Cantares  8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

XX. Suspiros

¡Ah, si fueras mi hermano amamantado a los pechos de mi madre!
Al encontrarte en la calle, te besaría,
sin que la gente me despreciara.
2 Te llevaría, te metería
en la casa de mi madre,
que te iniciaría.
Te daría a beber vino aromático,
el licor de mis granadas.
3 Su izquierda bajo mi cabeza
y su derecha me abraza.
4 Les conjuro, muchachas de Jerusalén,
que no despierten ni desvelen al amor
que a él le plazca.
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XXI. Teofanía de Amor

¿Quién es Ésta que sube del desierto
apoyada en su amado?
– Te desperté bajo el manzano
allí donde te concibió tu madre
donde tu progenitora te dio a luz.
6 Grábame como un sello en tu brazo,
grábame como un sello en tu corazón,
que el amor es fuerte como la muerte,
la pasión más poderosa que el abismo;
Sus dardos son dardos de fuego
llamaradas divinas.
7 Las aguas torrenciales no podrán
apagar el amor
ni extinguirlo los ríos.
Si alguien quisiera comprar el amor
con todas las riquezas de su casa,
sería sumamente despreciable.
8

XXII. La hermana pequeña

Tenemos una hermanita,
sin pechos todavía.
¿Qué haremos con nuestra hermanita
cuando sea pedida?
9 Si es una muralla,
te coronaremos con almenas de plata;
si es una puerta,
la reforzaremos con tablas de cedro.
10 Yo soy una muralla,
y mis pechos, como torres;
pero a sus ojos soy
mensajera de paz.
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XXIII. La viña de Salomón

Salomón tenía una viña en Betleamón;
arrendó la viña a los guardas,
y cada uno le traía por sus frutos
mil monedas de plata.
12 Mi propia viña es para mí;
las mil monedas para ti, Salomón,
y doscientas a los guardas.
13

XXIV. Encuentro final

¡Mujer que yaces en el jardín
– los compañeros están al acecho– ,
permíteme escuchar tu voz.
14 Pasa, amado mío,
sé como un gamo o un cervatillo,
sobre las colinas de balsameras.

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Introducción a Cantares 

CANTAR DE LOS CANTARES

Tema del Cantar. Un único tema recorre todo el poema del Cantar de los Cantares (o el «supremo cantar»): el amor de marido y mujer, el misterioso descubrimiento del otro, a quien darse sin perderse, realizando la plenitud de la unión en la fuerza creadora, en el poder fecundo del momento eterno. De esto nos habla este brevísimo libro de canciones para una boda, diálogo de novios recordando y esperando, de amantes que se buscan, cantan su amor, se unen, se vuelven a separar, superan las dificultades para unirse definitivamente.
Durante la semana que sigue a la boda los novios son rey y reina; si él es Salomón, ella es Sulamita, si él es «pastor de azucenas», ella es «princesa de los jardines». Son canciones con dos protagonistas por igual. Él y ella, sin nombre declarado, son todas las parejas del mundo que repiten el milagro del amor.
El amor del Cantar Bíblico cree en el cuerpo, contempla extasiado el cuerpo del amado y de la amada, y lo canta y lo desea. Lo contempla como cifra y suma de bellezas naturales: montañas, árboles, animales. La belleza total y multiforme de la creación reside en el cuerpo cantado: gacelas, gamos, cervatillos, palomas y cuervos, granadas y azucenas, palmeras y cedros, los montes del Líbano; también la belleza que fabrica el ser humano: joyas y copas, columnas y torres. Es un amor que rubrica y proclama que todas las criaturas que salieron de la mano del Creador son buenas, sobre todo el hombre y la mujer.
El amor de este libro todavía tiene resquicios de temor y dolor: raposas que destrozan, sorpresas nocturnas, llamadas en vano, búsquedas sin encuentro, las dos obscuridades del Abismo y de la Muerte...Todavía no es perfecto. Pero precisamente en su límite nos descubre un amor sin límites, sin sombra ni recuerdo de temor, la plenitud de amar a Dios y a todo en él.

