Cantares  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

XII. Belleza del cuerpo amado

¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!
¡Palomas son tus ojos
tras el velo!
Tus cabellos, como un rebaño
de cabras, que desciende
por la sierra de Galaad.
2 Tus dientes, cual rebaño
de ovejas trasquiladas,
que suben del baño;
todas ellas gemelas,
ninguna solitaria.
3 Tus labios, cinta escarlata,
y tu habla, fascinante.
Dos cortes de granada,
tus mejillas tras el velo.
4 Tu cuello, cual la torre de David,
edificada con sillares:
mil escudos penden de ella,
todos escudos de valientes.
5 Tus pechos, dos crías
mellizas de gacela
que pacen entre rosas.
6 Hasta que surja el día
y huyan las tinieblas,
me voy al monte de la mirra,
a la colina del incienso.
7 ¡Toda hermosa, amada mía,
no hay defecto en ti!
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XIII. La embriaguez del amor

Ven desde el Líbano, novia mía,
ven del Líbano, acércate.
Desciende de la cumbre del Amaná,
de las cumbres del Senir y del Hermón,
de las guaridas de leones,
de los montes de leopardos.
9 Me has robado el corazón,
hermana mía, novia mía,
me has robado el corazón
con una sola mirada tuya,
con una vuelta de tu collar.
10 ¡Qué deliciosos son tus amores,
hermana y novia mía;
tus amores son mejores que el vino!,
¡más exquisitos que el bálsamo
el olor de tus perfumes!
11 Novia mía, néctar destilan tus labios,
miel y leche, bajo tu lengua;
y la fragancia de tus vestidos
cual fragancia del Líbano.
12 Eres un jardín con cerrojo,
hermana y novia mía;
eres un manantial con cerrojo,
una fuente sellada.
13 Es tu seno paraíso de granados
con frutos exquisitos:
14 nardo y azafrán,
canela y cinamomo,
con árboles de incienso,
mirra y áloe,
con los mejores ungüentos.
15 ¡Fuente de los jardines,
manantial de aguas vivas
que fluyen del Líbano!
16 Despierta, viento del norte;
acércate, viento del sur;
soplen sobre mi jardín,
que exhale sus perfumes.
Entre mi amado en su jardín,
y coma sus frutos exquisitos.

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Introducción a Cantares 

CANTAR DE LOS CANTARES

Tema del Cantar. Un único tema recorre todo el poema del Cantar de los Cantares (o el «supremo cantar»): el amor de marido y mujer, el misterioso descubrimiento del otro, a quien darse sin perderse, realizando la plenitud de la unión en la fuerza creadora, en el poder fecundo del momento eterno. De esto nos habla este brevísimo libro de canciones para una boda, diálogo de novios recordando y esperando, de amantes que se buscan, cantan su amor, se unen, se vuelven a separar, superan las dificultades para unirse definitivamente.
Durante la semana que sigue a la boda los novios son rey y reina; si él es Salomón, ella es Sulamita, si él es «pastor de azucenas», ella es «princesa de los jardines». Son canciones con dos protagonistas por igual. Él y ella, sin nombre declarado, son todas las parejas del mundo que repiten el milagro del amor.
El amor del Cantar Bíblico cree en el cuerpo, contempla extasiado el cuerpo del amado y de la amada, y lo canta y lo desea. Lo contempla como cifra y suma de bellezas naturales: montañas, árboles, animales. La belleza total y multiforme de la creación reside en el cuerpo cantado: gacelas, gamos, cervatillos, palomas y cuervos, granadas y azucenas, palmeras y cedros, los montes del Líbano; también la belleza que fabrica el ser humano: joyas y copas, columnas y torres. Es un amor que rubrica y proclama que todas las criaturas que salieron de la mano del Creador son buenas, sobre todo el hombre y la mujer.
El amor de este libro todavía tiene resquicios de temor y dolor: raposas que destrozan, sorpresas nocturnas, llamadas en vano, búsquedas sin encuentro, las dos obscuridades del Abismo y de la Muerte...Todavía no es perfecto. Pero precisamente en su límite nos descubre un amor sin límites, sin sombra ni recuerdo de temor, la plenitud de amar a Dios y a todo en él.

Autor y estilo literario. Nada cierto sabemos sobre el autor o autores de las canciones o sobre el recopilador de la colección. La leyenda dice que su autor es Salomón y que lo compuso para su boda con una princesa egipcia, pero no pasa de ser una leyenda. Una ingeniosa y fantástica teoría dice que Salomón compuso el Cantar en su juventud, ya maduro los Proverbios, de viejo el Eclesiastés.
El estilo del Cantar se adapta al tema: es rico en imágenes y comparaciones, se complace en expresiones de doble sentido como corresponde al lenguaje erótico. Cuida mucho la sonoridad, pues los poemas se cantaban o recitaban.
¿Tiene una unidad y una progresión el libro? ¿Dónde comienza una escena y acaba otra? Imposible saberlo. Quien lea detenidamente el texto observará repeticiones de palabras y estribillos, pasará de un escenario a otro: del interior del palacio al campo abierto, por ejemplo. La luz y los colores, los sonidos y los olores, las metáforas y las comparaciones, la naturaleza y la historia, lo cotidiano y lo exótico, todo este arco iris de géneros literarios está al servicio de una intención: cantar al amor.

