Eclesiastés 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

El momento oportuno

Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol:
2 tiempo de nacer y tiempo de morir;
tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;
3 tiempo de matar y tiempo de sanar;
tiempo de destruir y tiempo de construir;
4 tiempo de llorar y tiempo de reír;
tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar;
5 tiempo de arrojar piedras y tiempo de recogerlas;
tiempo de abrazar y tiempo de separarse;
6 tiempo de buscar y tiempo de perder;
tiempo de guardar y tiempo de tirar;
7 tiempo de rasgar y tiempo de coser;
tiempo de callar y tiempo de hablar;
8 tiempo de amar y tiempo de odiar;
tiempo de guerra y tiempo de paz.
9 ¿Qué provecho saca el obrero de su trabajo?
10 Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos:
11 todo lo hizo hermoso a su tiempo y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.
12 Y comprendí que lo único bueno para el hombre es alegrarse y disfrutar de la vida.
13 Después de todo, que el hombre coma y beba y disfrute en medio de sus fatigas es don de Dios.
14 Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: no se puede añadir ni quitar nada. Porque Dios exige que lo respeten.
15 Lo que es, ya fue; lo que será ya sucedió, porque Dios vuelve a traer lo que pasó.
16

Injusticia

Otra cosa observé bajo el sol: en el lugar de la ley, está el delito; en el tribunal de la justicia, la maldad;
17 y pensé: al justo y al malvado los juzgará Dios. Hay una hora para cada asunto y un lugar para cada acción.
18 Acerca de los hombres, pensé así: Dios los prueba para que vean que por sí mismos son animales;
19 en realidad hombres y animales tienen la misma suerte: muere uno y muere el otro, todos tienen el mismo aliento de vida y el hombre no supera a los animales. Todos son de corta duración.
20 Todos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo.
21 ¿Quién sabe si el aliento del hombre sube hacia lo alto y el aliento del animal baja a la tierra?
22 Y así observé que el único bien del hombre es disfrutar de lo que hace: ésa es su paga; porque nadie lo traerá a disfrutar de lo que vendrá después de él.

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Introducción a Eclesiastés

ECLESIASTÉS

El libro. En el momento en que la experiencia y la reflexión se constituyen en fuente de conocimiento y enseñanza, se siembra la semilla de la crítica. Esto sucedió en Israel bajo la palabra de los profetas ( Isa_29:14 ; Jer_8:9 ), que era crítica desde fuera. Pero sucedió también desde dentro, desde el seno de esa venerable tradición sapiencial. Qohelet y Job son los dos exponentes máximos de esa crítica interior al ejercicio de la sabiduría, dos momentos de un proceso dialéctico.
Qohelet se ha formado en una escuela y tradición sapienciales. Conoce las enseñanzas tradicionales. Cita proverbios viejos o fabrica otros semejantes que le pueden acreditar el título de maestro. No ha conseguido por ellos fama imperecedera, sino por su inconformismo consecuente y honrado. Paradójicamente, Qohelet, que niega la supervivencia del hombre, tiene fama inmortal.
En la mente tormentosa del autor, rebelde sin violencia, contestador sin arrogancia, la sabiduría entra en conflicto consigo misma. Y esto de modo entrañable, apasionado, si pudiéramos hablar de pasión fría.
Qohelet quiere comprender el sentido de la vida, da vueltas en torno a ella -como el viento de 1,6- y se estrella siempre en el muro de la muerte, que le lleva a acuñar la frase que le ha hecho inmortal, y con la que comienza sus reflexiones: «Pura ilusión... pura ilusión, todo es una ilusión» (1,2).
En algunos momentos le parece que la muerte aniquila por adelantado todos los valores de la vida, y comenta con ironía amarga, desoladamente: «los vivos saben... que han de morir, los muertos no saben nada»; otras veces, con más lucidez, comprende que la muerte relativiza simplemente los valores de la vida. Pero, al mismo tiempo, la muerte exige, impone, el aprovechamiento de la vida no para realizar obras inmortales que, si sobreviven al autor, de nada le aprovechan muerto, sino para acertar con el ritmo menudo y humilde de la tarea y disfrute cotidianos.
El «Eclesiastés» no es pesimista, sino realista. En él, la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva, barruntando un horizonte trascendente que dé sentido al sinsentido de la vida humana. Otros escritos de la Biblia comenzarán donde termina el Eclesiastés.
El libro es para ser leído lentamente, despacio y con pausas, hasta que sus peticiones estilísticas y temáticas se conviertan en resonancias internas del lector. En ese momento, el de la resonancia interna, comienza de verdad la comprensión y madura el disfrute.

