Proverbios 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 29 versitos |
1 Mejor es buena fama que riquezas,
más vale simpatía que oro y plata.
2 El rico y el pobre tienen algo en común:
a ambos los hizo el Señor.
3 El prudente ve el peligro y lo evita,
el imprudente sigue y lo paga.
4 En las huellas de la humildad y el respeto de Dios
caminan riqueza, honor y vida.
5 Hay lazos y trampas en el camino del perverso:
quien guarda su vida se aparta de ellos.
6 Educa al muchacho en el buen camino:
cuando envejezca no se apartará de él.
7 El rico será señor de los pobres,
el deudor será esclavo del acreedor.
8 Quien siembra maldad cosecha desgracia:
el látigo de su furor lo consumirá.
9 El generoso será bendecido
porque repartió su pan con el pobre.
10 Echa al insolente: se acabará la discordia
y cesarán peleas e insultos.
11 El rey ama un corazón limpio
y aprecia un hablar ingenioso.
12 Los ojos del Señor custodian el saber
y hacen fracasar las palabras del traidor.
13 ¡Afuera hay un león!, dice el perezoso,
en plena calle me matará.
14 Fosa profunda es la boca de la ramera,
el enemistado con Dios caerá en ella.
15 La estupidez se pega al corazón del joven:
el látigo de la corrección se la apartará.
16 Se oprime al pobre para enriquecerse,
se da al rico para envilecerse.
17

TERCERA COLECCIÓN

Presta oído y escucha las palabras de los sabios,
presta atención a mi experiencia:
18 te serán gratas si las guardas dentro de ti
y las tienes todas a punto en tus labios;
19 para que pongas en Dios tu confianza,
también a ti te instruiré.
20 He escrito para ti treinta máximas de experiencia,
21 para enseñarte a conocer la verdad
y a dar razón de ella al que te dio un encargo.
22 No explotes al pobre, porque es pobre;
no atropelles al desgraciado en el tribunal,
23 porque el Señor defenderá su causa
y despojará de la vida a los que lo despojan.
24 No te juntes con el malhumorado
ni vayas con el violento,
25 no sea que te acostumbres a sus caminos
y te pongas una trampa mortal.
26 No seas fácil en dar la mano
empeñándote en deudas,
27 pues si no tienes qué devolver,
te quitarán la cama en la que duermes.
28 No cambies de lugar los linderos antiguos
que colocaron tus abuelos.
29 ¿Has visto un hombre hábil en su oficio?
Estará al servicio de reyes,
no estará al servicio de gente mediocre.

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Introducción a Proverbios

Sapienciales

Los libros sapienciales forman uno de los grupos de libros bíblicos con perfil propio, netamente distinto de la literatura profética, de los cuerpos legales y de las obras narrativas. Cinco libros forman esta pentápolis de claras fronteras, esta especie de «pentateuco» sapiencial: Proverbios, Job, Eclesiastés (Qohelet), Eclesiástico (Ben Sirá) y Sabiduría. Como el Pentateuco invoca como autor o patrono a Moisés, así tres de estos libros invocan a Salomón como autor.
Un cierto parentesco liga a Job con el Eclesiastés como testigos y actores de una patética controversia sobre el sentido de la vida; por otro lado caminan Proverbios y Eclesiástico, mientras que Sabiduría es un enclave tardío en territorio griego.
El cuerpo sapiencial tiene indudable afinidad con nuestros refranes populares, aforismos cultos y textos didácticos. El propósito de la tarea sapiencial no es la enseñanza intelectual, ni el proponer una especie de catecismo ético, ni indagar el puesto de la vida humana en el orden cósmico. Más bien sería como una «oferta de sensatez», que no una imposición, como guía para todo ser humano.




Proverbios

Forma del libro. Es la obra más típica del cuerpo sapiencial. Bajo el nombre genérico de «meshalim» -proverbios- acoge un conjunto de colecciones de enigmas, sentencias, aforismos, refranes, adagios e instrucciones de carácter ético y moralizante a través de los cuales se transmite una sabiduría popular acumulada durante siglos. Su presentación estimula el esfuerzo de comprensión del oyente o del lector: brevedad, carácter incisivo o enigmático y forma rítmica, al mismo tiempo que facilidad de retención en la memoria.
Las doctrinas o enseñanzas de esta antología tienen dos ejes principales, cada uno con dos polos opuestos: «sensato-necio» y «honrado-malvado». Los términos no son precisos: en el primero pueden entrar dotes naturales de inteligencia y perspicacia, conocimientos adquiridos o destreza en el obrar. Lo mismo podemos decir del segundo eje, que puede referirse a la integridad, la justicia o la inocencia. Estos dos ejes se cruzan, porque la sensatez tiene algo de ético, mientras que la maldad se considera insensata.

Época de composición y autoría del libro. Por su carácter anónimo y el tamaño minúsculo de sus unidades es imposible datar los proverbios. Su composición puede abarcar varios siglos. El prólogo y el epílogo serían obra del recopilador final y, por tanto, posteriores a las otras colecciones. Que Salomón diera impulso a esta corriente de proverbios puede ser realidad o pura leyenda. En realidad, el libro salta las fronteras y las épocas.

