y te bendeciré.
25 Y si quieres hacerme un altar de piedras, no lo construyas con piedras talladas, porque al picar la piedra con la herramienta queda profanada.
26 No subas a mi altar por escalones, no sea que al subir por él se te vea tu desnudez.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  20,1-21Decálogo. Enmarcada en el contexto de la Alianza de Dios con su pueblo encontramos la promulgación del decálogo o los diez mandamientos, que buscan regular las relaciones del pueblo, entre sus miembros y con Dios. Con excepción de los dos primeros que se refieren directamente a la relación con Dios, los demás buscan regular la ética interpersonal. Probablemente, en la antigüedad los jefes de cada familia o tribu instruían a sus niños y jóvenes mediante estas normas sencillas, pero claras y contundentes. Eran formas muy simples de mantener la armonía y la normalidad en las relaciones intergrupales, recogidas más tarde y situadas en un momento y lugar definitivos para la vida de Israel: el Sinaí. Estos mandatos, propios de la sabiduría popular, se ven respaldados por la autoridad del Señor, cuyos atributos de trascendencia y temor, pero también de amor paterno y materno, de justicia y misericordia, el pueblo ya conoce. Para un israelita, acogerse a esta ley no suponía atar su libertad o perder su autonomía; todo lo contrario, el Dios que había luchado contra Egipto para darles libertad (2) no tendría intención de volvérsela a quitar. Se trataba de mostrarles un camino por el cual acrecentarían esa libertad. La formulación de estos mandamientos y el lugar que ocupan en la narración indican que no buscan dar libertad, sino que la suponen y ayudan a mantenerla.


Exodo  20,22-26Ley sobre el altar. El israelita vive entre vecinos que practican el politeísmo y comercian con las representaciones en distintos materiales de sus divinidades, con la clara conciencia de que el Señor no es como ninguno de esos dioses del entorno. Él es invencible, trascendente y, por tanto, no es posible representarlo en imágenes. Cuando Israel cayó en la tentación de representar a Dios, el grito de los profetas no se hizo esperar. Esa repulsa de Dios a verse representado en imágenes sería una forma pedagógica de llevar al pueblo a descubrirlo en el hermano y en la creación, no en una estatua.
Ligada a la prohibición de imágenes se encuentra la ley sobre el altar. Presupone una época muy posterior de la vida del pueblo, asentado ya en la tierra y con santuarios en muchos lugares del país, todos con el mismo valor e interés religioso. El altar no debe ser suntuoso, porque la suntuosidad roba a la disposición del corazón el lugar central que debería ocupar en el culto. El altar tampoco debe ser elevado para no provocar situaciones impúdicas (cfr. la serie de precauciones en 28,40-42).