Exodo  8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
1 el Señor dijo a Moisés:
– Preséntate al faraón, y dile: Así dice el Señor: deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto.
2 Si tú te niegas a dejarlo marchar, yo infestaré todo tu territorio de ranas;
3 bullirá el Nilo de ranas que subirán, se meterán en tu palacio, por habitaciones y alcobas y hasta tu cama; lo mismo pasará en casa de tus ministros y de tu pueblo, en hornos y en donde amasan el pan.
4 Las ranas saltarán sobre ti, sobre tu corte, y sobre todo tu pueblo.
5 El Señor dijo a Moisés:
– Dile a Aarón: Extiende la mano con el bastón sobre ríos, canales y estanques, y haz salir ranas por todo el territorio egipcio.
6 Aarón extendió la mano sobre las aguas de Egipto e hizo salir ranas que infestaron todo el territorio egipcio.
7 Pero lo mismo hicieron los magos con sus encantamientos: hicieron salir ranas por todo el territorio egipcio.
8 El faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les pidió:
– Pídanle al Señor que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré marchar al pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor.
9 Moisés respondió al faraón:
– Dime cuándo tengo que rezar por ti, por tu corte y por tu pueblo, para que se acaben las ranas en tu palacio y queden sólo en el Nilo.
10 Respondió el faraón:
– Mañana.
Dijo Moisés:
– Así se hará, para que sepas que no hay otro como el Señor, nuestro Dios.
11 Las ranas se alejarán de ti, de tu palacio, de tu corte y de tu pueblo, y quedarán sólo en el Nilo.
12 Moisés y Aarón salieron del palacio del faraón. Moisés suplicó al Señor por lo de las ranas, como había convenido con el faraón.
13 El Señor cumplió lo que pedía Moisés: las ranas fueron muriendo en casas, patios, campos,
14 y las reunían en montones, de modo que todo el país apestaba.
15 Viendo el faraón que le daban respiro, se puso terco y no les hizo caso, como lo había anunciado el Señor.
16

Tercera plaga: mosquitos
Sab 19,10

Dijo el Señor a Moisés:
– Dile a Aarón: Extiende tu bastón y golpea el polvo del suelo, y se convertirá en mosquitos por todo el territorio egipcio.
17 Así lo hicieron. Aarón extendió la mano y con el bastón golpeó el polvo del suelo, que se convirtió en mosquitos que atacaban a hombres y animales. Todo el polvo del suelo se convirtió en mosquitos por todo el territorio egipcio.
18 Intentaron los magos hacer lo mismo sacando mosquitos con sus encantamientos, y no pudieron. Los mosquitos atacaban a hombres y animales.
19 Entonces los magos dijeron al faraón:
– Es el dedo de Dios.
Pero el faraón se empeñó en no hacerles caso, como lo había anunciado el Señor.
20

Cuarta plaga: moscas

Dijo el Señor a Moisés:
– Madruga mañana, preséntate al faraón cuando sale hacia el río y dile: Así dice el Señor: deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto;
21 si tú no sueltas a mi pueblo, yo soltaré moscas contra ti, contra tu corte, tu pueblo y tu familia, se llenarán de moscas las casas de los egipcios y también los terrenos donde viven.
22 Ese día daré trato diverso al territorio de Gosén, donde reside mi pueblo, de modo que allí no habrá moscas; para que sepas que yo, el Señor, estoy en el país.
23 Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Mañana sucederá este signo.
24 El Señor lo cumplió: nubes de moscas invadieron el palacio del faraón y de su corte y todo el territorio egipcio, de modo que toda la tierra estaba infestada de moscas.
25 El faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:
– Vayan a ofrecer sacrificios a su Dios, pero sin salir del país.
26 Respondió Moisés:
– No estaría bien hacerlo así, porque los animales que ofreceremos al Señor, nuestro Dios son sagrados para los egipcios; y si sacrificamos a su vista los animales que ellos adoran, nos apedrearán;
27 tenemos que hacer un viaje de tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, como nos ha mandado.
28 Replicó el faraón:
– Yo los dejaré marchar al desierto con sus víctimas para el Señor, su Dios, con la condición de que no se alejen. Recen por mí.
29 Dijo Moisés:
– Cuando salga de tu presencia rezaré al Señor para que aleje las moscas de ti, de tu corte y de tu pueblo mañana mismo. Pero que el faraón no vuelva a usar fraudes para no dejar salir al pueblo a ofrecer sacrificios al Señor.
30 Moisés salió de la presencia del faraón, y rezó al Señor.
31 El Señor hizo lo que Moisés pedía: alejó las moscas del faraón, de su corte y de su pueblo, hasta no quedar ni una.
32 Pero el faraón se puso terco también esta vez y no dejó salir al pueblo.

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Introducción a Exodo 

ÉXODO

El Éxodo, segundo libro del Pen tateuco, es el libro de la li beración y de la Alianza, de los primeros pa sos por el desierto y de la fabricación del instrumental cúltico. Libro heterogéneo por tema y origen. La división te máti ca se da por bloques bastante diferenciados, la división por origen impone mu chas veces destrenzar lo trenzado por el autor del libro ac tual.

