Exodo  7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1 El Señor dijo a Moisés:
– Mira, te hago como un dios para el faraón, y Aarón, tu hermano, será tu profeta.
2 Tú dirás todo lo que yo te mande, y Aarón le dirá al faraón que deje salir a los israelitas de su territorio.
3 Yo pondré terco al faraón y haré muchos signos y prodigios contra Egipto.
4 El faraón no los escuchará, pero yo extenderé mi mano contra Egipto y sacaré de Egipto a mis escuadrones, mi pueblo, los israelitas, haciendo solemne justicia.
5 Para que los egipcios sepan que yo soy el Señor cuando extienda mi mano contra Egipto y saque a los israelitas de en medio de ellos.
6 Moisés y Aarón hicieron puntualmente lo que el Señor les mandaba.
7 Cuando hablaron al faraón, Moisés tenía ochenta años, y Aarón ochenta y tres.
8

El bastón prodigioso

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
9 – Cuando el faraón les diga que hagan algún prodigio, le dirás a Aarón que agarre su bastón y lo tire delante del faraón, y se convertirá en una culebra.
10 Moisés y Aarón se presentaron al faraón e hicieron lo que el Señor les había mandado. Aarón tiró el bastón delante del faraón y de sus ministros, y se convirtió en una culebra.
11 El faraón llamó a sus sabios y a sus hechiceros, y los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos:
12 cada uno tiró su bastón, y se convirtieron en culebras, pero el bastón de Aarón se tragó los otros bastones.
13 Y el faraón se puso terco y no les hizo caso, como había anunciado el Señor.
14

Primera plaga:
el agua convertida en sangre
Sab 11,6; Ap 8,8s; 16,3-7

El Señor dijo a Moisés:
– El faraón se ha puesto terco y se niega a dejar marchar al pueblo.
15 Acude mañana al faraón, cuando salga al río, y espéralo a la orilla del Nilo, llevando contigo el bastón que se convirtió en serpiente.
16 Y dile: El Señor, Dios de los hebreos, me ha enviado a ti con este encargo: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto; hasta ahora no me has hecho caso.
17 Así dice el Señor: Con esto sabrás que yo soy el Señor: con el bastón que llevo en la mano golpearé el agua del Nilo, y se convertirá en sangre;
18 los peces del Nilo morirán, el río apestará y los egipcios no podrán beber agua del Nilo.
19 El Señor dijo a Moisés:
– Dile a Aarón: Agarra tu bastón, extiende la mano sobre las aguas de Egipto: ríos, canales, estanques y pozos, y el agua se convertirá en sangre. Y habrá sangre por todo Egipto: en las vasijas de madera y en las de piedra.
20 Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les mandaba. Levantó el bastón y golpeó el agua del Nilo a la vista del faraón y de su corte. Toda el agua del Nilo se convirtió en sangre.
21 Los peces del Nilo murieron, el Nilo apestaba y los egipcios no podían beber agua, y hubo sangre por todo el país de Egipto.
22 Los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos, de modo que el faraón se empeñó en no hacer caso, como lo había anunciado el Señor.
23 El faraón se volvió al palacio, pero no aprendió la lección.
24 Los egipcios cavaban pozos a los lados del Nilo buscando agua para beber, porque no podían beber el agua del Nilo.
25

Segunda plaga: ranas
Sab 11,15s; 16,3; 19,10

A los siete días de haber golpeado el Nilo,

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  7,1-7Misión de Moisés II. ¿Por qué esta afirmación de que «yo pondré terco al faraón» (7,3)? ¿Qué sentido tiene que Dios dé una orden a sabiendas de que será desatendido? Ya nos decía lo mismo en 3,19 y 4,21, y aquí repite de nuevo la fórmula. No olvidemos que ninguno de estos relatos son una crónica simultánea de los acontecimientos, no son apuntes que toman los protagonistas, sino relatos que surgen posteriormente. Por tanto, no se trata de una historia en el sentido moderno del término, sino de una relectura, una reflexión a la luz de otras experiencias históricas que vive el pueblo.
El creyente de la antigüedad solía pensar que todo estaba dirigido por Dios; incluso la rebeldía y la obstinación del faraón estaban previstas y eran queridas por Dios. De ahí que no haya ningún inconveniente en poner en su boca la expresión mencionada anteriormente. Lo que se busca es resaltar el total control de Dios sobre las fuerzas naturales y sobrenaturales, humanas y no humanas; pero ese control no va en detrimento de la libertad del ser humano. La voluntad de Dios sólo busca salvar, rescatar, no deshumanizar u oprimir, como es el caso del faraón, la antítesis del libre ejercicio de la voluntad. Cuando hay voluntad para hacer el mal se está lejos del auténtico ideal de libertad.
Así pues, la afirmación «yo pondré terco al faraón» no nos debe crear problemas; lo mismo vale decir de otras fórmulas parecidas, como aquella que encontramos en Isa_6:9s, puesta en Mar_4:12 en labios del mismo Jesús. Los escritores bíblicos, y en especial los escritos proféticos, suelen situar en el futuro acontecimientos pasados, como se dijo, siempre como una acción directa de Dios.


