Exodo  6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1 El Señor respondió a Moisés:
– Pronto verás lo que voy a hacer al faraón: los dejará marchar a la fuerza y aun los echará de su territorio.
2

Misión de Moisés I
3,7-10

Dios dijo a Moisés:
Yo soy el Señor.
3 Yo me aparecí a Abrahán, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso, pero no les di a conocer mi Nombre: el Señor.
4 Yo hice alianza con ellos prometiéndoles la tierra de Canaán, tierra donde habían residido como emigrantes.
5 Yo también, al escuchar las quejas de los israelitas esclavizados por los egipcios, me acordé de la alianza;
6 por tanto, diles a los israelitas: Yo soy el Señor, yo les quitaré de encima las cargas de los egipcios, los libraré de su esclavitud, los rescataré con brazo extendido y haciendo justicia solemne.
7 Los adoptaré como mi pueblo y seré su Dios; para que sepan que soy el Señor, el Dios de ustedes, el que les quita de encima las cargas de los egipcios,
8 los llevaré a la tierra que prometí con juramento a Abrahán, Isaac y Jacob, y se la daré en posesión. Yo, el Señor.
9 Moisés comunicó esto a los israelitas, pero no le hicieron caso, porque estaban agobiados por el durísimo trabajo.
10 El Señor dijo a Moisés:
11 – Ve al faraón, rey de Egipto, y dile que deje salir de su territorio a los israelitas.
12 Moisés se dirigió al Señor en estos términos:
– Si los israelitas no me escuchan, ¿cómo me escuchará el faraón a mí, que soy tan torpe de palabra?
13 El Señor habló a Moisés y a Aarón, les dio órdenes para los israelitas y para el faraón, rey de Egipto a fin de dejar salir de Egipto a los israelitas.
14

Lista de los cabezas de familia
Gn 46,8-11

Hijos de Rubén, primogénito de Jacob: Henoc, Falú, Jesrón y Carmí; son los clanes de Rubén.
15 Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yaquín, Sójar y Saúl, hijo de la cananea; son los clanes de Simeón.
16 Lista de los hijos de Leví por generaciones: Guersón, Quehat y Merarí – Leví vivió ciento treinta y siete años– .
17 Hijos de Guersón: Libní, Semeí y sus clanes.
18 Hijos de Quehat: Amrán, Yishar, Hebrón y Uziel – Quehat vivió ciento treinta y tres años– .
19 Hijos de Merarí: Majli y Musí. Hasta aquí los clanes de Leví, por generaciones.
20 Amrán se casó con Yoquébed, pariente suya, y ella le dio a Aarón y a Moisés – Amrán vivió ciento treinta y siete años– .
21 Hijos de Yishar: Córaj, Néfeg y Zicrí.
22 Hijos de Uziel: Misael, Elsafán y Sitrí.
23 Aarón se casó con Isabel, hija de Aminadab y hermana de Najsón; ella dio a luz a Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.
24 Hijos de Córaj: Asir, Elcaná y Abiasaf; son los clanes corajitas.
25 Eleazar, hijo de Aarón, se casó con una hija de Futiel, y ella dio a luz a Fineés. Hasta aquí los cabezas de familia levitas por clanes.
26 Y éstos son Aarón y Moisés, a quienes el Señor dijo: Saquen a los israelitas de Egipto por escuadrones,
27 y los que dijeron al faraón, rey de Egipto, que dejara salir a los israelitas de Egipto: Moisés y Aarón.
28

Misión de Moisés II

Cuando el Señor habló a Moisés en Egipto,
29 le dijo:
– Yo soy el Señor. Repite al faraón de Egipto todo lo que te digo.
30 Y Moisés le respondió al Señor:
– Soy torpe de palabra, ¿cómo me va a hacer caso el faraón?

Patrocinio

 
 

Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Exodo  6,1Moisés y Aarón ante el faraón. Comienza la aventura con la necesaria entrevista con el faraón. Para los egipcios y seguramente para muchos extranjeros, entre ellos quizás algunos israelitas, el faraón era algo así como un dios. El hecho de que recibiera a estos «mortales» era ya una gran «bondad» de su parte. La situación se pone tensa cuando se le da la noticia de que el Señor, el Dios de Israel (1) quiere que su pueblo salga de Egipto. La reacción del faraón es normal: ¿Quién es ese Dios? ¿Es que puede tener más poder que el mismo faraón? ¿Podrá el Dios de unos esclavos atreverse a dar órdenes al faraón y a la divinidad que él mismo representa? La respuesta es un «no» contundente y la reacción, la intensificación de las tareas, con lo cual el faraón busca demostrar su poder sobre los israelitas y sobre su Dios (4-18). Los intentos de negociación de los inspectores israelitas también son fallidos, sólo consiguen que se endurezca más la política represiva. Pero esto sólo es el marco literario para la constatación de un hecho que se repite permanentemente en la historia de nuestros pueblos: desanimarse ante la primera dificultad en los trabajos de concienciación y liberación, y dejar como responsabilidad exclusiva del líder o líderes la tarea que en realidad es de todos.
De nuevo hay que subrayar la idea: si no hay conciencia de opresión no puede haber motivo de liberación. Siempre se verá como algo «peligroso» y «problemático» para la estabilidad (21). Esta actitud mueve a Moisés a una oración de intercesión (22s).