Salida de Egipto. Éste es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón resiste al actuar divino por ra zón de Estado: razón política, por que la minoría extranjera se está haciendo mayoría; razón militar, porque podrían convertirse en peli groso apoyo del enemigo; ra zón económica, porque suministran mano de obra gratis.
Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor descarga sus golpes. Los dos primeros encuentros quedan indecisos; al tercero, el Señor se impone; al séptimo, el faraón reconoce su culpa; al décimo, los israelitas son empujados a salir del país de la opresión. El autor último, utilizando textos diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso.
El Señor actúa, en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se so lidariza con él, lo moviliza. Se en frenta tenazmente con el faraón y va creciendo en estatura hasta hacerse figura legendaria.
El último acto se desenvuelve en un escenario cósmico: un de sierto hostil que se dilata a la espalda, un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un pueblo desarmado.
Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo, convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones; con la misma función penetran en el Nuevo Testamento y extienden su influjo e inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El Señor será para siempre en Israel «el que nos sacó de Egipto, de la esclavitud».

Historicidad. ¿Quiso el autor escribir historia, o sea, relatar hechos sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus huellas?
El libro no nos ayuda mucho a responder a estas preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene grandes silencios y lagunas al respecto, p. ej. ¿Cómo se llama el faraón? -En otros libros se suministran nombres: Necó, Nabucodonosor, Ciro, etc.-. No se aducen fechas. Casi todo es anónimo e indiferenciado.
Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C. al pasar de la edad de bronce a la del hierro; pero en muchos detalles no concuerda con el relato bíblico.
No cabe duda, sin embargo, que el autor está narrando hechos que sucedieron y que marcaron para siempre la identidad del pueblo de Israel. Y es este sentido de su propia trayectoria histórica lo que quiere dejar constancia escrita.
A favor de la historicidad básica del libro del Éxodo, se aduce la exactitud del color egipcio y muchos detalles: nombres, prácticas, fenómenos. Y sobre todo, un argumento de coherencia: sin una experiencia egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia sucesiva y los textos bíblicos.
Se señala como fecha más probable para los acontecimientos el reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de la dinastía XVIII, e hijo de Seti I, quien restableció el dominio egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre constructora; ciudades, monumentos, estatuas.

Mensaje religioso. Pero por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza en favor del débil.
Esta auto-revelación de un Dios que no tolera la opresión ni la injusticia, es la clave para entender la forma cómo la fe israelita describe las acciones que dieron como resultado su liberación del poderío egipcio. Pero también sigue siendo la clave permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana, se sacuda de la opresión de toda esclavitud, contando siempre no sólo con la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder y el aliento de su presencia liberadora.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Exodo  8,1-11Segunda plaga: ranas. Continúa la terquedad del faraón con su negativa a dejar salir al pueblo y a través de la figura de los magos y hechiceros, que repiten el mismo prodigio obrado por el Señor a través de sus emisarios Moisés y Aarón. Si a los hebreos los asiste un Dios poderoso, también Egipto -entendido aquí como sistema, como estructura de dominación- está asistido por divinidades poderosas. Ése es el gran error de quienes llegan a tener dominio: se creen amos y señores del mundo y de las vidas de las personas, con el argumento de estar asistidos por Dios. Pero también se nota una primera «limitación» o debilidad del faraón que no recurre a sus magos para liberar al país de las ranas. Esto sólo lo puede hacer el Dios de Moisés, y explícitamente se lo pide. Moisés, pues, intercede ante el Señor y el país es liberado efectivamente de la plaga; pero el faraón, con todo, se obstina de nuevo y no obedece al mandato del Señor (8,11).


Exodo  8,12-15Tercera plaga: mosquitos. En esta tercera plaga ya hay algunas novedades importantes: los magos y hechiceros egipcios no son capaces de obrar el mismo prodigio. Eso hace que tengan que reconocer que detrás de lo que está pasando hay alguien verdaderamente poderoso, idea que está detrás de la expresión «es el dedo de Dios» (15): es el poder de un Dios que en nada se parece a las divinidades egipcias y que ciertamente no está a favor de Egipto. Claro que tampoco aquí cede el faraón. Muchas veces, los opresores pueden tener estos momentos de lucidez, pero se resisten a caminar por el proyecto de la vida y la justicia.
Exodo  8,16-28Cuarta plaga: moscas. En consonancia con la segunda plaga de ranas -prácticamente un doblete de la misma-, el faraón cede aparentemente a la petición de Moisés. De nuevo, la oración de intercesión realizada por Moisés libera al país del mal, pero no logra la otra intención que se había propuesto: que el faraón no volviera «a usar fraudes para no dejar salir al pueblo» (25). En efecto, el faraón se mantiene en su obstinación y echa para atrás lo convenido con Moisés (28).