Cantares  7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1 ¡Qué bellos son tus pies
con sandalias, hija del Príncipe!
Las curvas de tus caderas es un collar
obra artesana de orfebre;
2 tu ombligo, una ánfora redonda,
¡que nunca le falte el vino mezclado!
tu vientre, un montoncito de trigo,
recinto de rosas;
3 tus pechos, dos crías
mellizas de gacela;
4 tu cuello como torre de marfil;
tus ojos, piscinas de Jesbón,
junto a las puertas de Batrabín;
tu nariz igual que la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco;
5 tu cabeza se yergue leonada;
y tu melena, como púrpura regia,
se recoge en el cintero.
6 ¡Qué dulce y bello es
el Amor en las delicias!
7 Asemeja tu talle a una palmera
y tus pechos a los racimos.
8 Yo pensé: treparé a la palmera
a recoger sus dátiles;
tus pechos son racimos de uvas,
tu aliento, aroma de manzanas,
9 tu paladar, un vino exquisito.
Mi amado ha entrado fácilmente,
se ha deslizado suavemente
entre mis labios.
10 Yo soy de mi amado
que me desea.
11

XIX. Promesas en el campo

Ven, amado mío, salgamos al campo,
pernoctemos entre los cipreses;
12 amanezcamos entre las viñas.
Veremos si las vides ya florecen,
si echan flores los granados;
y allí te daré mis amores.
13 Las mandrágoras exhalan su fragancia,
nuestra puerta rebosa de frutos:
los nuevos y los antiguos, amado mío
los he reservado para ti.

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Introducción a Cantares 

CANTAR DE LOS CANTARES

Tema del Cantar. Un único tema recorre todo el poema del Cantar de los Cantares (o el «supremo cantar»): el amor de marido y mujer, el misterioso descubrimiento del otro, a quien darse sin perderse, realizando la plenitud de la unión en la fuerza creadora, en el poder fecundo del momento eterno. De esto nos habla este brevísimo libro de canciones para una boda, diálogo de novios recordando y esperando, de amantes que se buscan, cantan su amor, se unen, se vuelven a separar, superan las dificultades para unirse definitivamente.
Durante la semana que sigue a la boda los novios son rey y reina; si él es Salomón, ella es Sulamita, si él es «pastor de azucenas», ella es «princesa de los jardines». Son canciones con dos protagonistas por igual. Él y ella, sin nombre declarado, son todas las parejas del mundo que repiten el milagro del amor.
El amor del Cantar Bíblico cree en el cuerpo, contempla extasiado el cuerpo del amado y de la amada, y lo canta y lo desea. Lo contempla como cifra y suma de bellezas naturales: montañas, árboles, animales. La belleza total y multiforme de la creación reside en el cuerpo cantado: gacelas, gamos, cervatillos, palomas y cuervos, granadas y azucenas, palmeras y cedros, los montes del Líbano; también la belleza que fabrica el ser humano: joyas y copas, columnas y torres. Es un amor que rubrica y proclama que todas las criaturas que salieron de la mano del Creador son buenas, sobre todo el hombre y la mujer.
El amor de este libro todavía tiene resquicios de temor y dolor: raposas que destrozan, sorpresas nocturnas, llamadas en vano, búsquedas sin encuentro, las dos obscuridades del Abismo y de la Muerte...Todavía no es perfecto. Pero precisamente en su límite nos descubre un amor sin límites, sin sombra ni recuerdo de temor, la plenitud de amar a Dios y a todo en él.

Autor y estilo literario. Nada cierto sabemos sobre el autor o autores de las canciones o sobre el recopilador de la colección. La leyenda dice que su autor es Salomón y que lo compuso para su boda con una princesa egipcia, pero no pasa de ser una leyenda. Una ingeniosa y fantástica teoría dice que Salomón compuso el Cantar en su juventud, ya maduro los Proverbios, de viejo el Eclesiastés.
El estilo del Cantar se adapta al tema: es rico en imágenes y comparaciones, se complace en expresiones de doble sentido como corresponde al lenguaje erótico. Cuida mucho la sonoridad, pues los poemas se cantaban o recitaban.
¿Tiene una unidad y una progresión el libro? ¿Dónde comienza una escena y acaba otra? Imposible saberlo. Quien lea detenidamente el texto observará repeticiones de palabras y estribillos, pasará de un escenario a otro: del interior del palacio al campo abierto, por ejemplo. La luz y los colores, los sonidos y los olores, las metáforas y las comparaciones, la naturaleza y la historia, lo cotidiano y lo exótico, todo este arco iris de géneros literarios está al servicio de una intención: cantar al amor.

¿Qué amor canta el Cantar? ¿Cómo este libro, franco y atrevido, sobre el amor humano entró a formar parte de la Biblia como palabra inspirada de Dios? Porque de eso trata, del amor humano pura y simplemente. Esto hizo que el Cantar encontrara dificultades en la tradición judía para ser admitido como libro santo y que tuviera que ser defendido como tal en la famosa «Asamblea de Yamnia» (entre los años noventa y cien de nuestra era). El rabino Aquibá dijo en aquella ocasión: «el mundo entero no es digno del día en que fue dado a Israel el Cantar de los Cantares, ya que los hagiógrafos son santos, pero el Cantar de los Cantares es santísimo» (Yad III,5).
Puesto que el Cantar se prestaba a usos profanos, tuvo que «ser interpretado» para ser recibido en la Biblia. Así es cómo comenzó la interpretación «alegórica», que de la tradición judía pasó a la tradición cristiana: el Cantar habla del amor, sí, pero de Dios (el esposo) a Israel (su esposa). En el cristianismo los interlocutores serían Cristo y la Iglesia, Cristo y el alma, el Espíritu Santo y María. Se llegó incluso a decir que el libro propone un auténtico itinerario místico que finaliza en el matrimonio espiritual del alma con Dios a la manera del eros platónico.
Aunque sin negarla, hoy día no tenemos que recurrir a la alegoría para justificar la inspiración divina de estas canciones de amor. Antes que la lectura alegórica del libro está el sentido literal, y este sentido es ya teológico, y es el que nos llevará a una lectura superior de carácter alegórico ¿No es el amor humano digno de ser Palabra de Dios? El amor que procede de Dios nos lleva a Dios que es Amor. Si el amor del Cantar, sin perder nada de su intensidad, pudiera abarcar y abrazar a todos, ese amor sería la más alta encarnación del amor de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Cantares  7,1-13XIX. Esta canción discurre en el campo, una vez más (cfr. 2,8-17). La muchacha invita a salir al campo (en 2,10 invitaba el muchacho). Entre esta breve canción y el idilio de 2,8-10 se interponen la descripción del cuerpo desnudo de la muchacha (4,1-7) -que despierta el deseo del muchacho (4,6)- y los recuerdos (6,1-3); es decir, un encuentro, que es más imaginario que real, y un segundo encuentro, que pertenece más al pasado que al presente. Cuando los muchachos están ya en el campo, cobijados bajo los cipreses, todo será exclusivamente del amado. La muchacha tiene reservados para su amado los frutos nuevos y también los antiguos. Es una promesa que abre esta estrofa a otras que vendrán después. Esta pareja sale al campo a amar, no a que uno mate al otro (cfr. Gén_4:8).