Autor y estilo literario. Nada cierto sabemos sobre el autor o autores de las canciones o sobre el recopilador de la colección. La leyenda dice que su autor es Salomón y que lo compuso para su boda con una princesa egipcia, pero no pasa de ser una leyenda. Una ingeniosa y fantástica teoría dice que Salomón compuso el Cantar en su juventud, ya maduro los Proverbios, de viejo el Eclesiastés.
El estilo del Cantar se adapta al tema: es rico en imágenes y comparaciones, se complace en expresiones de doble sentido como corresponde al lenguaje erótico. Cuida mucho la sonoridad, pues los poemas se cantaban o recitaban.
¿Tiene una unidad y una progresión el libro? ¿Dónde comienza una escena y acaba otra? Imposible saberlo. Quien lea detenidamente el texto observará repeticiones de palabras y estribillos, pasará de un escenario a otro: del interior del palacio al campo abierto, por ejemplo. La luz y los colores, los sonidos y los olores, las metáforas y las comparaciones, la naturaleza y la historia, lo cotidiano y lo exótico, todo este arco iris de géneros literarios está al servicio de una intención: cantar al amor.

¿Qué amor canta el Cantar? ¿Cómo este libro, franco y atrevido, sobre el amor humano entró a formar parte de la Biblia como palabra inspirada de Dios? Porque de eso trata, del amor humano pura y simplemente. Esto hizo que el Cantar encontrara dificultades en la tradición judía para ser admitido como libro santo y que tuviera que ser defendido como tal en la famosa «Asamblea de Yamnia» (entre los años noventa y cien de nuestra era). El rabino Aquibá dijo en aquella ocasión: «el mundo entero no es digno del día en que fue dado a Israel el Cantar de los Cantares, ya que los hagiógrafos son santos, pero el Cantar de los Cantares es santísimo» (Yad III,5).
Puesto que el Cantar se prestaba a usos profanos, tuvo que «ser interpretado» para ser recibido en la Biblia. Así es cómo comenzó la interpretación «alegórica», que de la tradición judía pasó a la tradición cristiana: el Cantar habla del amor, sí, pero de Dios (el esposo) a Israel (su esposa). En el cristianismo los interlocutores serían Cristo y la Iglesia, Cristo y el alma, el Espíritu Santo y María. Se llegó incluso a decir que el libro propone un auténtico itinerario místico que finaliza en el matrimonio espiritual del alma con Dios a la manera del eros platónico.
Aunque sin negarla, hoy día no tenemos que recurrir a la alegoría para justificar la inspiración divina de estas canciones de amor. Antes que la lectura alegórica del libro está el sentido literal, y este sentido es ya teológico, y es el que nos llevará a una lectura superior de carácter alegórico ¿No es el amor humano digno de ser Palabra de Dios? El amor que procede de Dios nos lleva a Dios que es Amor. Si el amor del Cantar, sin perder nada de su intensidad, pudiera abarcar y abrazar a todos, ese amor sería la más alta encarnación del amor de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Cantares  8,1-14XX. La mujer herida por el Amor ha soñado hasta la pesadilla. Una y otra vez ha repetido el deseo de que sus compañeras no sufran la misma herida intolerable que ella lleva consigo desde que fuera herida. Ya que este pastor es tan inaccesible, ya que no se deja encontrar, que permitan a la mujer herida al menos suspirar. Si su amado fuera su hermano, amamantado por la misma madre, al menos podría besarlo en público. Y nadie le diría nada. Ya en la intimidad de la alcoba materna, le daría a beber el vino de los granados, y ella experimentaría la ternura del abrazo amoroso. Pero éstos son suspiros, tan sólo suspiros, que no curan la herida, aunque sirvan de desahogo. El estribillo deja la herida al descubierto. ¿Cuándo conocerá sosiego el dolor de amor? Esta canción queda abierta a la siguiente.