Exodo  6,2-13Misión de Moisés I. Ante el desánimo de los inspectores israelitas, y hasta cierto punto el desánimo también de Moisés, Dios responde con una promesa muy llamativa: se enfrentará él mismo al faraón (6,1). Aquí se debería iniciar la serie de signos y prodigios con los cuales Dios va a enfrentar al faraón; sin embargo, los redactores del libro no quisieron dejar de lado las diversas tradiciones sobre los distintos encuentros de Moisés y Aarón con el rey egipcio, de ahí que encontremos escenas repetidas.
Antes de comenzar lo que tradicionalmente conocemos como las «plagas de Egipto», el redactor considera importante subrayar la calidad del Dios que se enfrentará al poder egipcio: es el mismo Dios de los antepasados del pueblo que mantiene su promesa, el favor por los débiles y perdedores (2-8). Por otra parte, se subrayan las dos actitudes fundamentales de esta historia: en primer lugar, la del pueblo, que a pesar de los anuncios de Moisés aún no puede creer que su suerte pueda cambiar (9). En 4,31 ellos habían creído, pero ante el incremento del trabajo y de la opresión dan marcha atrás. La otra actitud es la de Moisés: aún siente la necesidad de sacar a su pueblo de la tierra que los oprime, pero puede más la duda, la incertidumbre y el pesimismo ante la dureza y la inercia de su pueblo. Con todo, la voluntad del Señor continúa firme (13).
Exodo  6,14-27Lista de los cabezas de familia. La mano de la escuela sacerdotal (P), que dio forma final a todo el Pentateuco, consideró importante introducir aquí esta lista genealógica, aunque con ello tuviera que interrumpir el relato de los tiempos previos a la liberación de Egipto. Para la escuela sacerdotal (P) era muy importante establecer el vínculo entre Moisés, Aarón y la tribu de los levitas, recayendo su interés principalmente en Aarón. Con ello busca legitimar la importancia social y cultual de los descendientes de Aarón que conforman históricamente el grupo sacerdotal que posteriormente controló el templo de Jerusalén y su culto. Nótese que se pasa con rapidez de Rubén y Simón a Leví, sin interesarle nada más que mostrar las cabezas de familia levitas.
Exodo  6,28-30Misión de Moisés II. ¿Por qué esta afirmación de que «yo pondré terco al faraón» (7,3)? ¿Qué sentido tiene que Dios dé una orden a sabiendas de que será desatendido? Ya nos decía lo mismo en 3,19 y 4,21, y aquí repite de nuevo la fórmula. No olvidemos que ninguno de estos relatos son una crónica simultánea de los acontecimientos, no son apuntes que toman los protagonistas, sino relatos que surgen posteriormente. Por tanto, no se trata de una historia en el sentido moderno del término, sino de una relectura, una reflexión a la luz de otras experiencias históricas que vive el pueblo.
El creyente de la antigüedad solía pensar que todo estaba dirigido por Dios; incluso la rebeldía y la obstinación del faraón estaban previstas y eran queridas por Dios. De ahí que no haya ningún inconveniente en poner en su boca la expresión mencionada anteriormente. Lo que se busca es resaltar el total control de Dios sobre las fuerzas naturales y sobrenaturales, humanas y no humanas; pero ese control no va en detrimento de la libertad del ser humano. La voluntad de Dios sólo busca salvar, rescatar, no deshumanizar u oprimir, como es el caso del faraón, la antítesis del libre ejercicio de la voluntad. Cuando hay voluntad para hacer el mal se está lejos del auténtico ideal de libertad.
Así pues, la afirmación «yo pondré terco al faraón» no nos debe crear problemas; lo mismo vale decir de otras fórmulas parecidas, como aquella que encontramos en Isa_6:9s, puesta en Mar_4:12 en labios del mismo Jesús. Los escritores bíblicos, y en especial los escritos proféticos, suelen situar en el futuro acontecimientos pasados, como se dijo, siempre como una acción directa de Dios.