Exodo  5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
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Moisés y Aarón ante el faraón
1 Re 12

Después Moisés y Aarón se presentaron al faraón, y le dijeron:
– Así dice el Señor Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo, para que celebre mi fiesta en el desierto.
2 Respondió el faraón:
–¿Quién es el Señor para que tenga que obedecerle dejando marchar a los israelitas? Ni reconozco al Señor ni dejaré marchar a los israelitas.
3 Ellos replicaron:
– El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro: tenemos que hacer un viaje de tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios; de lo contrario, nos herirá con peste o espada.
4 El rey de Egipto les dijo:
–¿Por qué ustedes, Moisés y Aarón, alborotan al pueblo en su trabajo? Vuelvan a transportar sus cargas. Y añadió:
5 ya son más numerosos que los naturales del país, y ustedes quieren que dejen de transportar cargas.
6 El mismo día, el faraón dio órdenes a los capataces y a los inspectores:
7 – No sigan entregando paja para fabricar adobes a esta gente como hacían antes; que vayan ellos a buscarse la paja.
8 Pero exíjanles la misma cantidad de adobes que hacían antes, sin disminuir nada. Son unos flojos, y por eso andan gritando: Vamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.
9 Impónganles trabajos pesados y que los cumplan, y no hagan caso de sus cuentos.
10 Los capataces y los inspectores salieron, y dijeron al pueblo:
– Esto dice el faraón: No les daré más paja;
11 vayan ustedes a buscarla y tráiganla de donde puedan, pero no por eso se les va a rebajar la cantidad de adobes que tienen fijada.
12 El pueblo se dispersó por todo el territorio egipcio buscando paja.
13 Los capataces los apuraban diciendo:
– Completen su trabajo, la tarea de cada día, como cuando se les daba la paja.
14 Los capataces golpeaban a los inspectores israelitas que habían nombrado, diciéndoles:
–¿Por qué no completaron hoy la cantidad de adobes como lo hacían antes?
15 Entonces, los inspectores israelitas fueron a reclamar al faraón:
–¿Por qué tratas así a tus siervos?
16 Nos exigen que hagamos adobes sin darnos paja; tus siervos se llevan los golpes, pero el culpable es tu pueblo.
17 Contestó el faraón:
– Flojos, eso es lo que son, unos flojos; por eso andan diciendo: Vamos a ofrecer sacrificios al Señor.
18 Y ahora a trabajar; paja no se les dará, pero tendrán que entregar la misma cantidad de adobes.
19 Los inspectores israelitas se vieron en un aprieto cuando les dijeron que no disminuiría la cantidad diaria de adobes,
20 y encontrando a Moisés y a Aarón, que los esperaban a la salida del palacio del faraón,
21 les dijeron:
– El Señor los examine y los juzgue. Nos han hecho odiosos ante él; al faraón y su corte le han puesto en la mano una espada para que nos mate.
22 Moisés volvió al Señor, y le dijo:
– Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para qué me has enviado?
23 Desde que me presenté al faraón para hablar en tu Nombre, el pueblo es maltratado y tú no has librado a tu pueblo.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  5,1-23Moisés y Aarón ante el faraón. Comienza la aventura con la necesaria entrevista con el faraón. Para los egipcios y seguramente para muchos extranjeros, entre ellos quizás algunos israelitas, el faraón era algo así como un dios. El hecho de que recibiera a estos «mortales» era ya una gran «bondad» de su parte. La situación se pone tensa cuando se le da la noticia de que el Señor, el Dios de Israel (1) quiere que su pueblo salga de Egipto. La reacción del faraón es normal: ¿Quién es ese Dios? ¿Es que puede tener más poder que el mismo faraón? ¿Podrá el Dios de unos esclavos atreverse a dar órdenes al faraón y a la divinidad que él mismo representa? La respuesta es un «no» contundente y la reacción, la intensificación de las tareas, con lo cual el faraón busca demostrar su poder sobre los israelitas y sobre su Dios (4-18). Los intentos de negociación de los inspectores israelitas también son fallidos, sólo consiguen que se endurezca más la política represiva. Pero esto sólo es el marco literario para la constatación de un hecho que se repite permanentemente en la historia de nuestros pueblos: desanimarse ante la primera dificultad en los trabajos de concienciación y liberación, y dejar como responsabilidad exclusiva del líder o líderes la tarea que en realidad es de todos.
De nuevo hay que subrayar la idea: si no hay conciencia de opresión no puede haber motivo de liberación. Siempre se verá como algo «peligroso» y «problemático» para la estabilidad (21). Esta actitud mueve a Moisés a una oración de intercesión (22s).