El autor. El autor anónimo que vivió probablemente después del destierro, entre el siglo IV y III a.C., se presenta bajo el nombre genérico de «Qohelet», término misterioso que parece aludir al sabio o al maestro que va desgranando sus reflexiones ante una asamblea. El nombre ha llegado hasta nosotros en su traducción griega de «Eclesiastés», traducido a su vez en nuestras lenguas, quizás incorrectamente, por «El predicador».
Imposible averiguar cómo compuso el autor su obra. Puestos a ilustrar su aspecto, escogeríamos el modelo de un diario de reflexiones. Tienen algo de líricas estas páginas; un lirismo que se intensifica en algunos momentos. Escribe un libro brevísimo, y aun del valor de sus palabras no está seguro: «Cuantas más palabras, más vanidad». ¿Hay autor menos dogmático en el Antiguo Testamento que este enigmático Eclesiastés? Su lucha es contra la teología que ignora la realidad de la experiencia humana, presentando así el lado escéptico de la sabiduría convencional.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiastés 3,1-15El momento oportuno. Esta nueva sección del libro del Eclesiastés está claramente dividida en dos, un poema sobre el tiempo (1-8) y una parte en prosa (9-15).
El poema está desarrollado a partir de conceptos contrarios, sin una estructura clara. Así, en el versículo 1 se hace una afirmación general; en el 2 se habla de «nacer» y «morir»; los versículos 3-5 se centran en la vida social; 6s recogen acciones de la vida cotidiana; en el versículo 8 se habla de «amor» y «odio». Lo que da unidad a estos versos es el «tiempo» -expresión que se repite 28 veces- y la convicción de que el ser humano no puede hacer nada frente a él.
En cuanto a la parte en prosa, el tema central es Dios -cuyo nombre aparece seis veces-; se trata, por tanto, de una profunda reflexión teológica. Algunos versículos están relacionados con temas tratados anteriormente; el versículo 10 responde a 2,9; el versículo 11 parece un reflejo de 2,24; los versículos 14s recuerdan a 1,4-11. Otros resultan un tanto problemáticos; por ejemplo, el versículo 11 no cuadra bien con lo dicho en el 10 y, además, no todas las Biblias lo traducen de la misma forma.
En resumen, los temas teológicos tratados aquí son: el origen de todo está en Dios (10s; cfr. Éxo_7:3; Éxo_10:1.20.27; 2Sa_24:1); todas las cosas son hermosas (11; cfr. Gén_1:7.16.25.31); Dios tiene el señorío sobre el pasado, presente y futuro (15). En los tres casos están tratados bajo estos dos puntos de vista: 1. La imposibilidad del ser humano de conocer los caminos de Dios (11.14). 2. Disfrutar del trabajo es el don de Dios al que podemos aspirar.
Pero, ¿no resultan contradictorias todas estas ideas? Sí, desde un punto de vista lógico. Mas para comprender el Eclesiastés hay que situarse en su punto de partida -recordemos lo dicho al principio-: frente a la experiencia tradicional de que todo tiene su momento (Pro_15:23) y que lo negativo y la muerte son consecuencia del pecado, Qohelet afirma que no son sino la consecuencia de la debilidad de la condición humana, que nada tienen que ver con la virtud y la justicia.
La sabiduría más tradicional del Antiguo Testamento afirmaba que el sabio verdadero es el que conoce lo que hay que hacer en cada situación, aquél que sabía el momento oportuno. La vida, sin embargo, muestra que no todas las situaciones se resuelven de manera lógica; para el autor está claro que el ser humano no ha de afanarse por descubrir el sentido profundo de aquéllas, su tarea es más bien otra, buscar el don de Dios en las cosas cotidianas.


Eclesiastés 3,16-22Injusticia. En este apartado y en los cuatro siguientes se tratan algunas de las miserias de la vida humana: la opresión de la fuerza y derrota del justo (3,16-4,3), la pasión por el trabajo (4,4-12), la fugacidad de la gloria (4,13-16), el abuso de los votos (4,17-5,6) y la tiranía de las autoridades (5,7s). El punto de partida que le lleva a las siguientes conclusiones es «puesto que hay injusticia...»: 1. Al justo y al malvado los juzgará Dios, porque en la tierra la iniquidad favorece a los poderosos -hay afirmaciones semejantes en lamentaciones babilónicas-. 2. Hombres y animales tienen la misma suerte. No sugiere la maldad, la constata -de ahí el parecido entre hombres y animales- y expresa la imposibilidad de escapar de la muerte («aliento» y «muerte», cfr. Gén_2:7.19). 3. El único bien del hombre es disfrutar de lo que hace, idéntica conclusión a la del apartado anterior. 4. Es mejor no haber existido, porque así no se han visto las maldades que se cometen bajo el sol.
¿Cómo puede haber para Qohelet un abanico tan dispar de respuestas ante la constatación de la injusticia? ¿Acaso una misma situación provoca una misma respuesta en personas distintas, o en las diferentes situaciones por las que atraviesa una misma persona? Pero entonces, ¿qué doctrina se puede seguir a partir de lo que aquí se expresa? Más que buscar una doctrina, deberíamos dejar que el Eclesiastés ilumine y rectifique nuestras propias conclusiones personales sobre las situaciones injustas.