XXI. Estamos en la escena cumbre. A lo largo del libro ha venido sonando esta pregunta implícita: ¿A quién se manifestará el Amor? El rey y la reina han vislumbrado su presencia en el baldaquín de Salomón y en el encuentro amoroso. Los muchachos aún no han llegado a la meta de su itinerario. La mujer herida por el Amor lo ha buscado hasta la pesadilla y ha suspirado por él. Ahora se presenta la divinidad «el Amor» («Ésta» en la traducción), viniendo del Líbano tal vez, si atendemos cierta tradición textual. Se presenta en el origen de la vida: allí donde nuestra madre nos concibió para la muerte (cf. Gén_3:16a.19). En contra de Pro_8:22-31, el Amor, no la Sabiduría, está presente y actuante desde el primer instante de la creación. El Amor ocupa el lugar del «Shemá» (Deu_11:8), cuyas palabras han de grabarse en el corazón y ser atadas a la mano (Deu_6:5.8). El Amor, como la nueva alianza, ha de estar inscrita en el corazón, según Jr 31.33 (cf. Hbr 10,16). Esta grabación es un memorial perenne. Si la mujer mira sus brazos, verá el tatuaje del Amor. La Amada y el Amor se fusionan en un abrazo íntimo y total. El Amor trae consigo la vida y la inmortalidad: vence a la muerte, en contra de lo que piensa Ecl_9:6.10. Ahora sabemos que el Amor recurrió a sus flechas para herir a la mujer: son dardos divinos, llamaradas divinas. Ni las aguas profundas de la muerte podrán apagar las llamas del amor (cf. Isa_42:3). El Amor, finalmente, ni se compra ni se vende. Es pura gratuidad.

XXII. La hermanita pequeñita es protegida por sus hermanos. Quieren que llegue a la edad núbil en las mejores condiciones. Las almenas refuerzan la defensa de los torreones. Las puertas bien cerradas y trancadas impiden la entrada en la ciudad. Esta canción bien puede referirse a Jerusalén, ciudad amurallada y con las puertas cerradas.

XXIII. El tema de la viña, con su doble acepción, relaciona este epigrama con el segundo del Cantar (Isa_1:5-6). Existe una viña, que es el pueblo de Dios, que ha sido arrendada a los guardias. Sabemos quiénes son los guardias: los sacerdotes del templo como se aprecia aún en el Nuevo Testamento (cf. Mat_21:45; Mar_12:12; Luc_10:19). Al frente de ellos está Salomón (el sumo sacerdote). La casa de Dios (el templo) ha degenerado y se ha convertido en la «Casa de Amón» (Betleamon, si me atengo a algunos manuscritos y traducciones antiguas). Es un nombre escandaloso. No menos escandaloso resulta que en el interior del templo se encuentre una viña, con la acepción eufemística que tiene. ¿Es una denuncia de la prostitución sagrada? La cuantiosa suma exigida a los arrendatarios es un tercer escándalo. Frente a este cúmulo de escándalos se eleva desafiante la voz de quien proclama: «Mi propia viña es para mí...». Es la misma designación de la viña que leíamos en 1,6, la que no supo guardar la muchacha. La posesión de esta viña no tiene precio. Si Salomón exige mil monedas por el arrendamiento de la viña, mil sean para él, y que añada otras doscientas para los guardas. Acaso esta acerba crítica del sacerdocio jerosolimitano fue una de las razones que obligaron a «interpretar» el Cantar antes de ser un libro bíblico.

XXIV. El Cantar se abría con un abrazo y se cierra con otro, una vez más en el exterior (en el jardín). La joven hizo una promesa en 7,14. Es el momento de cumplirla. El joven, por su parte, anhelaba escuchar la voz de la muchacha ya desde el primer idilio (2,8-17). En esta última canción del Cantar insiste en su deseo: «permíteme escuchar tu voz». Antes advierte a la mujer yaciente cómo «los compañeros están al acecho». Así son los custodios de Israel, como los viejos cuya conducta denuncia Dan_13:57 : lascivos además de venales. La joven toma la palabra e invita al joven no a que huya, sino a que «pase»: que sea como un gamo o como un cervatillo sobre las colinas de balsameras (cf. 1,17). Se consuma la unión y Amor no ha aparecido a lo largo del itinerario de la joven amante. La presencia de los jóvenes, sin embargo, ha sido el marco para criticar enérgicamente a la clase dirigente el país.

El Cantar -más allá del erotismo, que lo tiene- es una celebración del amor concreto y encarnado entre un hombre y una mujer. En el fondo, sin embargo, responde a una pregunta: ¿Dónde está el Amor? ¿Cómo llegar al Amor? No por el camino de la Sabiduría (como proclaman Prov, Ecl y Eclo), sino por las sendas del amor. No puede ser de otro modo, si Dios es Amor. Quien ama, ése ha visto a Dios.