Exodo  3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

Vocación de Moisés
Jue 6,11-16

Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; una vez llevó el rebaño más allá del desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.
2 El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
3 Moisés dijo:
– Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es que no se quema la zarza.
4 Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
– Moisés, Moisés.
Respondió él:
– Aquí estoy.
5 Dijo Dios:
– No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, porque el sitio que pisas es terreno sagrado.
6 Y añadió:
– Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Moisés se tapó la cara temeroso de mirar a Dios.
7 El Señor le dijo:
– He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos.
8 Y he bajado a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel, el país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos.
9 La queja de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios.
10 Y ahora, anda, que te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.
11 Moisés replicó a Dios:
–¿Quién soy yo para acudir al faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?
12 Respondió Dios:
– Yo estoy contigo, y ésta es la señal de que yo te envío: que cuando saques al pueblo de Egipto, darán culto a Dios en esta montaña.
13 Moisés replicó a Dios:
– Mira, yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de sus padres me ha enviado a ustedes. Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?
14 Dios dijo a Moisés:
– Soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: Yo soy me envía a ustedes.
15 Dios añadió a Moisés:
– Esto dirás a los israelitas: El Señor Dios de sus padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Éste es mi Nombre para siempre: así me llamarán de generación en generación.
16 Vete, reúne a las autoridades de Israel y diles: El Señor Dios de sus padres, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me ha dicho: Los tengo presentes y veo cómo los tratan los egipcios.
17 He decidido sacarlos de la opresión egipcia y hacerlos subir al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel.
18 Ellos te harán caso, y tú, con las autoridades de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le dirás: El Señor Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro, y nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.
19 Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar si no es a la fuerza;
20 pero yo extenderé la mano, heriré a Egipto con prodigios que haré en el país, y entonces los dejará marchar.
21 Y haré que este pueblo se gane el favor de los egipcios, de modo que al salir no se marchen con las manos vacías.
22 Las mujeres pedirán a sus vecinas, o a las dueñas de las casas donde se alojen, objetos de plata y oro y ropa para vestir a sus hijos e hijas. Así se llevarán botín de Egipto.

Patrocinio

 
 

Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Exodo  3,1-22Vocación de Moisés. Este largo episodio del encuentro y diálogo entre Dios y Moisés encierra una gran riqueza de contenido y, por tanto, refleja una variada intencionalidad de los redactores del libro. El Dios que se revela a Moisés es el mismo Dios de los patriarcas (3,6.13.15); se trata de un Dios que se interesa por la situación del débil y marginado sin perder su trascendencia, trascendencia que podemos deducir de su manifestación a través del fuego, y del carácter sagrado que adquiere el lugar. El acercamiento de Moisés -y del ser humano- no es de cualquier modo, debe quitarse las sandalias y cubrirse el rostro en gesto de respeto y veneración. Los versículos 7-15 describen la vocación de Moisés y la misión a la que es llamado. Vocación y misión conforman una única realidad, pero dan cuenta, además, de la revelación completa de parte de Dios, de su esencia más íntima (7s). En medio del gran número de divinidades que seguramente se conocían en aquellos lugares, ninguna ha manifestado su esencia ni su interés por un puñado de esclavos, de desheredados.
Esta revelación de la identidad divina y de su compromiso total y eterno con el oprimido adquiere un nuevo sentido en la época del exilio israelita en Babilonia (587-534 a.C.). Ésta es la Buena Noticia: el dios o los dioses que justifican la opresión y las políticas del faraón no tienen nada que ver con el Dios de la justicia y de la libertad; «Yo soy» es el Dios que rescata, el Dios que se lo juega todo a favor de la vida y de la libertad del oprimido.
Quizá Moisés, igual que nosotros, ve demasiado compleja la situación y una competencia demasiado desigual, pues el referente grabado en su conciencia y en la conciencia de su pueblo es que el dios o los dioses del faraón bendicen y acompañan la política opresora egipcia; ésa es la voluntad divina y por lo tanto inmodificable. El diálogo de Dios y Moisés y las inquietudes que Moisés dirige a Dios reflejan ese esquema mental que nosotros aún manejamos. Las palabras de Dios son ese rasgo de la conciencia de Moisés que se rebela contra una supuesta voluntad divina que aniquila poco a poco la vida humana y la existencia del pueblo.
Es fundamental que siempre que haya dudas sobre la auténtica identidad de Dios, sobre su genuina voluntad y sobre el sentido de cualquier texto de la Escritura, se vuelva a este pasaje 3,7-15. Es el criterio máximo que no puede ser derogado por ningún otro. Ni siquiera Jesús lo derogó, sino que lo ratificó y lo llevó a la máxima plenitud.