¿Qué amor canta el Cantar? ¿Cómo este libro, franco y atrevido, sobre el amor humano entró a formar parte de la Biblia como palabra inspirada de Dios? Porque de eso trata, del amor humano pura y simplemente. Esto hizo que el Cantar encontrara dificultades en la tradición judía para ser admitido como libro santo y que tuviera que ser defendido como tal en la famosa «Asamblea de Yamnia» (entre los años noventa y cien de nuestra era). El rabino Aquibá dijo en aquella ocasión: «el mundo entero no es digno del día en que fue dado a Israel el Cantar de los Cantares, ya que los hagiógrafos son santos, pero el Cantar de los Cantares es santísimo» (Yad III,5).
Puesto que el Cantar se prestaba a usos profanos, tuvo que «ser interpretado» para ser recibido en la Biblia. Así es cómo comenzó la interpretación «alegórica», que de la tradición judía pasó a la tradición cristiana: el Cantar habla del amor, sí, pero de Dios (el esposo) a Israel (su esposa). En el cristianismo los interlocutores serían Cristo y la Iglesia, Cristo y el alma, el Espíritu Santo y María. Se llegó incluso a decir que el libro propone un auténtico itinerario místico que finaliza en el matrimonio espiritual del alma con Dios a la manera del eros platónico.
Aunque sin negarla, hoy día no tenemos que recurrir a la alegoría para justificar la inspiración divina de estas canciones de amor. Antes que la lectura alegórica del libro está el sentido literal, y este sentido es ya teológico, y es el que nos llevará a una lectura superior de carácter alegórico ¿No es el amor humano digno de ser Palabra de Dios? El amor que procede de Dios nos lleva a Dios que es Amor. Si el amor del Cantar, sin perder nada de su intensidad, pudiera abarcar y abrazar a todos, ese amor sería la más alta encarnación del amor de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Cantares  4,1-16XII. El idilio de 2,8-17 se cerraba con un vehemente deseo. Este nuevo idilio (en el que se repite el estribillo de 2,17 en 4,6, y también la expresión «pacer/deleitarse entre las rosas»: 2,16b y 4,5) describe el cuerpo desnudo de la muchacha. Comienza y termina exaltando la belleza de la amada, aunque el final añade un matiz: «no hay defecto en ti». Si traemos aquí los versos aislados de 6,4-5a, a la belleza se añade la fascinación, que es como se presentaba la muchacha, el segundo rostro femenino del Cantar. Este posible añadido aportaría un segundo matiz: la muchacha es «imponente como un batallón» (6,4). En 2,14, la muchacha era «paloma». En el idilio que comento sus ojos son palomas, que los aparte de mí, dice el muchacho, porque «me turban» o «me excitan» (6,5). El idilio que comento es sobre todo descriptivo: la melena al aire, saltarina como las cabras que descienden por la sierra de Galaad; los dientes blanquísimos, como ovejas recién esquiladas que suben del baño; los labios; el modo de hablar (el habla) es dulce como el de la mujer de Sir_36:22-23; las mejillas; el cuello, como la torre de David, del que penden los trofeos guerreros; los pechos, juguetones y saltarines, como las crías de gacela. El muchacho manifestó su sentimiento de excitación, ahora nos notifica su deseo: ¿Por qué no pasar la noche en el monte, en la colina del incienso? De momento tan sólo es un deseo. Con relación al idilio de 2,8-17 pasamos ahora a la realidad y a la expresión de un deseo.

XIII. Esta canción lírica, un epitalamio, se relaciona con el primer epigrama. Al finalizar el poema se invita a los amigos a embriagarse de amores (cfr. 1,4b). Comienza el epitalamio con una invocación un tanto extraña: ¿Por qué llamar a la esposa si está presente? ¿Cómo ha de venir de tantos y de tan fieros sitios a la vez? Da la impresión de que estamos ante una oración dirigida a la diosa del amor. Quien así invoca u ora nos dice de sí mismo que es un prisionero del amor, está enamorado. El poeta repite expresiones del primer epigrama: tus amores son dulces y fragantes (cfr. 1,2s). Son dulces como el néctar, como la miel; fragantes como los aromas del Líbano. Para la belleza no encuentra comparación, a no ser que la leche y la miel aludan a la belleza y fecundidad de la Tierra prometida. La esposa, por lo demás, es virgen: huerto y manantial con cerrojo, fuente sellada. Frutos exquisitos y aromas exóticos se acumulan en el seno de la mujer. Ella misma es una fuente incontenible que brota de los frescos veneros del Líbano. Las palabras del esposo, que tienen más de antología que de inspiración poética, comenzaban con una oración y finalizan con una invocación a los vientos del norte y del sur: que ellos oreen el jardín y éste exhale sus aromas. Las breves palabras de la esposa ponen un poco de calor y de inspiración poética: «Entre mi amado en su jardín y coma sus frutos exquisitos». Se consuma la unión de los esposos. Cuatro verbos la describen: «entrar, recoger, comer, beber». El esposo, extasiado tras su experiencia amorosa, invita a sus compañeros a embriagarse de amores.