Mensaje de los Proverbios. La sensatez es una actividad artesana, atribuida al Dios creador y ofrecida al ser humano para que sea el artífice de su existencia, para que aprenda el sentido de la vida y dé sentido a su propia vida. Para ello, el joven inexperto necesita el apoyo de la experiencia ajena, plural y compartida, que cuaja en refranes, máximas y aforismos; algunos son propios de escuelas de maestros, otros, entregados a la libre circulación ciudadana. Dios está presente en este mundo sapiencial y ético de los Proverbios: posee la sabiduría y concede la sensatez al ser humano; con su aprobación y reprobación consolida el mundo ético.
De una «sabiduría a ras de tierra», el libro va ganando en altura hasta colocar en 8,22-31 a la Sabiduría personificada en la esfera celeste de sus orígenes. Aunque no es Dios ni una divinidad, procede de Dios y precede al mundo; posterior a Dios y anterior al universo, inferior a Dios y superior al mundo. El poeta la presenta como personaje que nace, aprende, actúa.
No se sigue que el poeta se refiera a un ser personal existente fuera del poema, pero con el correr del tiempo esa «sabiduría» tendrá un nombre, Jesucristo, «Sabiduría de Dios», como lo llama San Pablo ( 1Co_1:24 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Proverbios 22,1-4Riqueza, honor y vida son los tres pilares fundamentales que la sabiduría considera debe tener una persona para poder decir que vive bien. Pero ni la riqueza, ni el honor, ni la vida se adquieren mediante trampas o juego sucio; son fruto del «respeto de Dios» (4), expresión que equivale a decir que son fruto del cumplimiento de los preceptos divinos, cuyo eje principal es la justicia.


Proverbios 22,5-12El sabio es, ante todo, aquél cuya vida es clara y limpia; en contraposición está el camino de los perversos, cuya vida -y por ende sus acciones- son descritas como trampas y lazos; también son pendencieros e insolentes, por eso se aconseja apartarse de ellos y educar al muchacho para una vida de bien. Una vida recta es apreciada por el rey. La gran mayoría del pueblo anhelaba obtener el favor del rey; pues bien, ese favor se logra a base de una vida recta y de una conducta intachable.
Proverbios 22,13-15La sabiduría va de la mano con la diligencia; el ser humano diligente saca provecho de todo en la vida; por el contrario, el holgazán siempre encontrará y hasta inventará cualquier pretexto para mantenerse en esa actitud. El corazón joven, tierno e inexperto, sigue fácilmente esta tendencia; de ahí la necesidad de educar y corregir.
Proverbios 22,16Vale la pena tener este proverbio como norma de vida. Es fácil explotar y oprimir al pobre porque es indefenso, porque sus necesidades, sus estrecheces y la urgencia de sobrevivir él y su familia son la vía más fácil para aprovecharse de él. Es la constatación de cada día en los ambientes donde vivimos. Sin embargo, quien oprime y explota está casi siempre abocado a servir y a pasar su riqueza a otros explotadores todavía peores; de ahí la observación del sabio: «Se oprime al pobre para enriquecerse, se da al rico para envilecerse». Lo mejor es ponerse del lado del pobre y luchar juntos por una justicia real y efectiva; puede que esto no produzca riqueza alguna, pero al menos trae la satisfacción de la conciencia de estar del lado del proyecto de Dios.
Proverbios 22,17-29Tercera y cuarta colección. El maestro de sabiduría anuncia que ilustrará todo un cúmulo de conocimiento con treinta sentencias nacidas de la la experiencia y de la observación directa de la vida y del comportamiento humano. Podrían ser treinta o más -o menos-; lo importante es que este enunciado cobija un buen número de sentencias que tocan los temas más disímiles de la vida humana. Ni esta sección ni ninguna otra de toda la literatura sapiencial es un tratado de sistemática epistemológica o una teoría del conocimiento; se trata más bien de una antiquísima manera de educar a los hijos y a los jóvenes inexpertos en general, en la que se transmiten unos sencillos «secretos» para explicarse ciertos movimientos del alma humana o para prevenir a la persona de no caer en determinados comportamientos aberrantes.
El que observa es consciente de que la vida tiene que tener un cierto orden, una cierta armonía, y que todo en la vida debe ser asumido con sensatez y prudencia. A la par que se descubre lo ventajoso de llevar una vida ordenada, también se constata lo desventajoso de seguir simplemente los instintos o de dejarse llevar por otros modelos de comportamiento que no desembocan en nada bueno. El padre o los ancianos de la comunidad transmiten a la joven generación estos conocimientos surgidos de la experiencia; corrigen y solicitan afanosamente que tal corrección sea aceptada con agrado, porque sólo quien ama corrige y sólo quien se siente amado es consciente de que la corrección es un bien, signo de acompañamiento y hasta de solidaridad. Este trabajo también es asumido con idéntica función por la corriente de sabios, los cuales elevaron la sabiduría del pueblo a las altas esferas de la corte, haciendo de ella una posesión prácticamente exclusiva de la aristocracia y de aquellos que podían permitirse el lujo de pagarse a un buen maestro. De este modo se desvirtuó el papel de la sabiduría en el plan de Dios y dejó en entredicho la orientación primera de la justicia.