Exodo  7,8-13El bastón prodigioso. A pesar de que en 5,1-6 Moisés y Aarón se habían presentado ante el faraón como emisarios del Señor y ya conocíamos la respuesta, de nuevo se presentan aquí como si fuera la primera vez. Se trata, por tanto, de un relato doble: el primero corresponde a una tradición más antigua que los especialistas atribuyen a la fuente literaria y teológica yahvista (J), mientras que este último pertenece a la historia narrada por la corriente sacerdotal (P).
Los redactores finales del Pentateuco no eliminaron relatos aunque estuvieran repetidos y en aparente contradicción. Para ellos, lo importante era dejar los distintos testimonios de una historia en la que los protagonistas no son los de siempre, los poderosos y señores del mundo, sino un puñado de esclavos asistidos por un Dios que se ha revelado como alguien interesado en ellos. Este encuentro de Moisés y Aarón con el rey egipcio es, en el fondo, el encuentro entre ese defensor de los oprimidos y el pretencioso faraón que no duda en enfrentarse al poder divino. Este episodio es el preludio de lo que serán las demás manifestaciones de poder entre ambas fuerzas; al tragarse el bastón de Aarón las otras serpientes preanuncia que, aunque el poder del faraón era enorme, el Señor estaría por encima de él.
Exodo  7,14-24Primera plaga: el agua convertida en sangre. Mucho se ha escrito y especulado sobre la serie de fenómenos que comienzan en realidad con la transformación del bastón de Aarón en serpiente y la inmediata réplica por parte de los magos y encantadores de la corte. Estos fenómenos están todos, con excepción del décimo -la muerte de los primogénitos-, en relación con la naturaleza. Por ello, hay quienes intentaron explicar las plagas desde la ciencia, aunque sin llegar a un acuerdo. Por ejemplo, en el caso de esta primera plaga se trataría del paso de un cometa que ocasionó una fuerte lluvia de polvo rojo y de pequeños meteoritos; o bien se trataría de la violenta erupción de un volcán alrededor del s. XV a.C., lo cual habría provocado todo tipo de plagas.
Lo importante es que ni estos relatos tienen una finalidad científica, ni el creyente necesita tales explicaciones para creer. El sabio está empeñado en levantar la moral y la fe del pueblo en un momento realmente crítico, en el que la fe en el Señor está demasiado debilitada. Así, recurriendo a antiguas tradiciones sobre la esclavitud en Egipto y la liberación, no se ahorran ni palabras ni imágenes para mostrar cómo el Señor los liberó de semejante situación y de un poderío como el del faraón. La intención no es simplemente recordar que los antepasados salieron un día de Egipto, sino que el Señor los sacó de allí obrando todo tipo de prodigios; que ciertamente no fue fácil, porque estaba por medio la fuerza y el poder del faraón, pero que contra el poder del Señor no hay fuerza ni poder que valgan, sobre todo si ese enfrentamiento tiene como fin la defensa y el rescate del débil y del esclavizado.
La preocupación de los primeros destinatarios no era encontrar razones científicas o verificar históricamente los acontecimientos; éstos son intereses nuestros. Para aquellos sólo era importante constatar que la situación que vivieron los israelitas en Egipto estaba controlada por un poder superior, que todo estaba ya fijado y que ningún ser humano lo iba a cambiar. El pueblo estaba viviendo de nuevo una situación semejante, ya no en Egipto, sino en Babilonia. Sin embargo, el mismo Señor que se enfrentó al faraón y lo venció hará algo semejante, y quizá más grande, con tal de mantener su fidelidad y su compromiso con el humilde y oprimido. Si leemos los eventos descritos con esta clave, podremos alimentar nuestra propia fe y esperanza, porque a nuestros pueblos empobrecidos y marginados les urge hoy la liberación. Si Dios se empeñó en defender al débil desde antiguo, también hoy mantendrá ese mismo empeño porque su fidelidad es eterna.